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Cultura

2023-07-29 06:00

Homenaje a Peter Brötzmann, figura esencial del free-jazz

El desprecio por la tiranía de las melodías convirtió al saxofonista alemán en un referente para varias generaciones.
El desprecio por la tiranía de las melodías convirtió al saxofonista alemán en un referente para varias generaciones. tomada de la cuenta de Seth Tisue
Periódico La Jornada
sábado 29 de julio de 2023 , p. 7a

Figura esencial del free-jazz, Peter Brötzmann, el saxo tenor que no hizo concesiones, fallecido el 22 de junio en la ciudad de Wuppertal, en su natal Alemania, fue homenajeado en todo el mundo, incluyendo el local Jazzorca en la colonia Portales, Ciudad de México.

Si una historia del jazz no puede dejar de contar la apropiación de la cultura negra por manos blancas, Brötzmann es un asterisco diferente en la saga. Fue un adolescente en la fase decadente de la Alemania comunista y, de ese desencanto, cuenta que nació su desprecio por ciertas formas de organización en la música; es que aún la improvisación libre tiene sistemas estructurantes que consideró restrictivos. Su desprecio por la tiranía de las melodías lo convirtió en un referente para varias generaciones muy posteriores a Machine Gun, el disco que lleva el nombre del apodo que le dio Don Cherry.

Algunos músicos viajaron a India, otros ensayaron expediciones al espacio exterior o por locaciones más próximas, practicando el autostop bajo el hechizo de Kerouack, mientras que una minoría soñó con el final del status quo.

Brötzmann pudo contener un poco de algunos de estos elementos, pero parte de su motivación pareció ser tocar el horror de la historia, en particular aquella asociada a la Segunda Guerra Mundial, en cuyos nervios demuestra haber nacido bajo fuego cruzado y que se trata de algo más que un tema recurrente en su obra. En los tres saxos tenores de la orquesta de Lionel Hampton, Brötzmann percibió la posibilidad de hacer sonar su música como miles de motores enloquecidos, bombas que caen de forma casi simultánea sobre la misma ciudad habitada.

Hay una línea temporal en que el jazz destruye su propio pasado: Machine Gun se ubica al final. Sin referencias a los clásicos, basta detenerse en uno de esos estallidos compuestos de materia musical para confirmar que las detonaciones que se escuchan siguen muy alejadas de lo que se conoce generalmente como jazz. Tal como se podría sospechar por su nombre, Machine Gun es todo lo que el metal pesado promete; en la actualidad suena no sólo como un asalto sin concesiones, sino que aquello que se rechaza en este disco es arrojado violentamente contra una o más paredes. Lo que aparenta ser caótico, es un mecanismo cuya dinámica ignoramos.

Tributo en la Portales, punto chilango del free-jazz

El sábado primero de julio se rendieron honores a Brötzzman en el Jazzorca, ubicado en la calle Municipio Libre 37, de la colonia Portales, a dos cuadras de otro local también dedicado al jazz menos convencional, llamado Pizza Jazz. Esos pocos metros concentran más propuestas interesantes que varias colonias de la ciudad juntas.

El tributo fue realizado por Gabriel Lauber en batería, impulsor del evento, Alain Cano en sax y contrabajo, Roberto Tercero en saxo tenor, al igual que Eli Piña, Don Malfon en alto y el anfitrión Germán Bringas en sax y piano eléctrico. No hubo necesidad de discursos ni de sentimentalismo, más bien Bringas concluyó con una sola frase: “Todos los que estamos sobre el escenario hemos sido influenciados por este cabrón”.

Es que la influencia está contenido en el despliegue mismo del Jazzorca, en donde suele repartirse el tiempo en partes iguales para los músicos, donde éstos no son juzgados por sus logros académicos, más bien se trata de un respeto y un goce por la improvisación. “1, 2, 3, 4, 5, 6 saxofones”, cuenta alguien, mientras esa media docena de sopladores de metales se junta en un semicírculo y forman alianzas de pocos segundos que se deciden aún más rápido, en menos tiempo de lo que tarda el sujeto promedio en sacudir la cabeza de modo afirmativo.

Un mundo lleno de estúpidos

En 2021, Jimmy Fallon, el conductor de Late Night en la cadena NBC, ridiculizó la música de Brötzmann, generando el rechazo de la comunidad asociada al jazz. Peter respondió a la revista Rolling Stone: “Tú y yo sabemos que el mundo está lleno de estúpidos”. El episodio quedó ahí, pero dejó algunas conclusiones: su música sigue poseyendo la capacidad de repeler al espectador promedio y hacerlo reír de nerviosismo.

For Adolphe Sax (1967)

“Una especie de grito”, es una frase que utilizaba el mismo Peter para describir su forma de tocar, un soplido tan intenso que le causó problemas de salud. Su debut discográfico puede escucharse como una conclusión sobre la evolución del jazz entre fines de los cinuenta y la fecha de su edición: la politización explícita, la exploración de culturas musicales previamente ocultas, el ocaso de estilos establecidos y un aceleramiento en los cambios estilísticos producto de la interacción entre viejas y nuevas generaciones. Si en 1959 la forma de Kind of Blue de Miles Davis era una novedad, menos de una década después Brötzmann los reduciría a una influencia fundacional. El mismo año Charles Mingus sacó Oh Yeah, el elepé en el que incluyó Fables of Faubus, canción en la que rechazó contundentemente el segregacionismo racial en las escuelas secundarias de Arkansas, y Ornette Coleman editó The Shape of Jazz to Come, en el que redefiniría el jazz en una manera diferente a la de los dos músicos nombrados anteriormente. Acaso los tres dejaron su marca en Brötzmann en diferentes grados, pero uno de sus mayores méritos es el de no sonar como sus referencias anteriores.

¿Qué sucedió en el jazz entre estos tres discos y For Adolphe Sax? La continuación de Don Cherry, la aparición de Albert Ayler y los colegas de Peter: Sonny Sharrock, guitarrista de Nueva York, capaz de darle batalla; Evan Parker, saxo tenor; Han Bennink, batería. El surgimiento de Brötzmann coincide con el surgimiento de músicos de diferentes países de Europa, donde el jazz no era el folclore de origen, aunque los músicos estadunidenses eran tratados con mayor reverencia en Europa que en su país natal. Muchos años más tarde, Brötzmann realizó colaboraciones con músicos dedicados a la improvisación, como el rey del ruido japonés Keiji Haino o el combo experimental de San Francisco, Oxbow.

El hombre que no hizo concesiones

La influencia de Brötzmann, el hombre que no hizo concesiones, traspasó, naturalmente, los límites del jazz. Por ejemplo, Charles Hayward, baterista de los deconstructivistas británicos This Heat, escribió recientemente en sus redes sociales: “Tenía 17 años cuando escuché Machine Gun, en ese momento creó un mundo tipificado por sonidos, luego otro y después otro, sostenido por una inmensa técnica y una intencionalidad feroz, que desarrolló y extendió respuestas a sus camaradas y pares músicos, abriendo oídos y mentes. La celebración de la respiración, de la vida”. También supo dedicarse a la pintura, ilustrar y editar sus propias grabaciones.

Los jardines que florecen como el infierno

Escuchar un disco de Brötzmann demanda toda la atención del oyente: lo quiera o no, para el escucha el pacto falso de lo agradable queda instantáneamente disuelto en el primer compás. En una entrevista que la revista británica The Wire publicó en su sitio de Internet luego del fallecimiento de Brötzmann, éste declaró: “Me gustan los jardines que florecen como el infierno”.

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