Sinéad O’Connor murió a los 56 años. Fue una artista adelantada a su tiempo; incluso, antes de que destrozara una fotografía del Papa frente a cámaras de televisión, tras interpretar en vivo War, de Bob Marley, generaba una respuesta inusualmente hostil de ciertos sectores de los medios por sus polémicas declaraciones.
Hasta ahora se desconocen detalles sobre su fallecimiento, pero en un comunicado compartido con la emisora nacional irlandesa RTE, la familia dijo: “Con gran tristeza anunciamos el fallecimiento de nuestra querida Sinéad. Su familia y amigos están devastados y han solicitado privacidad en este momento tan difícil”.
Su belleza única, su cabeza afeitada, su aspecto andrógino, la mirada helada de esos enormes ojos… nada de lo anterior cumplía con el perfil de cantante pop de los años 80. Se dice que la joven irlandesa que idolatraba a Bob Dylan se veía a sí misma como cantante de protesta; su celebridad era un medio para amplificar tanto su voz política como para cantar.
Según la película Nothing Compares (sobre la vida de O’Connor, realizada por Katryne Ferguson), ella “era una mujer adelantada a su tiempo, en su estilo y en sus francas declaraciones pro #MeToo”.
Sinéad tuvo una infancia traumática que la volvió tenaz en apoyar a las personas vulnerables y sin voz; también la hizo sensible a las críticas. No es de extrañar que torpedeara efectivamente el estrellato, el cual nunca quiso mucho de todos modos.
Alcanzó fama mundial con su balada Nothing Compares 2 U, en 1990, una de las canciones más destacadas en la historia de la música, compuesta por Prince y que la catapultó a la fama. Durante más de 30 años trató de sobrevivir bajo la mirada pública por sus declaraciones contra la Iglesia católica, el abuso de menores, la guerra… Pese a su descomunal talento vocal, escándalos, problemas personales y tragedias la golpearon.
El año pasado, su nombre volvió a los diarios tras el suicidio de su hijo Shane, de 17 años. Otra desgracia, otro golpe devastador. A los pocos días fue internada porque sus allegados temían que intentara, una vez más, quitarse la vida. Sinéad falleció apenas 18 meses después de su hijo, episodio que agravó su salud mental. En 2003 había sido diagnosticada con trastorno bipolar y en varias ocasiones amenazó de manera pública con suicidarse, lo que hizo saltar las alarmas.
En su último tuit, O’Connor publicó una foto de Shane y dijo: “Desde entonces, vivo como una criatura nocturna no muerta. Fue el amor de mi vida, la lámpara de mi alma”.
El año pasado su hijo Shane, de 17 años, se suicidó, lo que motivó que fuera internada para evitar que se quitara la vida. Foto Europa Press.
El regalo de una monja
Nacida en Dublín en 1966, desde joven estuvo ligada a la escena musical de la capital irlandesa. No en vano, desde sus inicios a finales de los 80 protagonizó una enemistad con los ya por entonces famosos integrantes de U2, conflicto que terminaría resolviéndose con el tiempo. Alrededor de los 13 años, dejó a su madre y se fue a vivir con su padre, quien había vuelto a casarse en Estados Unidos.
A los 15 años, sus hurtos y ausentismo escolar la llevaron a ser enviada al asilo Magdalene en Dublín “para mujeres caídas”, donde vivió 18 meses. A pesar de que más tarde detalló los castigos “extraños” de esa institución, ahí una monja descubrió el talento musical de O’Connor y le compró una guitarra.
Es conocido que, siendo adolescente, un hombre de la industria discográfica la escuchó en una fiesta (todos se preguntan qué hacía Sinéad en un reventón de adultos) cantando Evergreen de Barbra Streissand y la contrató. Mientras en el estudio trabajaba su primer álbum (The Lion and The Cobra), el hombre le pidió que se dejara crecer el pelo y se vistiera con ropa más ajustada, para verse “más femenina”.
La respuesta de la cantante fue raparse la cabeza, adoptando el look con que se haría famosa. The Lion and The Cobra alcanzó el estatus de oro y le valió una nominación al Grammy a mejor interpretación vocal femenina de rock. El disco obtuvo excelentes críticas y preparó el camino para la explosión que llegaría con el segundo.
En 1990 llegó a la cumbre con I Do Not Want What I Haven’t Got –el cual vendió más de 7 millones de copias– después de su gran éxito con Nothing Compares 2 U, y la atención del público y la prensa se centró en ella. Aquellas actitudes de rebeldía y contestatarias que eran frecuentes pasaron a tener otra repercusión y otras consecuencias. Nothing Compares 2 U alcanzó el primer lugar en varios países y le valió una nominación al Grammy por grabación del año y otra a la mejor interpretación vocal femenina de rock.
El álbum le dio un Grammy por la mejor interpretación de música alternativa.
La irlandesa protagonizó uno de los actos más polémicos de la escena musical al romper la foto de Juan Pablo II durante una presentación en vivo, el 3 de octubre de 1992. Asombró a todo Estados Unidos tras cantar una versión a capella de War, de Bob Marley, en lugar de una canción de su álbum reciente. Su interpretación fue dura e intensa. La artista cambió algunas de las letras originales para hablar específicamente sobre el abuso infantil. Al final, con sólo 26 años, sostuvo una foto del Papa y mirando directamente a la cámara la hizo en pedazos, diciendo: “Lucha contra el verdadero enemigo”. La respuesta del público estadunidense en su mayoría fue negativa y contundente, se generaron protestas en contra de la cantante, así como amenazas y la cancelación de varias presentaciones.
No obstante, O’Connor lanzó 10 álbumes de estudio a lo largo de su carrera.
Le sobreviven sus tres hijos Jake Reynolds, Roisin Waters y Yeshua Bonadio.