Fue la crónica de una muerte anunciada. Había sobrevivido a más de 30 atentados, dos este año. Hipólito Mora sabía que sus días estaban contados. Anunció: “Me queda poco tiempo aquí […] Yo no llego vivo a Navidad”. Así fue. Unos 25 sicarios, presumiblemente del grupo delictivo Los Viagras, cerraron el paso a su camioneta blindada y a la de sus escoltas. Le dispararon más de mil tiros y le prendieron fuego al vehículo.
Lo velaron en su casa, en un ataúd de madera, entre flores, velas y una imagen de Cristo. No llevaba el chaleco antibalas que se había convertido en su segunda piel. Tampoco la pistola calibre 9 milímetros que cargaba a todos lados y que no le sirvió ese 29 de junio en que le arrebataron la vida. Al pie del féretro, los dolientes colocaron una fotografía suya con una frase que sintetiza su camino a lo largo de la última década: “Nosotros nos levantamos porque ya no teníamos nada que perder”.
Efectivamente, 10 años antes, Hipólito Mora fundó los primeros grupos civiles armados, para enfrentarse al cártel de Los caballeros templarios, formado en marzo de 2011, a raíz de una ruptura de La familia michoacana. Para preparar el alzamiento, el productor de limón se reunió el 14 de febrero de 2013 con Miguel Ángel Gutiérrez, El Kiro, y con Juan José Farías, El Abuelo, personaje asociado en el pasado con el cártel de los Valencia. Acordaron levantarse en armas 10 días después en la Ruana y Tepalcatepec. Esa fue la presentación en sociedad de las autodefensas en la Tierra Caliente de Michoacán (https://bit.ly/328v0T3).
Mora fue originalmente pequeño ganadero y cultivaba limones en 15 hectáreas. Vivía con relativa sencillez. Tuvo 11 hijos, la mitad viven en Estados Unidos. Ataviado siempre con sombrero, empezó a usar armas desde los 17 años. De complexión robusta, padecía del corazón.
Mora decidió rebelarse contra el narco cuando se enteró de que su hijo sólo podía cortar limón de su huerta para venderlo dos días a la semana. Así, los Templarios, que también producían limón y podían cortarlo diariamente, obtenían más ganancias. “No nos dejaron alternativa, o nos moríamos de hambre”, explicó Hipólito. Los criminales se habían apropiado de todo, ya no dejaban trabajar a nadie.
El plazo llegó. Ese domingo 24, un camión con altavoz, convocó a reunirse en la plaza central de Felipe Carrillo Puerto, municipio de Buenavista Tomatlán. Mora, vestido con una camisola de camuflaje con las siglas US Navy y armado con una escopeta hechiza y una pistola calibre 9 milímetros, se levantó en armas. Lo acompañaron su hijo mayor, un albañil apodado El Tribilín, un empleado suyo de años y unos cuantos más.
Este papel como precursor era reconocido hasta por el doctor José Manuel Mireles, con quien Hipólito tuvo una relación agridulce. “Él es –dijo– el padre del movimiento ciudadano que se llama autodefensas. Él fue el iniciador. Aquí en Tepalcatepec teníamos dos años planeando, pero nunca tuvimos la iniciativa. Hasta que el jefe Hipólito se puso de acuerdo con un compañero de aquí y comenzó a mover las cosas.”
Más allá de sus orígenes y patrocinadores iniciales, las autodefensas michoacanas se convirtieron en un movimiento civil similar a la bola en la Revolución de 1910-1917. A él, se sumaron jornaleros, campesinos pobres, comerciantes y maestros. Los combates contra los Templarios, en los que las autodefensas contaron con el apoyo de la Guardia Nacional y el Ejército, fueron cruentos. Finalmente los seguidores de La Tuta fueron derrotados y el líder detenido finales de febrero de 2015.
Pero, a pesar del triunfo, las cosas no resultaron bien para los alzados. El virrey de Enrique Peña Nieto en la entidad, Alfredo Castillo, se apoyó en Los Viagras y los consideró autodefensas legítimas. Para meter al redil a un movimiento que se le escapó de las manos, combinó medidas: institucionalización en una Fuerza Rural, cooptación, amenazas, promoción del enfrentamiento entre grupos, cárcel y descabezamiento de los líderes rebeldes (https://bit.ly/33YHe26). A finales de diciembre de 2014, Mora fue arrestado y enviado al penal de Mil Cumbres. Días antes, un oscuro personaje de las autodefensas, El Americano, le había asesinado a su hijo. Salió de prisión a finales de marzo. No era la primera vez que ingresaba a la cárcel. En marzo de 2014 fue detenido y liberado dos meses más tarde.
Mora incursionó, sin éxito, en política partidaria. En 2015 Movimiento Ciudadano lo postuló para diputado federal del distrito 12, correspondiente a Apatzingán. En 2020 quiso ser gobernador.
La estrategia (es un decir) de Peña Nieto no acabó con el narcotráfico, sólo modificó su composición y formas de operar. Algunos grupos de autodefensa incursionaron (o regresaron) a la industria criminal. El 15 julio de 2019, Mora, anunció por Facebook: “Le informo al gobierno federal y estatal, que desde hoy traeré conmigo un rifle y una pistola, y cualquier autoridad que trate de detenerme o desarmarme va a tener que asesinar[me], porque vivo ni a la cárcel me llevarán, ni me desarmarán”.
Previniendo su fin, a manera de testamento político, Hipólito dejó una carta advirtiendo: “Que mi muerte no sea en vano y tanto mi familia, como mis amigos y fieles seguidores hagan lo que tengan que hacer para que la lucha que yo empecé siga siendo por una causa justa para los ciudadanos. Aquí y en el otro mundo soy y seguiré siendo Hipólito Mora.
“Yo nunca acepté sobornos ni intimidaciones, luché sin recibir nada a cambio más que el cariño de la gente, los que no me querían eran los chicos malos, yo estaré con mi hijo Manolo y le diré a la muerte: ¿dónde estabas por qué me huías tanto?”
Diez años después de formadas las autodefensas y asesinado su fundador, el crimen organizado campea a sus anchas en Michoacán. Las autodefensas han vuelto a morir.
Twitter: @lhan55