En las elecciones generales realizadas ayer en España, el Partido Popular (PP, derecha) que encabeza Alberto Núñez Feijóo, obtuvo la mayoría de los sufragios emitidos (33.04 por ciento) frente a 31.7 de lo conseguido por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE, centro izquierda) del presidente de gobierno saliente, Pedro Sánchez. Estos resultados se traducen en 136 diputados para el PP y 122 para el PSOE.
La mala noticia para el primero es que la suma de sus representantes, más los del ultraderechista Vox (33) el único conseguido por la Unión del Pueblo Navarro (UPN, derecha), únicas fuerzas políticas dispuestas a formar gobierno con Núñez Feijóo, se quedaría dos escaños por debajo de los necesarios para alcanzar la mayoría absoluta, que es de 176 escaños.
Si bien los usos políticos dictan que el líder del PP deberá iniciar consultas con miras a lograr la investidura, tal empresa parece de antemano destinada al fracaso, salvo en la muy improbable circunstancia de que el PSOE decida abstenerse a la hora de votar la conformación de un gobierno PP-Vox, un escenario que Sánchez descartó en el discurso tras la divulgación de los resultados. En tanto, el Partido Nacionalista Vasco (independentista de derecha), podría apoyar a Feijóo, pero no quiere saber nada de una alianza con la ultraderecha. Así pues, la victoria del PP desemboca en un callejón sin salida.
Si Núñez Feijóo fracasa en una primera ronda, tocará a su rival del PSOE el turno de buscar la conformación de una mayoría, para lo cual tendría que agregar, además de los 31 diputados de Sumar (izquierda), los de las formaciones nacionalistas vascas y catalanas (unos 20 en total). Para Sánchez, la principal dificultad sería la de convencer a los independentistas catalanes de Junts, si no de votar a favor de un nuevo gobierno encabezado por el PSOE, cuando menos de abstenerse en la votación. El problema para Sánchez es que Junts pida concesiones al independentismo que resulten inaceptables para el españolismo del propio PSOE.
El tercer escenario es el de la convocatoria a nuevas elecciones, algo que ninguna de las fuerzas políticas españolas desea.
De esta manera, lejos de aportar certeza al panorama político del país, los comicios de ayer desembocan en un conjunto de acertijos parlamentarios en el que la habilidad negociadora de los contendientes resultará más crucial que los sufragios logrados.
A reserva de seguir el análisis de lo ocurrido en las comunidades autonómicas caso por caso, la buena noticia de los comicios españoles es la derrota experimentada por Vox, que perdió 19 asientos en el Congreso de los Diputados y se llevó con ello el mayor fracaso de la jornada. Aunque los ciudadanos otorgaron al PP la primera minoría, dieron la espalda al neofranquismo y decidieron así mantener a España lejos del alarmante viraje a la ultraderecha que experimentan otros países europeos. En medio de la incertidumbre en la que culmina la elección de ayer, ese dato es por sí mismo reconfortante.