Resulta increíble que un campeón del Tour de Francia cruce la meta como si estuviera de paseo por las grandes avenidas de París y que consiga su segundo título, tal como lo hizo el danés Jonas Vingegaard en los Campos Elíseos. Sobre todo mientras un pequeño pelotón de ciclistas se destrozaban las piernas para ganar la última etapa en un esprint enloquecido.
Ese último kilómetro parecía una guerra de guerrillas donde los competidores desesperados intentaban adelantar por los costados o por el centro, en solitario o ayudados por algún compañero exhausto, pero mordían rueda con rueda en un combate como no se veía hace tiempo.
La ventaja de 7 minutos 29 segundos de Vingegaard sobre su más cercano perseguidor, otro monstruo del pedal, el esloveno Tadej Pogacar, era irremontable. Así que el danés disfrutó el final del recorrido de tres semanas de martirio, de momentos de heroísmo y de sorpresas que hicieron la edición 110 del Tour una carrera memorable.
Por eso dejó que otros pelearan a muerte por la batalla final del domingo. Vingegaard ya había ganado la guerra hace unos días, cuando el martes logró volar para dejar casi fuera de posibilidad a Pogacar. Ese día en una contrarreloj, el danés salió desbocado y ante la mirada atónita y hasta mezquina de algunos malquerientes, que sembraron la sospecha de un posible dopaje, pues semejante demostración parecía imposible para los simples mortales. Si antes de esa épica la ventaja era de sólo diez segundos, se amplió a un minuto y 38 segundos.
Para desencajar aún más las mandíbulas de quienes presenciaron el contrarreloj del martes pasado, al día siguiente logró una ventaja descomunal. Culminó la etapa alpina para ampliar el margen con seis minutos ante un Pogacar reventado; aquello fue el golpe de autoridad y de poder del que se hablará en la historia del ciclismo.
A pesar de la lluvia, fue un día plácido para Jonas como el final de un paseo romántico por las calles melosas de París. Avanzaba ligero y suave, mientras otros luchaban a muerte.
En un final decidido con la foto, el belga Jordi Meeus (Bora-Hansgrohe) sorprendió al llegar por delante de su compatriota Jasper Philipsen (Alpecin-Deceuninck), el neerlandés Dylan Groenewegen (Jayco-AlUla) y el danés Mads Pedersen (Lidl–Trek), en un cierre de bandoleros.