La ciencia que no se comunica no sirve, afirma a La Jornada la bióloga marina Dalila Aldana Aranda, quien el jueves pasado recibió la Orden de la Legión de Honor en grado de Caballero de manos del embajador de Francia en México, Jean-Pierre Asvazadourian, por sus más de 30 años de arduo trabajo en la conservación de océanos y mares, en particular de la región Caribe, de la que ha impulsado su desplastificación.
Ese importante reconocimiento es entregado por el gobierno de Francia a mujeres y hombres, sean de esa nacionalidad o extranjeros, por méritos realizados dentro del ámbito civil o militar. Otro de los científicos mexicanos que lo han recibido es Mario Molina (1943-2020), Premio Nobel de Química en 1995.
Egresada de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y con dos doctorados por sendas universidades francesas, la investigadora y docente se ha distinguido a escalas nacional e internacional por sus contribuciones en las áreas de la regulación pesquera, el desarrollo de la acuacultura y la previsión de las afectaciones del cambio climático a los océanos y mares.
Adscrita al Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del IPN, unidad Mérida, toda su actividad científica-académica la ha desarrollado en el sureste mexicano, en particular la península de Yucatán y la región Caribe del continente. Pero su campo de acción va más allá, al abarcar también el aspecto de la divulgación, al considerar que “una cosa vital para la ciencia es saber contar cuentos científicos”.
En entrevista con este diario, la doctora Dalila Aldana sostiene que, como científico, uno tiene la obligación de comunicar los resultados de su quehacer con sus pares mediante artículos y de revistas especializadas, pero también con el resto de la sociedad.
Desde ese ámbito, su punto de interés se ha centrado en las infancias, los adultos y, en tiempos recientes, el ámbito legislativo: “Me interesa comunicarme con la niñez en el sentido más amplio, no con la idea de que el niño sea el cientifiquito de hoy y el científico de mañana; eso está bien, pero no me interesan los infantes de dieces, ésos ya tienen un camino; me interesan los otros, a los que hay que sacar adelante, simplemente para que tengan una mejor herramienta para defenderse.
“Ahí también insisto mucho, los programas de divulgación de ciencia a la niñez o de educación ambiental no tienen que ir con la filosofía de hacer cientifiquitos, sino de transmitir conocimiento para que sean capaces de tomar mejores decisiones en cuanto a alimentación, salud, medio ambiente, conservación y basura.”
Considera que la difusión científica entre los adultos “es esencial”, toda vez que “son los económicamente activos, el electorado y los que manejan mal su manera de consumo y de deshecho, que se traduce en los problemas ambientales tan graves que tiene este país y en general el planeta. Allí hay mucho que aportar”.
En tanto del trabajo que debe hacerse con los legisladores, a nivel local y federal, apunta que sirve para que tomen decisiones más informadas y, por ende, adecuadas: “Ellos deberían estar tocándonos las puertas más seguido, cada vez que quieren impulsar una iniciativa de ley en la materia o relacionada con ella”.
El interés de Dalila Aldana como comunicadora científica se ha expresado, entre otros campos, en sus colaboraciones con La Jornada Maya, además de haber sido merecedora del Premio Nacional del Mérito Ecológico.
Sostiene que la ciencia es una disciplina muy creativa y más en México, aunque lamenta que “nunca ha sido una prioridad para el país”, independientemente de si gobiernan los partidos verdes, rojos, amarillo y color vino.
“El presupuesto siempre ha sido austero, pese a eso hay una comunidad científica consolidada en México, no hay que desatenderla, no costamos caro, es nada nuestro presupuesto. Nunca hemos alcanzado el soñado uno por ciento del PIB, hemos fluctuado entre 0.3 y apenitas 0.6 por ciento en 60 años que tiene el Conacyt. Ahorita es inaudito que sigamos en 0.3 por ciento, porque es otro gobierno, uno que debería haber apostado por la ciencia.”
Resalta el gran aporte social realizado al país por los científicos de la generación Baby boomer (los nacidos entre 1946 y 1964) que hicieron sus posgrados en el extranjero: “El 90 o 95 por ciento de nosotros ya no se instaló en la Ciudad de México a hacer ciencia, nos fuimos a los estados, a las universidades estatales o a los centros de investigación que comenzaba a tener el IPN y la UNAM fuera de la capital.
“El Conacyt de ese entonces hizo una inversión extraordinaria para el desarrollo del país que muy pocas veces es analizado y dicho. Nosotros, generacionalmente, hemos construido la ciencia fuera de la capital del país y todo el padrón de posgrados que tiene México. Nuestro aporte social es inmenso. No sé por qué a veces nuestros directivos son a veces tan cortos de vista.”
A lo largo de su trayectoria, la investigadora se ha distinguido por procurar en su trabajo un equilibrio entre la ciencia dura y el aspecto social. Producto de esa simbiosis, son la realización de materiales educativos editados en inglés, francés y español que se distribuyen en los casi 30 países del Caribe, así como una serie de exposiciones que se han presentado en Francia y México.
En ese sentido, adelanta que aprovechará los reflectores proporcionados ahora por la condecoración del gobierno francés, entre otros aspectos, para impulsar una legislación enfocada a la reducción o eliminación de plásticos de un solo uso en el gran Caribe, acompañada de un programa educativo trilingüe sobre cómo los ciudadanos deben reducir ese uso de plásticos, al tratarse de uno de los grandes problemas de la región debido a los hoteles todo incluido.
Otra de sus propuestas es montar una exposición sobre la contaminación en el Caribe, en particular de plásticos, con la idea de proseguir con su labor de desplastificación en esa zona: “Será una muestra sobre esta contaminación invisible para hacerla visible, que es la de los microplásticos y transmitir que éstos están desde el agua embotellada que tomamos.
“Una botellita de agua lleva entre 100 y 400 partículas de micro plásticos, entonces busco transmitir que esas partículas no son inocuas, que vienen cargadas de contaminantes orgánicos persistentes, donde están todos los órganos clorados, pesticidas, herbicidas, insecticidas metales pesados, etcétera. Tomar de esa partículas tiene entonces gran impacto en la salud. Tenemos que trabajar por la salud planetaria y la de los humanos. Tan sólo en México, 30 por ciento de la basura que se genera es de esas botellitas de agua.”