Una estupenda decisión es la anunciada gira presidencial por América del Sur: Chile, Argentina y Colombia, países emblemáticos de todo Latinoamérica. Una decisión acertada.
Nuestra lealtad recíproca es de valor indiscutible. Fuimos culturas originarias diversas, lo somos ahora bajo otros criterios, coexistimos con recias personalidades, siempre afines ante antagonismos ajenos a nuestra confraternidad.
Chile es el motivo básico de la gira: conmemora el quincuagésimo aniversario del golpe de Estado que derribó al gobierno de la Unidad Popular y condujo al suicidio del presidente Salvador Allende.
De él se recuerda aquel magnífico discurso en diciembre de 1972 en el que desde la Universidad de Guadalajara ratificó la índole social de su gobierno.
Fue una larga improvisación que se advirtió nostálgica, resignada. Dijo: “Los trabajadores de mi patria me llaman compañero presidente”, frase que incendió a la muchachada.
Faltaban sólo nueve meses para el golpe. Allende ya vivía tiempos terribles. La visita tenía mucho de búsqueda de solidaridad y la obtuvo. El golpe produjo más de mil desaparecidos, 3 mil asesinados, 35 mil torturados y unos 200 mil exiliados.
Hoy el aún reciente gobierno del ortodoxo izquierdista Gabriel Boric, de sólo 36 años, sufre el acoso de una ultraderecha de total convicción pinochetista que al momento hace sentir intensas emociones de carácter recordatorio nada tranquilizadoras.
Justificación de ello es el rechazo a una iniciativa de nueva Constitución de tintes progresistas promovida por el presidente. Buscaba sustituir a la emitida por Pinochet en 1980.
Aquella colmó de privilegios al ideario ultraconservador, a las fuerzas armadas y al general mismo, nombrándolo senador vitalicio, colocándolo al margen de toda inculpación.
A ese movimiento derechista se suma el ex presidente Sebastián Piñera, quien anhela regresar al Palacio de La Moneda por tercera vez.
Esa corriente se ha aglutinado en Chile Vamos, coalición de centroderecha/derecha que también se identifica con frases como: “Pinochet estadista” o “amo a Pinochet”
Boric es el presidente más joven del mundo. Resultó elegido con 55.8 por ciento de los votos, el mayor número en la historia del país.
Gobierna una sociedad agitada por hechos relativos particularmente al número inusitado de inmigrantes venezolanos, bolivianos y ecuatorianos; al costo de servicios públicos y abusos de los carabineros. Agregue los prolegómenos del aniversario.
La conmemoración chilena se hará de manera que permite formular hipótesis fundadas en la naturaleza de toda gran fecha. Los actos no se han precisado, pero está considerada la asistencia de jefes de Estado.
La situación es oportuna para montar disturbios, agudizar reclamos y establecer serios retos para la seguridad de los actos y de los altos dignatarios presentes. Cualquier incidente disruptivo sería magnificado internacionalmente. Serían lógicas las visitas de pisa y corre.
Pieza central de los actos son las fuerzas armadas. Oficialmente les corresponden papeles centrales en los más representativos actos: honores a visitantes, ceremonias, desfiles y posiblemente un discurso cuyo fondo basculará entre el triste recuerdo y el momento actual.
La postura de ellas a través de 50 años ha sido institucional, aun ante dos gobiernos izquierdistas, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, pero siempre manteniendo su vocación de derecha pinochetista.
Recuérdese su muerte y pretensiones de honrarlo como jefe de Estado y declarar duelo nacional, que la presidenta Bachelet desautorizó. Hay una sorda cultura idólatra que se transmite por generaciones que no dejará de hacerse notar.
Por fortuna AMLO y su ayudantía cuentan con el más valioso apoyo en información: Alicia Bárcena que, como uno de los mejores nombramientos presidenciales, es ahora nuestra canciller.
Llega de Chile tras pasar largos años allá como embajadora y antes como secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, órgano de la ONU con sede en Santiago.
La verdad es que en Chile el horno no está para bollos. Certidumbre que contrasta con el derecho y obligación de pueblo y gobierno de conmemorar dignamente tan amargo episodio.
Las visitas a Argentina y Colombia son obligadas. Son países de gran presencia regional y prestigio internacional. Argentina, siempre orgullosa y con razón, ha iniciado procesos electorales con una situación que es cíclica.
Una corriente bisnieta del viejo peronismo defendiendo su presidencia ante el partido y presidente que recién sustituyó. Agréguese una situación financiera caótica y una sociedad enojada, pero ¿con quién?, si siempre es igual.
Colombia también tiene gobierno nuevo. Con Iván Petro llegó la izquierda guerrillera, Ejército de Liberación Nacional, y naturalmente la derecha que sustituyó ha reaccionado acremente. Los desencuentros han llegado peligrosamente a ser con el Poder Judicial y fuerzas armadas.
La anunciada gira de AMLO será netamente política, no se esperen acuerdos significativos. Se dará en un ambiente conflictivo donde él se mueve con gran soltura. ¿Cómo transcurrirá? ¡Ya lo veremos!