Sabidamente lenguaraz, en grados evolutivos que terminan dañando sus propios intereses, Vicente Fox Quesada ha soltado declaraciones en un medio madracista, Latinus (entrevista con Fernando del Collado), que perjudican (y delatan) a su creación política, Xóchitl Gálvez, virtual candidata presidencial opositora.
Dijo Fox: “Ojalá y Xóchitl nos cumpla eso de que los güevones no caben en el gobierno y tampoco en el país. Ya se acabó que estén recibiendo programas sociales; a trabajar, cabrones, como dice Xóchitl” La senadora hidalguense en vías de ser candidata presidencial opositora podría lamentarse: “¡no me ayudes, compadre!”
Con sus descuidadas palabras, Fox confirma la tendencia que se ha adjudicado a Gálvez y que generó la fricción “fundacional” de esta postulación presidencial. La empresaria y política recurrió al Poder Judicial para solicitar derecho de réplica en la mañanera, luego que el Presidente de la República hubiera señalado que Xóchitl buscaría afectar dichos programas de asistencia social. Las puertas de Palacio Nacional no fueron franqueadas y, según los constructores del “fenómeno” Xóchitl, ello disparó la popularidad de quien días atrás batallaba para ser considerada candidata a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y ahora busca serlo para presidir la nación entera.
El tema de los programas sociales no es menor, pues en él pueden visualizarse con claridad los dos posicionamientos políticos e ideológicos en acelerada confrontación: la llamada 4T ha extendido sustancialmente (como táctica electoral también) la cobertura de apoyo a sectores desatendidos por anteriores administraciones, no sólo aquellos evidentemente en rezago o desventaja socioeconómica, sino incluso en planes generales, como el de adultos mayores; en cambio, el panismo y sus actuales acompañantes ciertamente paniaguados repelen tal tipo de ayudas y apelan al voluntarismo individual, al “¡trabajen, güevones!”, como imperativo relacionado con la tesis de que el pobre es pobre porque quiere, porque no trabaja o no lo hace suficientemente.
Empeñado en disfrazar sus verdaderas intenciones, el amasijo empresarial, mediático y partidista llamado Frente Amplio por México utiliza una vestimenta entre políticamente populachera e ideológicamente oportunista para montar una candidatura “parecida” a ciertos postulados del centroizquierdismo electoral dominante.
De entrada, esa figura de apariencias asegura que no cancelará programas sociales, pero coloca (o acepta, pues parece se lo impusieron) como director en jefe del armado de su plan de gobierno a José Ángel Gurría, ejecutor neoliberal garante de más depredaciones al interés popular, como las cometidas en administraciones priístas a las que sirvió.
Y, luego, su iniciador en la política, su referente principal ( #FoXóchitl, se ha escrito aquí), Vicente Fox, la exhibe como esperanza de supresión de esos programas sociales, en un lance fársico que incluye que dicho promotor de recortes a las mayorías pida le devuelvan su pensión de élite a pesar de que dejó las penurias económicas en 2000, al llegar a Los Pinos, y ahora es próspero empresario por “milagros” del aprovechamiento de cargos públicos.
Respecto a la sesión realizada ayer para definir el futuro de los procesos internos de partidos rumbo a 2024, la sala superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación dejó a un lado la propuesta de la magistrada Janine Otálora, quien proponía frenar dichos desarrollos supuestamente intrapartidistas, tanto de Morena y aliados como del Frente Amplio por México, y decidió lo que el diputado federal morenista Hamlet Almaguer caracterizó como la validación de “una nueva etapa de disputa electoral, las anteprecampañas”, en todo caso reguladas mediante lineamientos que expedirá el Instituto Nacional Electoral y que, entre otros puntos, obligarían a Xóchitl Gálvez y a Santiago Creel a dejar sus cargos legislativos para poder participar en tales correrías rumbo a 2024. ¡Hasta mañana!
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