Dentro de la nómina de mis defectos, no está inscrito el pecado capital de la pereza, enemiga jurada de la virtud teologal llamada diligencia (véanse los catecismos del padre Ripalda y del beato G. M. Bruño). Tampoco, por supuesto, puedo ufanarme de ser un individuo muy hacendoso porque siendo falto de memoria, no me atrevo a mentir para no tener que desdecirme o, peor aún, ser desdicho. Ciertamente proclive a la holganza, laboré desde muy pequeño, pero no por necesidades vitales insatisfechas como techo, vestido y sustento, sino únicamente para ampliar mi cash, expresión que le aprendí a un humilde bolerito, alumno del Politécnico que años después convirtió el cash en dólares y lo transformó en stock exchange o bolsa de valores gringa, que a su vez lo metamorfoseó en el hombre de poder que nunca pudo ser (Salinas dixit), cuando fue Presidente. Si mal no recuerdo, cuando le llamaban: Ernestou, Ernestou, él siempre contestaba: ¡Para servir a usted boss!
Trabajé desde puberto en el comité de cine moral de Saltillo del que ¡Válgame Dios, era yo presidente!, preparando no gelatinas, sino limonadas. Como ven, “todo cambia y todo queda, pero lo nuestro es pasar”… Aunque en esas pasadas a veces uno se pasa. Una persona digna, honorable y racional no puede pasar de militante de la Cuarta Internacional (o al menos de la Cuarta Transformación) a miembro del Club de Industriales, la Cámara de la Industria de la Transformación, el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios o de perdis al Centro patronal o matronal. Múltiples ejemplos nos demuestran que no hay factores definitivos en el desarrollo de una vida. O, ¿qué opinas tú, Benemérito? No es el caso de Cenicienta, que era pobre, discriminada, maltratada, pero audaz e inescrupulosa, y con tiempo, obsesión y cualidades innegables, logró transformar su proyecto de vida: Cambió el rústico calzado de Tepatepec, y los hermosos atuendos de las festividades decembrinas tradicionales en el Valle del Mezquital, por los zapatos Louboutin o Jimmy Choo y las soñadas vestimentas (de perdida infames plagios) de Carolina Herrera.
¿Cómo se sentiría usted, si una buena parte de la multitud de lectores de los que forma parte, le reclamara a la columneta una creíble explicación, o al menos una razonable hipótesis de por qué un nutrido y selecto grupo de personas había tomado la audaz determinación de participar en la contienda electoral del próximo año y, además, en la categoría superior, en la triple “A” de la competencia: la Presidencia de la República? Imagínese: usted se aplica, revisa sus apuntes de sicología, lee libros del momento, sesudos editoriales y artículos de opinión de autores reconocidos. Finalmente, elabora alguna teoría abierta a toda contradicción. Se prepara para un largo y encendido debate, y de pronto, todo el trabajo se inscribe en el folder de los casos sobreseídos, pues de los entusiastas demócratas que se inscribieron para la batalla, la gran mayoría renunció porque eran de chispa corta, y sólo a treinta y tantos (de los tres partidos) se les otorgó visa temporal para la segunda etapa, de los cuales, para este viernes, sólo queda una docena en la ardua lucha.
La columneta hizo inicialmente una panorámica de la primera y segunda ronda de participantes y se quedó con tres finalistas, para dejar que el lector valorara personalmente su decisión, en la que tanto cuenta la intuición como el sentimiento. Como un adelanto, veamos la primera criba. El candidato Quadri no aceptó el voto de cualquier ciudadano, pues se niega a recibirlo de los chaparros, prietos, pelos parados, lampiños y quienes no tengan comprobante de pureza de sangre. Y, por supuesto, de los que no sean machos o hembras comprobados y en pleno ejercicio de su sexualidad “natural”.
Seguimos con la señora Claudia Ruiz Massieu Salinas. Pese a su identidad de principios y clase socioeconómica, los estrategas en propaganda y comunicación política del Frente, consideraron que ella representaba un enorme riesgo electoral. Un solo cartel en el que aparecieran al lado de ella Carlos y Raúl, con un pie de grabado que dijera: “Alegraos mexicanos: ¡Los Salinas regresamos a salvarlos!”, sería bastante para que los partidos postulantes perdieran el registro.
Continuaremos opinando sobre los heroicos y heroicas ciudadan@s que están arriesgando su buen nombre para corregir el rumbo de la nación.
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