Wimbledon. Parece parte del orden natural que lo nuevo desafíe a lo consolidado y, eventualmente, lo sustituya. En el deporte la energía emergente desplaza tarde o temprano. Esta fue la historia que Carlos Alcaraz encarnó. El español dijo que quería tener otra oportunidad para derribar a Novak Djokovic. Aseguraba que eso haría más especial conquistar el campeonato de Wimbledon. Bueno, obtuvo su oportunidad y lo venció.
Derrotó a un experimentado tenista que impone marcas y parecía imparable. Uno que ya ganaba torneos cuando el nuevo monarca español apenas era un niño.
Alcaraz se sacudió de un flojo comienzo y arrasó en el último tramo para poner fin a la racha de 34 victorias de Djokovic en Wimbledon al vencerlo ayer 1-6, 7-6 (6), 6-1, 3-6, 6-4 en una trepidante final, adjudicándose su primer campeonato en el All England Club y la segunda corona de Grand Slam de su precoz carrera.
Alcaraz, número uno del mundo, abortó el intento de Djokovic de empatar el récord de ocho títulos y quinto consecutivo en el Slam que se juega en superficie de césped. Sobre todo, el astro serbio se quedó con las ganas de atrapar el número 24 de los grandes que sería una marca histórica.
“Aún no me lo creo”, dijo Alcaraz, quien apenas disputaba su cuarto torneo en pasto natural. “Jugar una final contra una leyenda de nuestro deporte es algo increíble”.
“Tengo que felicitar a Novak. Es increíble jugar contra él. ¿Qué se puede decir sobre él. Es asombroso. Me ha inspirado muchísimo. Crecí viéndote jugar”, añadió antes de hacer un chiste: “Estabas ganando torneos desde que nací”.
El campeón más joven
En vez de tener a Djokovic, a sus 36 años, como el campeón más veterano de Wimbledon en la era abierta, Alcaraz, un español de 20 años, se transformó en el cuarto más joven. Sólo lo conquistaron con menor edad tres tenistas cuyos nombres evocan a monstruos sagrados, Boris Becker los ganó a los 17 y 18 años (1985 y 1986); Bjorn Borg a los 18 (1976) y Rafael Nadal a los 20 (2006). La brecha de edad entre los dos, sin embargo, fue la más amplia en una final de hombres en los cuatro grandes torneos desde 1974.
Alcaraz tenía el factor juventud de su lado, lo cual también se dio cuando se midieron en el Abierto de Francia hace un mes. Ese duelo –en las semifinales– fue extraordinario durante dos sets hasta que Alcaraz fue atormentado por calambres y se desmoronó. Esta vez, su fortaleza física estuvo a tope y dispuso del repertorio de golpes para domar a Djokovic.
“Nunca es agradable perder partidos como éste. Supongo que cuando las emociones se calmen, podré sentirme muy agradecido por haber ganado muchos partidos apretados aquí”, dijo Novak Djokovic, cuya última derrota en Wimbledon fue en 2017.
“He perdido contra un jugador que fue superior”, indicó Djokovic, quien hizo una pausa para secarse las lágrimas. “Tengo que felicitarle y pasar la página”.
En cuanto a recursos, Alcaraz es una gacela en la pista y tiene la capacidad de generar más potencia –con saques que alcanzan los 209 kilómetros por hora y derechas que superan los 161 por hora–. Pero Djokovic está dotado conuna abundancia de virtudes y mucha experiencia. Lo ha visto todo, cosas que Alcaraz –de momento– sólo puede soñar.
Pero si esta victoria en un día ventoso y nublado en la cancha central, donde Djokovic no perdía desde la final de 2013, sirve como indicio, Alcaraz está en camino de forjar un inmenso legado.
Acumular grandeza
Djokovic, desde luego, ha sumado tanta grandeza. Nadie más –hombre o mujer– tiene acumuladas más semanas como número uno mundial en el medio siglo de existencia de los rankings computarizados y sus 23 títulos de Grand Slam le tienen con uno más que Rafael Nadal y tres más sobre Roger Federer, el único con ocho coronas de Wimbledon.
Pero eso es el pasado. Alcaraz es el futuro.
El encuentro
El partido comenzó cuesta arriba para el joven español, que lucía menos concentrado y hábil de lo habitual. Muchos de sus golpes eran muy cortos, sus reveses chocaban sistemáticamente contra la red, y sus derechazos profundos, demasiado largos, se salían de la cancha. El experimentado serbio se apuntó la primera manga en 28 minutos.
Tras un arranque dominante de Djokovic, el partido se equilibró en el segundo set. El vuelco a favor de Alcaraz se produjo cuando estaban igualados 4-4. Djokovic se resbaló en un sector desgastado de la pista, cerca del Palco Real. En el siguiente cambio de lado, el serbio se puso a flexionar las piernas. Dejó de cubrir la cancha con la misma rapidez y su derecha también perdió fuerza.
Alcaraz emergió como ganador de una mini obra maestra de 32 puntos y 25 minutos para llevarse el tercer set. Y Alcaraz tampoco se arredró cuando Djokovic reaccionó para forzar un quinto set.
Y fue Alcaraz el que dio el paso al frente definitivo con un quiebre de servicio para ponerse arriba 2-1 en el quinto, sellando el punto con punzante revés paralelo.
Djokovic, quien se cayó durante el punto pero se levantó de inmediato, reaccionó azotando su raqueta contra el poste de la red, soltándola con el impacto. El instrumento de trabajo quedó roto y el juez de silla Fergus Murphy decretó una penalización en su contra por mal comportamiento.
Siguieron jugando por otros 24 minutos y el total fue de más de 4 horas y media. Pero Alcaraz no aflojó en ningún momento. Y fue Alcaraz, no Djokovic, quien cubrió su rostro y se recostó sobre el césped tras el último punto y después recibir el trofeo dorado de manos de la princesa Catalina.
Esta fue la primera final de Wimbledon para Alcaraz y la novena para Djokovic, que no perdía en esta pista central desde que fue derrotado en 2013 en la final por Andy Murray.
El serbio buscaba además avanzar en su sueño de ganar los cuatro Grand Slam en el mismo año, tras haberse coronado en el Abierto de Australia y Roland Garros.
Pero después de haber perdido contra él en semifinales en París en junio debido a los nervios, el español había dicho que esta final no era “el momento de tener miedo”.