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Cultura

2023-07-14 06:00

El estante de lo insólito

Ilustración Manjarrez / Instagram: Manjarrez_art
Ilustración Manjarrez / Instagram: Manjarrez_art
Periódico La Jornada
viernes 14 de julio de 2023 , p. 12a

“Mía, daría la cena que no tengo por sentir de nuevo tu beso histriónico desde mi alma butaca de cinéfilo.”

Cinefilia, de Joaquín Vásquez Aguilar

“Al perro le dijeron que era el mejor amigo del hombre. Pero cuando el perro conoció qué clase de animal era el hombre, prefirió abandonar la Tierra”. A partir de esta locución de prólogo hecha por Ramiro Gamboa ( Tío Gamboín) arranca la indagatoria sobre lunáticos terrestres y lunáticos lunares, mencionando a la perrita Laika como fugada al espacio, las dudas de la ciencia y las máximas del disparate que se avecina con sentencias como ésta: “Los lunáticos, como usted sabe, son aquellos que padecen accesos de locura en las noches de Luna, pero como en la Luna todas las noches hay Luna, seguramente allá todos han de ser lunáticos”. Así comienza este impensable Viaje a la Luna.

El caballero del crisantemo

El largometraje es dirigido por Fernando Cortés, sobre un guion escrito por él, Fernando Galiana y Carlos Sampelayo. De acuerdo con lo contado por varios involucrados, el rodaje fue tan deschavetado y ligero como el resultado mismo: un ejercicio cómico con el que José Ortiz Ramos, en la cinefotografía, y Manuel Esperón, en la música, tuvieron manga ancha para experimentar y divertirse tanto como todo el elenco. La secuencia inicial presenta la gran actuación del sorprendente neogalán enmascarado (con tapa parecida a la de El médico asesino) El caballero del crisantemo (Alfonso Arau, bailando; Lucho Gatica, prestando voz); es decir, Carlos Vera, quien cada semana en transmisión de Televicentro rompe récords de rating y causa el desmayo de mujeres, supuestamente desde el cabaret oriental de los cigarros Bujalá. Las mujeres en estudio y en casa suspiran por El caballero (máscara blanca con turbante y respectivo crisantemo en la solapa del frac), quien tenía éxito sin precedente.

Pero el éxito podía colapsar porque se prometió al público quitarle la incógnita al cantante. Los ejecutivos piensan entonces que se abatirían las ventas del patrocinador oficial de los programas. Para hacer ruido, el representante Cernadas (Sergio Corona), apoyado por el publicista y productor televisivo don Augusto (Julién de Meriche), se inventa una de sus recurrentes “ideas geniales”: el rapto del personaje para continuar con la incógnita e interés de la gente. De inmediato “brigadas de mujeres, entre 15 y 80 años, buscan al desaparecido Caballero del crisantemo”, según declara el anunciador oficial (Polo Ortín).

Siguiendo recomendaciones de una revista, Cernadas se lleva a la estrella a un hotel en medio del bosque. “Ya sabes que los turistas son los únicos que saben dónde están los lugares más bonitos de México”, sostiene. Los recibe el botones, Don Pepito (Antonio Brillas), quien introduce los primeros absurdos, pues ya tienen habitación reservada y no necesitan registrarse siquiera (“Gente tan bien vestida, como ustedes, no necesita reservación”, les dice el recepcionista). El sitio resulta ser en realidad un instituto mental, donde ocurre de todo para desquiciamiento narrativo cinematográfico: lunáticos en números musicales sin pierde, coreografías de aplauso de Ricardo Luna (gran número con Fanny Kauffman Vitola y los personajes estelares, presentados entonces como Corona y Arau), en una impresionante, bestial y divertida cinta de enredos, que reúne a buena parte de lo mejor de la comedia del cine mexicano.

Imaginando Marco Antonios, Herodes, Otelos y cuantos personajes pasan por su mente de la mano de la lectura de obras clásicas, la bella directora de la institución, Kitty (Kitty de Hoyos, nunca más atractiva), hace espectáculos musicales nocturnos, lo que ya es una estrategia (como de partido político cualquiera) que mantiene al personal del manicomio ocupado, cohesionado e inofensivo. Pero, en realidad, quien la manipula es el Doctor López (Néstor de Borbosa), quien hace ridículos mayores tratando de conquistarla, encarnando los papeles respectivos en cada nueva lectura de la dama, buscando adecuarse perfectamente a las ensoñaciones románticas de su amor imposible. Primero, por casualidad, y después, por buen espíritu, el ganón de ese amor será Carlos, a quien se ve con maquillajes y atuendos propicios que imagina Kitty (con el recurso permanente de disolvencias que igualen posturas y movimientos).

Es increíble la actuación (varios números a lo largo de la cinta) del grupo Los Xochimilcas, padres de más de cuatro agrupaciones musicales. Innovadores, atrevidos, divertidos y grandes músicos, aparecen como lunáticos sin instrumentos, con ellos, bailando, posando… También es el debut cinematográfico de Xavier López Chabelo, quien se volvería habitual en los estudios San Ángel, donde se rodó la cinta, pues sería el recinto de cabecera para la producción televisiva En familia con Chabelo, con la que estuvo al aire 48 años.

Chabelo y Gamboa hacen impagable secuencia de gánsteres que se creían exclusivos de la sede siquiátrica. Ellos mismos dicen ser Baby Face y Al Capone, teniendo duelo al mejor tirador. Gamboa acierta, pero Chabelo logra que el vaso al que apunta se rompa antes de que dispare. “Tienes la puntería retrasada Al Capone. ¿Ves? Yo pongo el ojo antes que la bala. Perdiste”. Amenazados con la pistola, Carlos y Cernadas no tienen más que seguir el juego, dormir con la ropa puesta para emergencias (siempre de frac, les llaman “señores aristócratas”) y tratar de huir.

Además de Vitola (Atanasia Romanoff), siempre con pandero, baile y contraseña rusa, hay participación de Manuel Loco Valdés, como el dinamitero revolucionario francés Danton; Refugio Escobar Cuca, la telefonista sin poder enlazar una larga distancia; Celia Viveros, como la dama pomposa Josefina (la de Napo), quien habla en desgranado lenguaje de barrio (“Si son capaces de haberse vestido de frac para meterse a la alberca”); Joaquín García Borolas, como detective que no resuelve, pero sigue investigando, entre muchos otros. Marco Antonio Campos Viruta y Gaspar Henaine Capulina apagan amenazante fuego; fallan en arreglo mecánico, como par de inoperantes bomberos, cantantes, bailarines de ocasión y profesionales en empapar a todos.

Por si faltara remate alguno, hay celebración navideña estilo Aconcagua (es decir, Nochebuena en pleno agosto), cuyo “presidente” (Eduardo Alcaraz) es parte de los “inquilinos” del lugar, siempre escoltado por su secretario de guerra (Armando Gutiérrez) y por su cambiante secretario de economía (Pepe Nava), que un día se convierte en gallino y otro en tren. En medio festejo se produce el arribo de Germán Valdés Tin Tan (Doctor Mata), quien organiza súbito coro para hablar del Sputnik (no sin antes confirmar que todos le vayan al Atlante), ya que ha viajado por muchos países y planetas con una condesa (Iliana Ríos).

Fernando Cortés saca partido de un elenco que, diseccionado fílmicamente, equivale a más de tres centenas de largometrajes de los que la mayoría del elenco fue protagonista cuando menos en una ocasión. La crítica de la época y la posterior tundieron la cinta porque la peripecia es mínima y el absurdo gigantesco. Extraviados en la búsqueda de la estructura narrativa impecable, límpida de cualquier desazón que pueda salpicar a la crítica exquisita de –pecado mortal– la posibilidad de la espontaneidad esperpéntica y ridícula. La realidad es una: la película resulta más divertida ahora, aún despojándola de la visión que incluye anotar el número de “leyendas” que toman parte. Hay más de franco y de risa que en la comedia (extra) ligera que ha sucedido a esta efeméride maravillosa de la insensatez, en la que un beso entre Desdémona y Otelo, o de Kitty con el desencapuchado Caballero del crisantemo, siguen siendo una buena señal de felicidad.

Como pasa con el cine que provoca lágrimas, los analistas adustos no perdonan la risa porque sí y el absurdo lunático. Samuel Schmidt en Humor en serio (Editorial Aguilar, 1996) escribe: “La risa es considerada hasta cierto grado como algo maligno, debido quizás a que ciertas ‘enfermedades’ mentales usualmente producen explosiones de risa, o a que atenta contra la solemnidad y seriedad con que la gente trata asuntos que considera importantes”. Invitamos a ver Viaje a la Luna y a reírse como libres locos lunáticos de cualquier parte.

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