Las elecciones presidenciales de 1988 quedaron marcadas por una fraudulenta operación de Estado. El asunto ha resurgido por declaraciones de actores principales en aquel año, particularmente del entonces secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz.
Millones de mexicanos no habían nacido en 1988, o vieron la luz pocos años después, y lo acontecido electoralmente puede sonar para ellos tan lejano como algún suceso del siglo XIX o anterior. En consecuencia, es necesario hacer memoria del proceso desatado desde el poder gubernamental para falsear el caudal de sufragios que amenazó el predominio del Partido Revolucionario Institucional.
Si bien lo acontecido la noche del 6 de julio de 1988 es clave para comprender el fraude perpetrado contra quienes votaron para derrotar al candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari, es preciso ensanchar el análisis a maniobras del gobierno de Miguel de la Madrid que se iniciaron antes de la jornada electoral. De tales triquiñuelas, su implementación y posterior articulación con las trampas consumadas el día de las elecciones y las semanas posteriores, ha dado cuenta, en distintos momentos, el que fue candidato del Frente Democrático Nacional (FDN), el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, a quien supuestamente derrotó Salinas de Gortari en las urnas.
El ingeniero Cárdenas y especialistas que analizaron meticulosamente los números reportados por la Comisión Federal Electoral, presidida por Bartlett Díaz, documentaron cuidadosamente cómo fue consumada la tergiversación de los votos para lograr que Salinas fuese declarado vencedor por las instancias bajo control gubernamental. En Radiografía del fraude. Análisis de los datos oficiales del 6 de julio (Editorial Nuestro Tiempo, 1988) se hace un pormenorizado recuento de cómo alteraron los operadores del gobierno y el PRI el sentido de los votos que apuntaban hacia la victoria del FDN.
La confección del padrón electoral fue anómala y favorable al candidato priísta. Extrañamente, el porcentaje de empadronados era sustancialmente más bajo en áreas urbanas que en zonas predominantemente rurales y/o entidades conocidas como reserva electoral del PRI. El entonces Distrito Federal y el estado de México estuvieron entre las “cinco entidades con los índices más bajos de empadronamiento”, en tanto que Oaxaca reportaba que “casi todo el mundo estaba empadronado” a pesar de vivir en “pequeñas comunidades dispersas”.
Cuatro días antes de las elecciones fueron asesinados Francisco Ovando Hernández y Román Gil en la Ciudad de México. Al primero le había confiado Cuauhtémoc Cárdenas “organizar la recepción de la información electoral del 6 de julio”, tarea para la que había diseñado la logística. El segundo colaboraba estrechamente con Ovando. Ya el día de las elecciones los operadores del PRI, cobijados por distintas instancias de los gobiernos estatales y federal, en lugares con nula o escasa presencia de representantes de la oposición, llenaron urnas desde antes de que abrieran los centros de votación, fabricaron casillas zapato (en las que 100 por ciento de los sufragios fue para Salinas de Gortari), recurrieron al carrusel (grupos de personas que votaron en múltiples urnas) y confeccionaron actas electorales a modo, echando mano de bien confeccionadas trapacerías.
Manuel Bartlett, al frente de la Comisión Federal Electoral y ante representantes de los partidos, comenzó a transmitir los primeros resultados que llegaban de zonas con mejor infraestructura de comunicación. Fue entonces, rememora el ingeniero Cárdenas, que “los números [recibidos] de la elección presidencial no estaban resultando favorables al PRI sino al FDN”. Opositores demostraban con acta oficial en mano que un distrito electoral tenía números diferentes a los dados a conocer en la sesión presidida por Bartlett, entonces “se cayó y se calló el sistema –esto es, el sistema oficial de cómputo electoral–. Ese fue el momento en que llegó la instrucción del presidente de no dar más información a la opinión pública sobre cómo estaban moviéndose las cifras electorales” (https://www.jornada.com.mx/2004/04/02/022a1pol.php?fly=1, adicionalmente: https://www.jornada.com.mx/2004/03/07/mas-miguel.html). Manuel Bartlett acató la orden.
El 12 de julio, con cerca de 10 millones y medio de votos contados (54 por ciento del total de sufragios emitidos), el PRI tenía 35.76, el PAN 21.38 y 39.4 el FDN. Ya no se dieron a conocer con detalle los resultados de 25 mil casillas, y fue en ellas en las que el PRI “ganó”, de tal manera que volteó la tendencia y nunca se aclaró cómo sucedió el milagro. El colegio electoral, dominado por priístas, reconoció como triunfador a Carlos Salinas. Posteriormente el PAN, aunque señaló la ilegitimidad de origen del nuevo gobierno, consideró que Salinas podría legitimarse si hacía un buen ejercicio del poder. ¿Verdad, Diego Fernández de Cevallos?