En menos de 30 minutos, una veintena de brigadistas de la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural (Corenadr) desmanteló el último aserradero clandestino en la zona del Ajusco que operaba a plena luz del día en los límites del casco urbano del pueblo de San Miguel, al final de una calle cerrada, oculto entre elevaciones del terreno y algunas viviendas que en ese punto del paraje Tlapancos comienzan a espaciarse.
El aserradero –ubicado con trabajo de inteligencia policial–, cubierto por un cobertizo de madera y lonas, tenía capacidad para transformar hasta siete metros cúbicos de madera al día, equivalentes a producir unos 450 polines diarios, explicó personal de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) que encabezó ayer el operativo junto con la Corenadr y con el apoyo de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, la Guardia Nacional y la Secretaría de la Defensa Nacional.
No hubo detenidos; las personas que trabajaban en el lugar y resguardaban la maquinaria huyeron de manera apresurada, dejaron el televisor encendido, platos a medio terminar con verduras cocidas y tazas con té. En la caseta, construida también con madera bajo el cobertizo, quedaron además una cama, un asiento de auto que les servía de sillón y un tronco usado como mesa, documentos en sobres de vinil, bolsas con ropa, una alacena con enseres y productos de cocina, algunos electrodomésticos, productos de higiene personal, entre los que se observó también un paquete de pañales desechables, dos pares de zapatos para bebé y un muñeco de peluche.
Con este operativo se han desmantelaron 18 aserraderos clandestinos desde 2022. La Corenadr explicó que el que se desmontó ayer es el último que se tenía ubicado junto con otro más, que fue destruido por los mismos delincuentes que hacían el aprovechamiento ilegal del recurso forestal.
Hermetismo vecinal
Ayer, en las casas contiguas, los vecinos dijeron desconocer a quién pertenece el aserradero o desde cuándo funcionaba, pero en sus patios se observa madera apilada y cercas hechas con costrera (la corteza que se desecha al darle forma al tronco) y hasta un camión trocero que se utiliza para transportar los árboles talados. Varias personas merodearon por el sitio mientras se realizaba el desmantelamiento y un grupo se congregó sobre la calle Cedros, a unos 50 metros, pero sin acercarse a la primera válvula de seguridad instalada por personal de la Sedena para resguardar el operativo.
Con marros, picos y barretas, brigadistas de Vigilancia Ambiental de programa Altépetl de la Corenadr y Profepa, desmontaron la maquinaria, que fue asegurada: tres cintas sierra, una torre de aserradero, un motor trifásico, una polea, un carro de empuje y dos rieles, que para ser removidos debieron demoler parte de la cimentación, así como madera transformada, entre barrotes, tablas y polines, 0.443 metros cúbicos en total.