Algunos estudios marxistas han referido a un fin del capitalismo como resultado de su operación económica inmanente. ¿La economía capitalista matará al capitalismo? No será así. Schumpeter pensaba que el capitalismo moriría de su propio éxito, porque creía ( ca. 1910) que la innovación terminaría por desaparecer, debido a que los empresarios ya eran ricos y habían perdido el fuelle de los emprendedores iniciales. Se equivocó con esa tesis, pero sobrevive lo que llamó “ventarrón de destrucción creativa”.
Tal “creatividad” hay que entenderla referida a las condiciones de la acumulación de capital, motor fundamental del capitalismo. La guerra en Ucrania es destrucción creativa en muchos sentidos: la destrucción del armamento –tanques, aviones, carros, bombas–, permite a los empresarios de las armas continuar vendiendo sus productos a los gobiernos. Esos empresarios son parte de una demanda a otros empresarios productores de mercancías y materias primas.
La destrucción creativa de Ucrania es inmensa. El costo de la reconstrucción, según estimaciones de Michael Roberts, sobrepasará el billón (en español) de dólares. Un gran número de empresarios gringos y europeos se verán beneficiados por esa enorme destrucción de capital. Y hay otras guerras en curso.
En el caso de los armamentos, no es menester su destrucción física para que haya destrucción creativa: las armas se vuelven obsoletas y son remplazadas por nuevas. Los gobiernos del centro imperialista las venden a los gobiernos de la periferia donde avanzan hacia su desecho. Ese proceso permite la continuidad de la producción y, por tanto, mantiene la acumulación de capital.
Además, especialmente a partir de los años 1970 la obsolescencia programada en las manufacturas es norma corriente: los productos se diseñan planeando su vida útil, es decir, estableciendo el momento en que dejarán de funcionar, u ocurre que ¡ya salió el último modelo superior al que ya había usted comprado!, ya sean licuadoras, autos o celulares, tabletas y mucho más. La obsolescencia programada es destrucción creativa que amplía los años de vida del capitalismo, un sistema económico brutalmente ineficiente y depredador.
Otro espacio para prolongar la vida del capitalismo es la frontera económica (no la geográfica). Es imposible establecer a priori la dimensión de ese espacio y dónde se halla la frontera (si la hay). Ese espacio se ocupa aumentando la densidad económica, mediante la incorporación de población a consumos a los que no había tenido acceso. En los inicios del siglo XX Henry Ford recorrió EU instando a los capitalistas a aumentar los salarios porque ello daría accesos a consumos que ampliarían el mercado interno; él mismo lo había hecho en su fábrica de autos. Esto dejó de ocurrir en EU, pero la posibilidad teórica es inmensa mirando al conjunto del planeta. China sacó a 800 millones de habitantes de la pobreza en 10 años, con inmensos efectos sobre el capitalismo mundial. En Asia, África, América Latina viven miles de millones de pobres.
Por supuesto, sacar de la pobreza e incorporar al consumo a esos pobres, mediante la producción capitalista y su índole devastadora, sería un proceso inimaginable de depredación de la naturaleza. Hay aquí un límite, pero es difícil saber hasta dónde puede llegar el capitalismo en esa depredación.
Hay un límite teórico marcado por la rentabilidad. Es un hecho muchas veces medido la caída en la tasa de ganancia en el largo plazo. Los procesos vandálicos de creación de desigualdad social creados a partir de los años 1980 mediante el “modelo” neoliberal, han buscado compensar la pérdida de rentabilidad. El proceso por el cual se crea desigualdad, por cierto, avanza en sentido contrario al de una mayor densidad capitalista.
La mayor pesadilla para el capital es la caída en el largo plazo de los índices de productividad. Especialmente desde los años 1970 las clases dominantes han mantenido la ilusión (y la propaganda) de los ¡increíbles procesos de innovación tecnológica: el futuro será de sueño por el dominio de la naturaleza y del espacio exterior, merced a la ciencia y la tecnología! Y mientras se ha tratado de seducir así a la población, los índices de productividad vienen a pique. Este proceso está detrás de la caída de la rentabilidad, y de la disminución continua de los índices de inversión productiva privada (y pública). La productividad depende de un proceso de inversión en la producción que conlleve innovaciones técnicas; pero ese proceso se ha vuelto mortecino desde hace décadas. No es que no existan innovaciones, pero las que hay son insuficientes para hacer rentable la inversión frente a mercados concentrados por la desigualdad, por tanto, la inversión es lenta y el crecimiento se frena.
El capital continuará buscando aumentar la explotación de la fuerza de trabajo, para incrementar las ganancias a corto plazo. Los explotados continuarán defendiéndose y los anticapitalistas reconstruyéndose.
(Termino la semana entrante.)