San Miguel, Acaponeta, Nay. La mañana del miércoles 5 de julio Luis Martín Sánchez Íñiguez, corresponsal de La Jornada, envió a su familia mensajes con frases motivacionales, como era su costumbre.
Los días que él reporteaba en Tepic se “reportaba” sin falta con sus hijos enviando los mensajes y había ocasiones en que podía escribirles también por la tarde.
Tres de los últimos mensajes matutinos a su familia fueron: “Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos. Nicolás Maquiavelo”, “No escuchen lo que dicen, observen lo que hacen”, “Lo que somos hoy proviene de nuestros pensamientos de ayer, y nuestros pensamientos actuales construyen nuestra vida de mañana. Nuestra vida es la creación de nuestra mente”.
Pero con su esposa no, con ella lo hacía de manera inalterable. Todos los días y sin omisión le informaba qué haría, si debía acudir a algún lugar le reportaba dónde estaba o se dirigía. Lo mismo hacía al terminar el día.
La noche del miércoles ya no se comunicó. La mañana del jueves los integrantes de su familia se preguntaron unos a otros si Luis Martín les había mandado mensajes. Todos coincidieron: nada.
Su hija le escribió un “mensaje que era para calmar nuestra inquietud, pero también una manera de alerta: ‘¿todo bien?’” No hubo respuesta.
Entonces comenzó la incertidumbre y la familia empezó a preguntar a los conocidos de Luis Martín si sabían algo de él.
Luego fueron a la casa que habitaba el corresponsal de La Jornada en la comunidad de El Armadillo. Una vivienda de dos niveles, con dos recámaras. Uno de los espacios era su dormitorio y el otro lo ocupaba como oficina.
Luis Martín y su esposa acordaron que ninguno movería las cosas del otro.
En lo que era la oficina había dos cosas de la esposa de Luis Martín: un cargador para celular y una chamarra. Todo lo demás eran materiales del periodista.
La cena
De acuerdo con información que se hizo del conocimiento de la Fiscalía General de Justicia de Nayarit (FGJN), cuando la familia fue a revisar la casa, sobre la mesa del comedor encontraron un vaso vacío y un plato con un sándwich intacto.
Luis Martín acostumbraba cenar dos tortas o dos sándwiches y los acompañaba con agua.
Localizaron el pantalón que vestía el miércoles, cuando partió de su domicilio en la comunidad de San Miguel, y viajó en camión a Tepic, ubicado a casi 100 kilómetros de la capital nayarita.
El reportero pidió hace años que el epitafio de su lápida sea: “nunca perseguí la gloria”. Foto ‘La Jornada’.
Durante la revisión que hizo la familia detectó que el cargador no estaba y la chamarra fue descolgada y aventada en la otra recámara.
La cartera de Luis Martín estaba intacta sobre un mueble. Sólo faltaba el gafete que lo identificaba como reportero de La Jornada.
El teléfono, según los registros de los celulares de su familia, tuvo su última conexión alrededor de las 20:50 horas del miércoles.
En la recámara que servía de oficina no se encontró su computadora ni el celular. Pero sí llamó la atención que una silla estaba colocada contra un estante. En la parte superior de ese mueble Luis Martín tenía una caja con discos duros con la información que durante mucho tiempo había obtenido. La caja tampoco fue encontrada.
El viernes 7, la familia del periodista asesinado acudió a la FGJN a presentar la denuncia por desaparición, y se activaron los protocolos de alertamiento y búsqueda.
De acuerdo con información del fiscal Petronilo Díaz Ponce Medrano, los peritajes iniciales refieren que el domicilio no fue allanado, ni las cerraduras forzadas ni se encontró que se hubiera ingresado escalando las paredes del inmueble.
Entre las versiones recabadas por las autoridades, surgió la información que refiere que afuera del domicilio se estacionó una camioneta con varios hombres y allí pasó más de media hora.
Las líneas de investigación incluyen la posibilidad de que Martín, quien presuntamente vestía un short el miércoles, suspendió su cena, le abrió la puerta a alguien conocido y luego fue sacado por sus agresores.
La falta del cargador, la chamarra aventada y la desaparición del gafete de La Jornada han sido interpretados como hechos para dar indicios de lo que sucedió esa noche.
Luis Martín dijo en alguna ocasión a su familia que si algo le sucedía era por todo lo que investigaba, que si llegaba a desaparecer y les llamaban, no respondieran. Que quienes lo atacaron no obtendrían nada de él. “Que no nos metiéramos, porque sólo él conocía sus cosas, y nadie las tocaba”.
Desde hace cinco años, Luis Martín pidió a su familia que su lápida tuviera como epitafio: “Nunca perseguí la gloria”.
El cuerpo del periodista fue hallado sin vida en la comunidad del Ahuacate, una zona rural del municipio de Tepic.
Los peritajes refieren que su muerte se debió a un choque hipovolémico provocado por una gran cantidad de golpes en el tórax.