“La perspectiva fue el pecado original de Occidente y los hermanos Lumière y Niépce fueron sus redentores” (Jean-Luc Godard). Sentencias de este tipo abundan en Nos vemos el viernes, Robinson (2022), el documental de la cineasta iraní Mitra Farahani, y la mayoría las profiere el realizador suizo-francés de Pierrot el loco (1965) desde su domicilio búnker en Rolle, a orillas del lago Lemán, en un intercambio de mensajes por correo electrónico con Ebrahim Golestán, veterano cineasta iraní de 99 años de edad. Ambos aceptan compartir así sus reflexiones sobre las artes visuales una vez por semana, los viernes, atendiendo a una invitación de la directora Farahani, quien realiza el documental adoptando –¿a manera de tributo?– el estilo característico de Godard.
De un modo inesperado, éste último abre ahora las puertas de su casa, las mismas que mantuvo cerradas para su colega francesa Agnès Varda cuando ella rodaba Rostros y lugares en 2017. Aquel viejo director hosco conserva aquí el mismo lenguaje iluminador y a la vez hermético de muchas entrevistas, sólo que esta vez, en el diálogo a distancia, hay calidez y un gran estoicismo al evocar la etapa final de su propia vida. Con ironía autocrítica admite: “Poco a poco llegamos a suicidarnos; es decir, a decir cualquier cosa”.
Por su parte, Golestan exhibe desde una opulenta mansión en las afueras de Teherán, una bonhomía crepuscular envidiable, misma que contrasta con la casa austera de Godard. Son dos estilos de vida muy opuestos y una manera parecida de afrontar con serenidad y buen humor las contrariedades de la vejez o la cercanía de la muerte. Las fotos que en alguna ocasión uno envía al otro desde una cama de reposo hospitalario, son elocuentes. No tanto así como sus impresiones de lectura y el entusiasmo compartido por una novela de Tolstoi o un ensayo de André Bazin. La modernidad les ha presentado desafíos enormes. ¿Quién de los dos ha podido leer completo el Finnegans Wake de James Joyce o encontrado en su faena fílmica equivalencias posibles con aquella literatura hermética de vanguardia? ¿Con la poesía de Pound o de Eliot?
En un momento el director iraní juzga a Godard pretencioso, para luego reconocer que se trata de un artista indispensable. Lejos del autorretrato satisfecho que el cineasta suizo elaboró en JLG por JLG (1994), la impronta última que ofrece aquí el solitario explorador fílmico de Rolle es perturbadora: una sencillez total que es casi un retorno a la infancia y también a un viejo culto de la imagen absoluta que, en pintura, literatura y cine, remite siempre, según Godard, a su raíz primigenia, la imaginación.
Se exhibe en la sala 10 de la Cineteca Nacional a las 14:15 y 18:30 horas.