Xalapa, Ver. La exposición Historias hechas de otras historias, de Carla Rippey, una de las creadoras más reconocidas del arte contemporáneo mexicano, se inauguró esta semana en la galería Ramón Alva de la Canal, en Xalapa, Veracruz, con la presencia de artistas locales, estudiantes y docentes de Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana (UV).
La muestra está integrada por seis series: La figura en el tapiz/Wallpaper; Territorios en blanco, el vacío; La mujer frente al tribunal; Culture shock y variaciones; Mujeres, fuego y objetos peligrosos, y Cuando mi sangre aún no era mi sangre, en las que se aprecian dibujos en grafito, estampas, instalaciones en bastidores, bordados y libros de la artista.
Sobre todo, se percibe un arduo trabajo de investigación y consulta de archivos, que, mediante el uso eficaz de varias técnicas plásticas –impresión en papel japonés, bastidores, bordados, transferencias–, derivan en un proceso de reinterpretación de la infancia de Rippey, de los archivos Casasola, de la migración y de la estética japonesa.
Destaca la presencia del bordado, “una representación en el arte muy feminista que retoma la costura como acto de reivindicación de la labor femenina desde lo artístico, y que es constante en la obra de Rippey”.
Del Peyote y la Compañía
Carla Rippey, nacida en Kansas en 1950, llegó a México en 1973. Como parte de su periplo artístico, participó en el taller colectivo de grabado del Molino de Santo Domingo y en la formación del movimiento literario infrarrealista, además de que fue integrante del grupo de arte experimental Peyote y la Compañía.
Rippey fue docente de la Facultad de Artes Plásticas de la UV de 1980 a 1985. Se le ubica en el movimiento de los Grupos, cuya irrupción llevó a la desestabilización y redefinición del sistema artístico mexicano.
En la inauguración de Historias hechas de otras historias, Rippey se dijo conmovida porque Xalapa ocupa un lugar relevante en su vida personal y profesional. “Aquí fue la primera vez que me ofrecieron trabajo serio: ser docente en la Facultad de Artes Plásticas de la UV, y en esta ciudad crecieron mis hijos”.
En un recorrido guiado a La Jornada, Santiago Pérez Garci, coordinador de la galería RAC, distinguió que en la serie que abre la colección, La figura en el tapiz/Wallpaper, hay representaciones del álbum familiar de Rippey, fotografías de ella y su hermana, y otras con su padre.
“Ella se encargó de revisar y organizar los archivos fotográficos de su familia en Kansas City; al hacerlo, identificó señales de por qué en su iconografía plástica predominan los estampados florales en los vestidos de las mujeres que crea, y concluyó que estaba relacionado con el papel tapiz de su recámara infantil.”
En la secuencia se puede advertir que en las fotografías familiares intervenidas, la artista explora conceptos como la frontera entre lo real y lo imaginario en la infancia, los divertimentos, la domesticación de lo salvaje y lo subversivo de lo doméstico.
Migración y elementos
En La mujer frente al tribunal se puede ver un trabajo de revisión exhaustiva de los archivos Casasola, de mujeres detenidas en los años 30, con el fin de recuperar las fotografías y construir una secuencia de imágenes de sus rostros.
“Aquí tenemos un catálogo de las expresiones de las mujeres frente a procesos de penalización. Se trata de revisar cómo era capturar las expresiones de mujeres detenidas por prostitución o por estar involucradas en delitos que no habían cometido”, comentó Pérez Garci.
Rippey retoma las fotografías de los Casasola y las lleva a un proceso de instalación, con transferencias y bordados, que se retroalimentan con otros dibujos a grafito.
En la serie Cuando mi sangre aún no era mi sangre se observan genealogías del tema de la migración construidas a partir de la revisión de archivos fotográficos en México y Estados Unidos.
Se trata de un collage de imágenes que van de Nebraska, Kansas City y Texas hasta Ciudad Juárez, donde se combinan gráficas de los periplos que conlleva el fenómeno migratorio con aquellas que registraron sucesos históricos entre 1880 y 1920.
“Todas las imágenes están transferidas e intervenidas con costuras, lo que le permite actuar sobre ellas sin vulnerar su condición documental.”
En el conjunto Mujeres, fuego y objetos peligrosos, Rippey explora su obsesión por ese elemento, como una energía descontrolada y de tremendo impacto visual. En esta serie expone una colección de imágenes que ha reunido durante un largo tiempo y que tienen relación con el fuego: erupciones volcánicas, inmolaciones, linchamientos, relámpagos… También evoca el libro del lingüista George Lakoff Women, Fire and Dangerous Things.
En Territorios en blanco, el vacío, Rippey presenta una colección de fotografías localizadas en los archivos de expediciones decimonónicas de finales de siglo en paisajes desérticos.
En estas expediciones predominan imágenes masculinas que la artista modificó para plasmar figuras de mujeres en la escena.
Santiago Pérez Garci señala que esta muestra, además de brindar un homenaje a la trayectoria de Rippey, “busca mostrar a los estudiantes que el arte nace de una serie de procesos de investigación, reinterpretación y creación, y no sólo de inspiración”.
La exposición cierra con Culture shock y variaciones, un conjunto de obra “más millennial”, donde se retoma la estética japonesa y el manga, que la artista combina con un estampado textil decorativo ruso de principios de siglo XX que se facturaba para el mercado asiático.
En la apertura de Historias hechas de otras historias, Carla Rippey estuvo cobijada por la comunidad artística, entre los que destacan algunos de sus discípulos de la época de los años 80 y que ahora son destacados profesores, como Beatriz Sánchez Zurita, directora del Área de Artes de la UV, y Carlos Francisco Torralba Ibarra, ex director de la facultad.