Madrid. Para John Maxwell Coetzee, Miguel de Cervantes es “el padre y madre de todos los novelistas (...) el escritor que más admiro”, de ahí que haya accedido a dejar un pequeño legado en la emblemática Caja de las Letras del Instituto Cervantes.
El Nobel de origen sudafricano, naturalizado australiano, está en Madrid desde hace dos semanas el programa especial Escribir el Prado, auspiciado por el Museo del Prado, el cual consiste en invitar cada año a un escritor importante para que se sumerja en sus colecciones y paredes.
Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) ganó el Premio Nobel en 2003, cuando ya había escrito algunos de sus novelas más desgarradoras, en las que retrata con crudeza uno de los pasajes históricos más vergonzosos de la historia reciente: el régimen del apartheid en su país natal, en el que se aplicó hasta casi el final del siglo XX un sistema racista y segregador. Entre esos libros están Esperando a los bárbaros, La edad de hierro y Desgracia. Su libro más reciente es El polaco, en el que utiliza a un personaje, un pianista marginal, para desplegar su profundo conocimiento de la música clásica.
Coetzee depositó así su legado en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, un depósito acorazado que pertenecía al antiguo banco que albergó el edificio, y que ahora se ha convertido en el lugar en el que se resguardan los legados de algunos de los grandes escritores que han pasado en los años recientes por Madrid.
La institución más reciente en dejar su tesoro bajo el amparo del Instituto Cervantes fue la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que depositó libros y material audiovisual con el que rindió un homenaje al exilio español en México.
Suceso inédito
Coetzee se convirtió así en el primer autor vivo galardonado con el Premio Nobel en entrar a la cámara acorazada del Cervantes. El director del instituto, Luis García Montero, explicó la novedad que supone este acto, pues “la caja guardará la memoria de un escritor cuya lengua materna no es de España.
“Hay depósitos en español, gallego, catalán, euskera, asturiano y portugués, pero es la primera vez que recibimos un legado que no es de una de las lenguas de nuestra cultura. Así que hoy es un día importante”.
El escritor, que estuvo todo el tiempo acompañado por el presidente de honor y el director del Museo del Prado, Javier Solana y Miguel Falomir, respectivamente, explicó que “cuando el Museo del Prado me invitó a pasar un mes en Madrid, no me imaginé que terminaría mi visita en la cámara acorazada de un banco rodeado de los recuerdos de grandes escritores de la tradición española. Así que mi presencia aquí es un accidente. No pertenezco, excepto en un cierto sentido espiritual, a la tradición española y no escribo en castellano, pero la dirección de Instituto Cervantes se ha ofrecido generosamente a guardar un recuerdo mío y estoy encantado de aceptar la oferta”.
JM Coetzee depósito su legado en la caja 915, donde dejó un manuscrito del diálogo entre María Dimópulos (su traductora) y él mismo, que mantuvieron el pasado lunes en el Museo del Prado y que fue una reflexión colectiva sobre el significado de las palabras y el arte.
“Podrá abrirse el día de mi muerte”, aclaró Coetzee, para fijar la fecha en la que se podrá consultar ese manuscrito.
El escritor reconoció: “Acepté la invitación, pues de manera más indirecta me permite asociar mi nombre con el de Miguel de Cervantes, padre y madre de todos los novelistas, y el escritor que más venero”.