Hacer la historia “a contrapelo” fue la gran apuesta de Adolfo Gilly, quien falleció ayer en el umbral de los 95 años en la Ciudad de México, adonde llegó hace varias décadas como guerrillero y estuvo preso por esa causa tres años en el penal de Lecumberri.
“Él llamaba la historia contrapelo a la historia con una función social, en la que de alguna manera nos reconocemos; se reconoce la identidad, pero también siempre abordada desde una perspectiva de los de abajo, desde la gente, desde las luchas sociales”, explica la maestra en ciencia política Araceli Mondragón, quien fue su alumna y colaboradora desde los primeros años de la década de los 90.
“En esta historia a contrapelo, él siempre recurría a autores como Antonio Gramsci, Guillermo Bonfil, Walter Benjamin; a él le gustaba mucho también el trabajo de Bolívar Echeverría. En fin, es reconstruir la historia desde abajo, la historia desde el punto de vista de las clases subalternas, de los oprimidos; o sea, la historia como liberación.”
Mondragón, quien fue su ayudante de profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y a quien dirigió sus tesis de maestría y de doctorado, sostiene que el eje de su pensamiento “era hacer la historia desde la subalternidad, no como una forma de conocimiento académico y positivista, sino la historia con toda su rigurosidad, pero también como una posición vital y militante”.
En entrevista, recuerda que el maestro llegó a México y fue encarcelado en Lecumberri, donde escribió uno de sus libros más importantes: La revolución interrumpida, que es el devenir de la Revolución Mexicana, pero leída con otros ojos, desde los de la clase de trabajadora, de las clases populares.
“Ese libro tiene un gran mérito, lo escribió en la cárcel y lo hizo básicamente sin fuentes, pero es un libro muy lúcido; es una actualización y una mirada renovada de lo que fue la Revolución Mexicana. A partir de eso, él tiene trabajos precisamente sobre la Revolución Mexicana”, agrega la coordinadora de la carrera de sociología en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
“Uno de sus últimos libros, Felipe Ángeles, el estratega, es maravilloso al hacer la biografía de ese militar, pero tiene que ver también con la historia de las luchas del pueblo; en él va midiendo al personaje. Ése es uno de los temas que él trabaja, pero tiene también ensayos sobre estética; es un hombre que miraba de alguna manera el quehacer humano de liberación en múltiples niveles y actividades de la vida humana.
“Entonces, tiene trabajos sobre la Revolución Mexicana, pero también sobre las luchas emergentes en América Latina; en el libro Historias clandestinas habla de México, de Bolivia, del neozapatismo.”
Enseñanza accesible
De acuerdo con la investigadora y académica, una de las grandes virtudes de Adolfo Gilly fue su vocación natural a la docencia, al exponer y explicar siempre de manera muy sencilla y accesible problemas y temas complejos para un público amplio.
“Todo su conocimiento y trabajo está escrito en una clave para que que se comprenda. Le gustaba darse a entender. En ese sentido, siempre fue un maestro, un gran profesor; no es como esos intelectuales que se ponen detrás de un escritorio y tienen pretensiones de erudición, sino que siempre fue un hombre que le gustó estar en la existencia, en la vida, en la lucha, en las calles, en los movimientos.
“Siempre se comprometió políticamente, y al mismo tiempo su obra estuvo encaminada a comunicar, a darse a entender. Siempre fue un gran maestro de muchas generaciones. Aparte tenía esa virtud de convocar y hacer comunidad, y eso pues es algo muy lindo.”
También lo destaca como un pensador socialista, marxista: “La influencia de Trotsky fue uno de los rasgos fundamentales de su pensamiento. El libro La revolución interrumpida hace alusión a la idea de la revolución permanente. Entonces, fue un pensador marxista, él se asumió siempre como socialista”.
Mondragón resalta a Gilly como un intelectual comprometido con el pensamiento crítico y con los movimientos sociales, las luchas revolucionarias.
“Siempre estuvo muy cerca de donde estaban los movimientos sociales, de las luchas por la justicia, por la igualdad, por la democracia. Creo que es también un gran referente en el proceso de lucha por la democracia en este país; eso es también parte del legado”, define.
“El suyo es un pensamiento muy rico; nos deja un legado no sólo académico y teórico, sino como ejemplo de vida. Creo que fue maestro de vida de muchas generaciones, y cuando digo maestro, lo digo en el sentido más profundo de la palabra”, concluye.