El proceso de selección de candidatos o candidatas a la Presidencia de la República ha sacudido todo el entablado político del país. Todas las corrientes ideológicas se han agitado y reclaman incidencia o al menos ser considerados en la toma de decisiones.
Es el caso de la derecha y la ultraderecha mexicanas. Ambas reclaman un derecho de piso en dos cuestiones centrales. Una, el rechazo a la candidatura de Xóchitl Gálvez por considerarla una “izquierdista” encubierta. Y segundo, ante la invitación de Eduardo Verástegui a Lilly Téllez a unirse a Viva México, se ha encendido un interés para construir una verdadera alternativa política de derecha y ultraderecha en México.
La piedra angular de la derecha mexicana es el ex actor Eduardo Verástegui. Cercano a Steve Bannon, estratega ultraconservador ex asesor de la Casa Blanca. Verástegui es ahijado político del ex presidente Donald Trump. Recordemos que recientemente se celebró un cónclave de la ultraderecha internacional en México los pasados 18 y 19 de noviembre de 2022, organizado por la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC). Ahí se reunió la crema y nata de los derechistas de América y Europa. Trump envió un mensaje grabado, exaltando la figura de Verástegui. Remarcó la misión de los conservadores de todo el hemisferio para, unidos, defender a Dios, la familia y la patria. También dijo: “Necesitamos detener la propagación del socialismo y no dejar que continúe corriéndonos de nuestra región o de nuestras tierras… Y gracias de nuevo, Eduardo, por su destacado liderazgo”.
En ese acto, ante decenas de activistas de la derecha internacional, que incluían al español Santiago Abascal, de Vox; Lech Wałęsa, Christopher Landau y Steve Banon, entre otros, Verástegui anunció planes para crear un partido de “derecha verdadera en México”, pues Acción Nacional, dijo, no representa la agenda de un verdadero partido conservador. El PAN rechaza sus orígenes y es vergonzante. No se da cuenta de una gran tendencia hacia la derecha en la cultura política contemporánea en el mundo.
Verástegui, organizador del evento, calificó al PAN de “derechita cobarde” y “acomplejada” para combatir “el aborto, el matrimonio homosexual y el comunismo”. Trató de provocar a los blanquiazules al afirmar que hoy en el mundo ser de ultraderecha es un buen negocio político. Ahí están Fratelli d’Italia, de Giorgia Meloni; el Fidesz, Unión Cívica Húngara, de Viktor Orban; Santiago Abascal, con Vox, en España; el Frente Nacional, de Marine Le Pen, en Francia; Nueva Democracia, de Kyriakos Mitsotakis, en Grecia; el Partido Social Liberal, de Jair Bolsonaro, de Brasil, y desde luego Donald Trump que, a pesar de sus vicisitudes legales, se perfila como candidato en Estados Unidos. Ahí está el deslumbramiento de Lilly Téllez, las lentejuelas seductoras de la “derecha moderna”, comprende que es, ante todo, una empresa redituable en México. De regresar Trump a la Casa Blanca, el proyecto de Verástegui tendrá las puertas abiertas a decenas de poderosas organizaciones e iglesias evangélicas de corte supremacista y sectores católicos ultraconservadores.
Es cierto que el PAN siempre rehuyó admitirse de derecha. En los tiempos que se fundó el blanquiazul, 1939, ante las polarizaciones ideológicas imperantes en México y el mundo, se explica una postura moderada. Pesaba la posición intransigente de los cristeros, el PAN quiso deslindarse.
La revista Nexos publicó, por los años 80, un número especial sobre la derecha en México. Se preguntaba entonces por qué nadie se decía de derecha en este país, ni siquiera los panistas. Incluso era un insulto político declararse de derecha. La respuesta que se daban los ensayos era el efecto político y cultural de la Revolución Mexicana y de la estricta laicidad. Una derecha derrotada en la historia: los conservadores en el siglo XIX en la Reforma, la invasión francesa y los cristeros en la década de 1920.
La derecha en México no es homogénea. Sin embargo, permea en las diferentes posiciones un catolicismo de tipo teocrático. Una aversión radical a la llamada ideología de género y una defensa abigarrada a la defensa de la familia tradicional. En la actualidad, la tendencia internacional conservadora nos lleva a observar la “salida del clóset” de una ultraderecha local que había estado enmascarada. En el mundo están brotando movimientos de derecha, por ello, los conservadores mexicanos están animados de crear un partido de derecha. ¿Pero qué tipo de derecha? ¿Una derecha moderna, equilibrada, revanchista? Todos los caminos nos llevan al Yunque, una ultraderecha rencorosa, heredera del movimiento cristero que aspira a poner a Dios en el centro del poder.
El Yunque es socio preferencial de Vox español, cuenta con cierta base social, financiamiento y un amplio espectro en redes sociales. Ahí hay nostalgia por el pasado, añoranza por lo sagrado, ya sea religioso o moral y de censura moral a la libertad sexual y a la homosexualidad.
La invitación de Verástegui a Lilly Téllez es la punta del iceberg. Se está gestando un movimiento político ultraconservador, con apoyo internacional, que en principio rechaza tajantemente el comportamiento de todos los partidos políticos en México.