En alrededor de cinco semanas será entregada al gobierno capitalino la propuesta de declaratoria de patrimonio cultural inmaterial de la Ciudad de México del movimiento sonidero, que congrega a más de 10 mil personas en esta urbe, sostuvo Claudia Curiel de Icaza, titular de la Secretaría de Cultura local.
La funcionaria, quien la tarde el lunes sostuvo un primer encuentro con representantes de sonideras, clubes de baile y promotores en el Faro Cosmos, reconoció la participación de esta comunidad en la integración del expediente técnico y ahora en la elaboración de un plan de salvaguardia, el cual es un instrumento de gestión del patrimonio cultural, natural y biocultural, en el que se determinan las medidas y acciones necesarias para garantizar la viabilidad del elemento declarado.
Curiel detalló: “Se ha trabajado durante mucho tiempo en la propuesta de declaratoria; esto no es una ocurrencia o coyuntura política; desde que Claudia Sheinbaum, ex jefa de gobierno local, llegó al cargo tuvo acercamiento con varias de las comunidades y para ella era importante que esta cultura, sin beneficiar a ningún grupo en específico, tuviera la declaratoria, así como el plan de salvaguardia, que es lo que diferencia de cualquier otro diploma o reconocimiento”.
Proceso de investigación
La declaratoria “pasa por un proceso profundo de investigación y con la participación de ustedes en estos foros, lo cual desemboca en el plan de salvaguardia, que permitirá que esta tradición perdure y se reactive para siempre; la inscripción quedará para la historia en la gaceta y es un tema en el que no hay marcha atrás”, puntualizó la funcionaria.
También alentó a esta comunidad a mantenerse unida y a reconocerse con poder de convocatoria luego del megabaile que logró en el Zócalo capitalino con más de 100 mil asistentes en marzo pasado. Adelantó: “Nos vemos el próximo año en el festival Noche de Primavera para que vuelvan a reventar” la gran plancha de asfallto.
Festival Noche de Primavera, donde se organizó un gran baile. Foto cortesía de la Secretaría de Cultura de la CDMX.
Carlos Tejada, coordinador del sector de cultura de la Oficina de la Unesco en México; Jorge Muciño Arias, director general de Gestión Institucional y Cooperación Cultural, así como Mariana Delgado, productora e investigadora independiente, también asistieron al foro donde los representantes de la comunidad sonidera plantearon temas, dudas y entregaron la información que se les había solicitado.
Muciño destacó: “El interés de la Secretaría de Cultura es acompañar la declaratoria con un plan de salvaguardia; la primera es una medida para hacer visible una práctica, para comenzar a despertar el interés o promover el reconocimiento y respeto, pero realmente donde está el meollo de la salvaguardia es en lo relacionado con los acuerdos que se tomen entre la comunidad y el resto de agentes que están alrededor de esa expresión, que de alguna manera facilitan o no que esa expresión continúe”.
Explicó que son tres características en las que se enfoca el plan de salvaguardia de un patrimonio inmaterial. “La primera es que sea una práctica que dé identidad y pertenencia al grupo, que tenga conexión entre el pasado y el presente, pues si para la comunidad pierde sentido, la práctica ya no tiene razón de ser; la segunda es que ésta se recree constantemente y se manifieste una y otra vez, y el tercer aspecto es que se busca transmitir (esta práctica) de una generación a otra”.
Sobre la cultura sonidera, el expediente técnico plantea: “Los sonideros y las sonideras llevan más de 60 años haciendo bailar a los habitantes de la Ciudad de México, animando fiestas populares en patios, calles, plazas, salones y deportivos. Surgen hacia finales de la década de los 50 y principios de los 60 como una alternativa económica a la contratación de grupos musicales para animar las celebraciones de quince años, matrimonios, bautizos, aniversarios, carnavales, santos y vírgenes”.
El documento también sostiene: “Lo que inicia a mediados del siglo pasado con un tornamesa, una colección de acetatos de las grandes orquestas tropicales, un par de trompetas de perifoneo y un amplificador de bulbos montados en el patio de una vecindad con el propósito de realizar una tardeada para el entretenimiento y disfrute del barrio al costo mínimo de una cooperación voluntaria, pronto encuentra una demanda de alquiler que lo invita a moverse a otros barrios”.
Así “rápidamente, se determina la modalidad de cobro por entrada y el baile sale de los patios para situarse en las plazas y las calles. Este baile nacido en el barrio y para el barrio, para la clase obrera y trabajadora de la ciudad, crece hasta hacerse un acto público multitudinario y con el paso del tiempo se convierte en un fenómeno cultural y social de grandes alcances, dando lugar al movimiento sonidero en México”.