Nueva York y Washington., La Jornada: En la coyuntura actual, ¿cuál es la disputa fundamental tanto en EU como en América Latina? ¿La batalla en Estados Unidos es en esencia contra el neoliberalismo –estamos viendo el fin del neoliberalismo?
Chomsky: Primero que nada tenemos que aclarar que los denominados programas neoliberales del llamado Consenso de Washington son un fraude completo. Si consultas el diccionario, la definición del neoliberalismo dice que es una política que depende de los mercados [libres] y de un gobierno reducido. Eso nunca ha sido la verdad. Bajo [Ronald] Reagan, hubo una intervención masiva del Estado en la economía, pero para el beneficio de los ricos y poderosos. Uno de los primeros actos del gobierno de Reagan fue golpear a los sindicatos. Igual con [Margaret] Thatcher. Si vas a atacar a la gente trabajadora y los pobres, no quieres ninguna línea de defensa.
El próximo gran acto fue el rescate financiero más grande de la historia bancaria estadunidense… El neoliberalismo es una guerra de clases masiva. En Estados Unidos se volvió en lo que algunos economistas llamaron una economía de rescates empresariales. A las instituciones financieras se les permitió hacer lo que quisieran, y cuando estallan, sólo vas al amistoso contribuyente de impuestos para que te rescate.
Y esto empeora cada vez más. El gobierno de Reagan concluyó con la crisis de las instituciones de ahorro, otro rescate masivo pagado por los contribuyentes. [Bill] Clinton llegó con los acuerdos de libre comercio, que aunque son llamados acuerdos comerciales casi no tienen nada que ver con el libre comercio… Son acuerdos de derechos de inversionistas con medidas altamente proteccionistas para proteger a los inversionistas y sus derechos, son acuerdos de derechos de inversionistas disfrazadas de libre comercio.
Uno de los resultados de estos programas en Estados Unidos, según una investigación de la Rand Corporation que intentó calcular el traslado de riqueza desde 90 por ciento de la población, o sea la clase trabajadora y la media, al uno por ciento más rico y desde Reagan la cifra es de unos 50 billones de dólares. Es un sistema efectivo.
[En torno a sus implicaciones internacionales] a todo esto lo llaman un orden basado en reglas. Pero el chiste es ¿quién establece las reglas? Estados Unidos recién fue condenado por la Corte Internacional de Justicia por robarse bienes iraníes, y Washington les dijo que se fueran, que [la Corte] se estaba metiendo donde no le importa –o sea, que si queremos robar, robamos.
En los 90, la Unión Europea estaba opuesta a las sanciones contra Cuba –esas sanciones son esencialmente sanciones sobre terceros. Todo mundo tiene que obedecerlas si no quieren problemas. Europa solicitó a la Organización Mundial de Comercio que fallara sobre la legalidad de las sanciones de Clinton contra Cuba. Estados Unidos reaccionó con desdén, insistiendo en que no era un asunto para ellos. Lo han repetido durante años, y durante todo este tiempo, la política estadunidense es derrocar al gobierno de Cuba, y no es asunto de otros atreverse a interferir con eso. Ese es el orden basado en reglas: el jefe de la mafia en Washington establece las reglas y si no te gustan, ni modo.
Es el único país que ha rechazado una condena de la Corte [Internacional de Justicia] por su guerra terrorista contra Nicaragua. La Corte ordenó que Estados Unidos cesara y pagara reparaciones sustanciales. ¿Cómo reaccionó Estados Unidos? Escalando la guerra.
Esta es la realidad: una guerra de clases y un poder imperial enmascarado con todo tipo de palabras bonitas como mercados libres y así, ese es el Consenso de Washington. Para América Latina fue un desastre, llevó a dos décadas de falta de desarrollo y estancamiento. Fue hace sólo unos 20, 25 años cuando países de América Latina empezaron a salirse [del Consenso] que hubo un periodo de progreso. Recuerden que las clases empresariales son altamente conscientes de clase. Básicamente son marxistas, marxistas dedicados, y están luchando una guerra de clases constante. De vez en cuando se ven obligados a ceder, por ejemplo durante el periodo del New Deal, pero después regresan para reconstruir su dominación total –y eso es el caso por donde uno vea.
Las fuerzas populares tal vez pueden afrontar eso, pero si sólo un lado está combatiendo en la guerra de clases, eso lleva adonde estamos, al neoliberalismo. Sólo un lado está participando [en la lucha de clases] y con ello uno tiene un capitalismo muy salvaje.
Se puede combatir, pero no será fácil… En Estados Unidos, el corazón de la oposición a las guerras de la clase empresarial ha sido el movimiento laboral, el cual fue destrozado en los años 20 del siglo pasado. La represión del presidente Woodrow Wilson fue la peor en la historia de Estados Unidos, y deshizo el movimiento laboral. Algunos como el líder del Partido Socialista y gran líder laboral, Eugene Debs, fue encarcelado –de hecho hasta hizo una campaña presidencial desde su celda. Pero ese movimiento retornó en los años 30, impulsaron el New Deal con acciones laborales militantes. Hoy día se puede ver algunas señales de eso empezando de nuevo: huelgas del magisterio, huelgas contra Amazon, las de Starbucks.
En América Latina, [las fuerzas progresistas] fueron obligadas a retroceder, pero siguen adelante otra vez –en Chile, Colombia, Brasil, México, todo esto está sucediendo, pero no es nada fácil. Vale ver que nos estamos aproximando al 50 aniversario de la dictadura de [Augusto] Pinochet, el primer 11-S. Y en Chile, después de 50 años, aún no se ha logrado superar el legado de Pinochet –estas cosas nunca son fáciles.