La intensa lluvia apremiaba a la multitud que volvió a llenar el Zócalo. Con un pudoroso “lamento tardarme tanto”, Andrés Manuel López Obrador asumió en su discurso que la disputa política que se avecina será todavía mayor y con especial énfasis apeló al pueblo: “¿Por quién estamos aquí?” La respuesta coral fue: “Por el pueblo”.
Miles de paraguas se asomaron en la Plaza de la Constitución para resguardar del agua a los asistentes hasta escuchar la encendida proclama presidencial que se tornó casi en un decálogo del deber ser para con el pueblo dirigido a los cuatroteístas ahí congregados.
–¿A quién hay que servirle primero? –preguntó el Presidente.
–¡Al pueblo! –le respondieron.
–¿Con quién transformar?
–¡Con el pueblo!
–¿En quién confiar?
–¡En el pueblo!
–¿Quién nos protege?
–¡El pueblo!
–¿Qué somos? –lanzó casi en un grito López Obrador.
–¡Pueblo!
Obsesivo, como es, en las lecciones de la historia, expresó nuevamente su convencimiento del necesario respaldo popular. Una convicción que tiene su origen en el trágico desenlace de Francisco I. Madero, “víctima de la traición de sus propios hermanos de clase y de una pandilla de rufianes”.
Sin el pueblo, nada, machacó una vez más en el Zócalo, convencido de que a diferencia de entonces, ahora el pueblo está empoderado “y no quiere seguir siendo vasallo de nadie, los reaccionarios de nuestro tiempo…”, los rufianes de antaño, son ahora quienes de manera descarada se han convertido en políticos corruptos y traficantes de influencia para revertir la transformación.
Es el quinto año de gobierno, que en la liturgia política mexicana augura el principio del fin del ciclo sexenal. En las primeras filas entre los invitados, discretos, sin protagonismo para respetar el festejo presidencial, quienes aspiran a sucederlo asumieron la tregua en medio de su disputa por la candidatura presidencial, disimulada, por ahora, bajo el eufemismo de coordinador de los comités de defensa de la Cuarta Transformación.
Al menos, ya en las inmediaciones de Palacio Nacional, todos llegaron sin protagonismos, acatando la recomendación presidencial de evitar el uso electoral de la celebración por el quinto aniversario de la victoria del movimiento.
Una fotografía de todos ellos poco antes del inicio del acto consignó el momento para la posteridad: un sonriente Marcelo Ebrard flanquea al líder morenista Mario Delgado, quien tiene al otro lado a Claudia Sheinbaum, con un rostro poco expresivo; Adán Augusto López tenía un semblante adusto; Ricardo Monreal abrazaba a Manuel Velasco y Gerardo Fernández Noroña lucía satisfecho.
Los seis, algunos de ellos hasta hace poco colaboradores fundamentales en la administración obradorista, esta vez escucharon el discurso de López Obrador como invitados especiales desde la zona destinada a la élite guinda en el Zócalo. En el estrado, el gabinete en pleno, cuya mayoría acompañará al Presidente hasta el final, aguardó con los 21 gobernadores y la gobernadora electa mexiquense, Delfina Gómez, a que arribara el mandatario.
Entre la multitud, los contingentes traídos desde Veracruz mostraron su adhesión a la secretaria de Energía, Rocío Nahle, con una singular maqueta de la refinería de Dos Bocas. Desde el estado de México el magisterio llegó temprano para vitorear a Gómez.
La gobernadora electa mexiquese fue objeto de una especial deferencia presidencial. Hasta ahora, las concentraciones en el Zócalo estaban destinadas únicamente a escuchar el discurso de López Obrador.
De forma inusual, en esta ocasión Gómez también habló: “A cinco años del inicio de la Cuarta Transformación, estamos en un momento clave para darle la vuelta a la tragedia nacional que nos dejaron. Está en marcha el rescate del sureste, varios proyectos de infraestructura están por concluirse, los programas de Bienestar siguen…” Ahora corresponde, dijo, seguir haciendo pedagogía con la gente en las plazas públicas.
Recién designada secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde también intervino para recordar que son ya 63 concentraciones en el Zócalo, desde aquella en la que participaron pescadores tabasqueños en su lucha contra los excesos de Pemex; la defensa de López Obrador frente al desafuero o el plantón poselectoral en 2006. “Hoy, gracias a su incansable lucha, Presidente, y a la resistencia de millones que lo acompañaron y lo siguen acompañando, somos una sociedad más solidaria, más consciente y más humana. Hoy la mayoría social mexicana es francamente una sociedad humanista”.
A cinco años de su triunfo electoral, López Obrador expresó convencido: “El pacto funcionó, el pacto entre el pueblo y el gobierno se ha sellado bajo el principio de atender y respetar a todos, pero dar atención especial, privilegiar siempre la ayuda a los pobres y necesitados”.