Bogotá. En las prisiones de Estados Unidos sólo hay 45 reos bajo el más estricto sistema de máxima seguridad. Están en la penitenciaría de Florence, Colorado, llamado el Alcatraz de las Rocallosas. Son prisioneros de la unidad “supermax”; clasificados por el FBI como “capaces de ejercer máxima violencia” y cuya fuga representaría “un riesgo para la seguridad nacional”. Entre estos hay asesinos seriales, el hombre que arrojó una bomba contra el maratón de Boston, capos como Joaquín El Chapo Guzmán, algunos presos de Guantánamo a los que EU culpa de planificar el 11 S. Y un ex guerrillero colombiano, Ricardo Palmera, mejor conocido con su nombre en las FARC, Simón Trinidad.
Lejos de ser considerado un terrorista, por lo que fue condenado a 60 años, su abogado defensor Mark Burton lo define como “un símbolo para la paz” porque fue arrestado en Quito (2004) cuando estaba en una misión humanitaria para un canje de rehenes y prisioneros y “una víctima del Plan Colombia, porque para Washington y Álvaro Uribe él fue un trofeo de guerra”.
Después de una larga batalla legal, Burton logró que se reabriera su caso en Colombia. Su primera victoria desde que fue extraditado en 2005.
En su opinión, Trinidad no tuvo un juicio justo en Washington. “Todo su caso es un montaje. No hubo debido proceso”, sostiene. Entre 2006 y 2008 fue sujeto a tres juicios. En los dos primeros, los jurados declararon sin elementos para emitir un fallo. En el tercero juicio, las presiones a los miembros del jurado y las restricciones de la fiscalía a sus defensores consiguieron el veredicto de culpable por solo uno de los 5 delitos que le imputaron.
El juez dictó una sentencia a 60 años. “Es prácticamente cadena perpetua. Nació en 1950. Va a cumplir 73 años en junio. Saldría de la cárcel en 2068”, dice Mark Burton, en un español bastante fluido.
Primera victoria en 19 años de lucha judicial
Desde que asumió la defensa del colombiano, este penalista especializado en derechos humanos intenta que Trinidad sea sometido a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) de su país. Y finalmente lo logró.
Así explica este avance en entrevista con La Jornada: “A través de una demanda que se presentó en Estados Unidos, recientemente Trinidad ganó el derecho a consultar sobre su caso ante la JEP y responder a ese tribunal. Nosotros, como defensa, fuimos a Bogotá, y esta jurisdicción accedió que se abra una audiencia”.
El presidente de la JEP Roberto Vidal López lo confirma: “Simón Trinidad ya hace parte de la jurisdicción porque está dentro del macro caso de secuestros de las FARC como compareciente. Los magistrados competentes están decidiendo si lo llaman o no a rendir testimonio. El desafío de este asunto son las sentencias ante la justicia estadounidense. Tenemos relaciones muy respetuosas con el sistema de justicia estadounidense. Y en este momento el Departamento de Justicia y los jueces son los que tienen en sus manos esta decisión”.
Interrogado sobre si Trinidad pudiera acogerse a los beneficios de la justicia restaurativa del modelo JEP, Vidal López respondió: “Si estuviera en la hipótesis de haber hecho el aporte sustancial a la verdad, si reconoce su responsabilidad, si cumple todas las condiciones de la jurisdicción, también estaría en condiciones de recibir todos los beneficios de esta justicia”.
Durante los diálogos para el acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno colombiano en La Habana, Burton viajó repetidamente a la isla para abogar a favor de su cliente. Una vez instalada la JEP en Bogotá, en 2017 los jueces estadunidenses le negaron ese derecho.
“Recientemente se volvió a abrir la oportunidad y volvió a presentar la demanda, alegando que la negativa de darle acceso a un abogado colombiano violaba sus derechos. Y esta vez ganó y la respuesta fue positiva”, agrega Burton.
—¿Será trasladado a Colombia para su audiencia ante la JEP?
—Hay tres posibilidades que se están negociando. La primera es que se haga por videoconferencia desde la prisión. En otras transmisiones, han obligado al ex líder de las FARC a presentarse vestido con el uniforme anaranjado de los reos, con los pies y las manos encadenadas. Los jueces de Colombia opinan que eso no es adecuado ni digno; se está pidiendo que se cambie esa modalidad.
“Es, además, un brutal contraste con las concesiones que le hicieron al jefe del paramilitarismo Salvatore Mancuso, que ordenó decenas de masacres y millares de asesinatos. Él compareció ante la JEP durante cuatro días por videoconferencia desde Estados Unidos, ni siquiera en una penitenciaría sino en un centro migratorio, de civil, sin restricción alguna, muy a sus anchas.
“También hemos hablado de la posibilidad de que la JEP vaya a Florence y tener la audiencia allá. Y la tercera es que se pueda extraditar a Trinidad a Colombia. La ley sí contempla esta posibilidad. Pero esto puede ser complicado porque las autoridades norteamericanas tienen que estar de acuerdo también. Sería lo mejor.
“En la legislación de la JEP establece que en las audiencias se pida y otorgue el perdón y la única forma que se puede hacer es que esté en Colombia”.
—¿Cuál será el alegato de la defensa ante la justicia colombiana que hace 19 años concedió su extradición y lo entregó a Estados Unidos?
—En esta futura audiencia, que no termina por concretarse aún, Trinidad va a reclamar su calidad de víctima durante el proceso de aniquilación de la Unión Patriótica (década de los ochenta). El estaba a punto de integrarse a la UP, con el candidato a la presidencia que seguramente iba a ganar, Jaime Pardo, cuando este y varios otros amigos cercanos fueron asesinados en 1987. Eso lo orilló a incorporarse a las FARC a los 37 años.
“Como defensa ya presentamos este alegato. Es, en efecto, una víctima: tuvo que huir de su casa, irse a las montañas para su protección. Fue amenazado a muerte varias veces. Casi todos sus compañeros fueron asesinados. Su de esa época y su hija tuvieron que salir del país”.
El hombre de hierro
—¿Qué significado tiene este paso en su situación jurídica?
—Es muy importante porque él es un símbolo de la paz. En los tiempos del Caguán (el espacio de negociación que se estableció en esa zona de despeje entre 2000 y 2002) fue muy conocido para la prensa y para los diplomáticos por sus esfuerzos por lograr acuerdos. Sus aportaciones eran importantes para entender lo que estaba pasando. Y para el presente también. La sociedad necesita escuchar para entender y no repetir los errores, para superar la guerra”.
“Si uno aporta la verdad a la JEP, según sus principios, los comparecientes se reincorporan a la sociedad colombiana. El problema es que, al estar en Colorado, la sentencia dictada en Estados Unidos bloquea su reincorporación”.
A Simón Trinidad se le condenó por haber sido parte de la conspiración del secretariado de las FARC en el secuestro de tres ciudadanos estadunidenses (Tom Hawes, Marc Goncalves y Keith Stensell), contratistas que realizaban sobrevuelos en las zonas en conflicto. Su avioneta fue derribada por guerrilleros y estuvieron en cautiverio entre 2003 y 2008. En el juicio no se pudo demostrar que Trinidad haya participado en operación ni que estuviera involucrado.
—¿Cómo se destraba este nudo en la justicia estadunidense?
—Esto es más un problema político. En Estados Unidos el presidente tiene la facultad legal de rebajar la pena de algún prisionero, puede indultarlo, o puede haber un acuerdo de que pase su sentencia en Colombia. La decisión está en manos de los dos gobiernos. Colombia necesita querer que esto pase.
Y si creo qué hay voluntad. El presidente Petro, como dice, quiere la paz total. Y el caso de Trinidad es importante para lograr eso. Lo que sabemos es que Biden y Petro se llevan bien personalmente. Aunque no se nada sobre cuál podría ser la voluntad del gobierno de Estados Unidos.
—¿Cómo es actualmente la vida de Simón Trinidad?
—Desde que llegó a la AMX de Florence en marzo 2005 hasta 2016 estuvo en aislamiento total 23 horas al día y solo un rato salía a hacer ejercicio, solo todo el día en una celda dos por tres. Desde 2016 a la fecha el único cambio es que tiene contacto con tres presos por día unas dos horas y derecho a tres visitas familiares.
—Su salud está muy bien. Él es muy resistente, muy fuerte y creativo. Todo el tiempo está pensando en el futuro, en su país, en su defensa. Ha resistido mejor que muchos. Esa prisión se caracteriza mucho por problemas de suicidio, enfermedades mentales. Pero él, además de ser muy inteligente, tiene gran capacidad de permanecer enfocado. No es gratuito que le llamen “el hombre de hierro” (título del libro escrito sobre este combatiente por el periodista colombiano Jorge Enrique Botero).