Alejandro Torres Chocolatl salió de su casa en Santa María Zacatepec, Puebla, para ir a comprar pintura, cuando el carro en el que viajaba fue interceptado por un vehículo no oficial y sin número de identificación, del que bajaron cuatro personas armadas vestidas de civil y lo subieron a uno de los automóviles. No le dijeron de qué se trataba ni se identificaron. El operativo fue diseñado como una desaparición forzada o un levantón del crimen organizado. Pero no. Eran policías ministeriales ejecutando un acto de violación a los derechos humanos de un defensor del agua y un comunicador comunitario nahua.
Desde hace varias semanas la amenaza rondaba su casa. Se denunció entonces y se denuncia ahora, pues lo que está detrás del hostigamiento, desaparición, encarcelamiento y asesinato de los defensores de la naturaleza son los intereses de las empresas trasnacionales que actúan en complicidad con los gobiernos en turno. En este caso se trata de la intimidación no sólo a Alejandro Torres, sino a todo el movimiento que ha luchado por la defensa del río Metlapanapla, que corre el riesgo de ser contaminado por los vertidos de aguas residuales de la Ciudad Textil de Huejotzingo. Es también contra quienes luchan por el agua en el municipio Juan C. Bonilla contra la empresa Bonafont, que ha dejado secos los manantiales de la región cholulteca. Y contra las 22 comunidades nahuas de los estados de Morelos, Puebla y Tlaxcala, que se han opuesto, como lo hizo su compañero y amigo Samir Flores Soberanes (asesinado en 2019) al Proyecto Integral Morelos (PIM).
Comunicador popular de la Radio Comunitaria Zacatepec, integrante del Congreso Nacional Indígena y concejal del Concejo Indígena de Gobierno (CGI), fue llevado a la Casa de Justicia de San Andrés Cholula, donde lo mantuvieron por cuatro horas. Vino la denuncia pública, sus compañeros y compañeras se plantaron afuera de la institución y no pensaban irse sin él. Por eso lo tuvieron que soltar. Así, como si nada.
Lo que sigue es la inmediata cancelación de la orden de aprehensión que pesa en su contra. “No tenemos miedo”, gritaron desde Zacatepec los pueblos que resisten.