En su afán de desprestigiar a Yevgueni Prigozhin, caído en desgracia desde que se frustró su intento de rebelión, el presidente Vladimir Putin se dio un tiro en el pie al presentar a su antiguo protegido como mentiroso, por decir que él financiaba de su bolsillo a los mercenarios Wagner y pretender vender la insurrección como “marcha por la justicia”, y corrupto, por insinuar que cobró una millonada por suministrar alimentos al ejército.
Además de que la televisión pública mostró pasaportes con diferentes nombres y una sola foto, la suya, junto con decenas de miles de dólares en efectivo y varios lingotes de oro.
Prigozhin amasó su actual fortuna por hacerse amigo del entonces vicealcalde de San Petersburgo (Putin), quien al llegar a la presidencia le encargó hacer el trabajo sucio que el Kremlin no quería asumir en público. Tan sólo por la anexión de Crimea y los combates en el Donbás en 2014, Prigozhin y los principales comandantes de los Wagner recibieron el título de Héroe de Rusia.
Poco antes de lanzar la campaña militar en Ucrania, Putin declaró por enésima vez que “el Kremlin nada tiene que ver con el grupo Wagner” y, ahora resulta, que en un solo año de guerra los mercenarios recibieron del Estado el equivalente a casi 34 mil millones de pesos, mientras –a modo de ejemplo– el presupuesto federal para cultura en 2022 tuvo 13 mil millones de pesos menos y el de deporte y educación física, 9 mil 500 millones menos.
Esto, a un año de los comicios presidenciales, no aumenta la popularidad de Putin, que quiso maquillarse con un orquestado baño de masas en el caucasiano Daguestán, y siembra dudas en un sector de la élite gobernante que se pregunta si el titular del Kremlin está en condiciones de mantener bajo control el país.
Porque el peligro mayor para seguir en el poder provino del sistema creado por él, y tuvo que dar marcha atrás: nadie sofocó la rebelión, no castigó a ningún insurrecto, ni tomó ninguna medida para resolver el conflicto de gran parte del ejército con la cúpula militar.
En cuanto a Prigozhin, exiliado en Bielorrusia, de acuerdo con la versión oficial, se cerró la causa penal en su contra por “incitar a la rebelión”, pero nada impide abrir otras. De su comportamiento a partir de ahora va a depender que se cumpla o no el axioma de que la traición se paga con la vida.