La tortura no sólo afecta en el momento a quien la sufre, sino que deja heridas profundas en los sobrevivientes y sus familiares, que ven destruidos sus proyectos de vida, se alteran sus relaciones personales e impactan su salud mental, como relataron víctimas, quienes exigieron justicia, pues la mayoría de sus casos siguen impunes.
En el foro Rostros y Voces de la Tortura de Hoy, Andrea Casamento, del Subcomité para la Prevención de la Tortura de la Organización de Naciones Unidas, manifestó que hay una deuda pendiente en la atención a las personas que directa o indirectamente sufren este flagelo.
Consideró que aún “estamos lejos de poder prevenir la tortura”, cuyo desafío “es muy grande”. Enfatizó que también corresponde a cada uno “la responsabilidad de que se haga justicia” para estas víctimas.
Luna Arellano narró cómo le “arrebataron a su madre”, Verónica Razo, el 8 de junio de 2011, cuando fue detenida en la alcaldía Cuauhtémoc por presuntamente participar en un secuestro.
“Mi madre lleva 12 años injustamente presa, fue torturada y violada para autoinculparse de delitos que nunca cometió”, expuso.
Expresó que este proceso ha sido doloroso por la separación familiar, por ver a Verónica con las marcas de la tortura, no poder visitarla en ciertos periodos y los pocos avances en su proceso, que a veces no eran reconfortantes pues “generaban esperanzas que al final se veían destruidas porque nada pasaba”.
Además, lamentó, el rechazo social “derivó en muchos problemas emocionales, pero a pesar de ello seguimos fuertes ante esto”, exigiendo justicia.
Dos décadas de dolor
En el contexto del Día Internacional en Apoyo de las Víctimas de la Tortura, que se conmemora el 26 de junio, Oswaldo Rodríguez compartió que él junto con su padre, Sergio, y otros familiares fueron detenidos arbitrariamente en 2002.
“Son más de 20 años de dolor que hemos padecido; yo duré casi 15 años preso por una injusticia”, señaló. La versión de las autoridades, narró, es “que fuimos detenidos todos juntos y que supuestamente traíamos cocaína y que nos agarraron en flagrancia. Eso fue un error porque fuimos detenidos cada quien por su cuenta y en diferentes lugares... La detención fue a base de mentiras y el proceso también”.
Recordó que el 15 de junio pasado, el Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de la ONU pidió al Estado mexicano liberar a su padre, así como a Mario Almanza y Jorge Hernández, víctimas de tortura por agentes ministeriales de la Procuraduría General de Justicia de Tlaxcala.
Las organizaciones convocantes, entre ellas la Organización Mundial contra la Tortura, señalaron que esta clase de violencia también se ejerce en el contexto de protestas sociales y en anexos para rehabilitación de personas con problemas de adicciones.
Alán García, de la Oficina en México del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, reiteró que en el país la tortura es una práctica “generalizada y extendida” e indicó que si bien se han tomado medidas para erradicarla, “aún estamos lejos” de lograrlo.