Un grupo de sujetos equipados con marros, mazos y barretas entró por la fuerza al departamento de Rufina Felisa Galindo para desalojarla del edificio ubicado en Emiliano Zapata 68, en el Centro Histórico, donde vivió durante 66 años.
A las 6 de la mañana del martes, los hombres irrumpieron en el departamento 17, ubicado en el segundo piso, y sin mediar palabra derribaron de forma violenta la puerta y sacaron a empujones a la mujer de la tercera edad junto con sus dos hijas, Claudia Sandra y Martha Angélica, su nieta con su esposo, y sus dos bisnietos de 8 años y cuatro meses.
La puerta de madera fue arrancada y las pertenencias de la mujer arrojadas a la acera. Como es habitual en los desalojos, los hombres llegaron acompañados, dijeron las hijas de Rufina Felisa, por policías que decían que se trataba de ejecutar un mandato judicial proveniente de un juzgado del estado de México, además de que iba una actuaria a la que nunca vieron porque no se presentó ante ellas ni pudieron leer o ver de cerca el documento.
El dinero de la pensión de Rufina Felisa, alhajas recuperadas del Monte de Piedad y 6 mil pesos que le había dado una de sus hijas nunca aparecieron, porque cuando regresó a buscar sus pertenencias de valor los sujetos las dejaron encerradas, por lo que tuvieron que llegar los bomberos a sacarlas.
Entrevistada en la calle, donde mantienen algunas de sus pertenencias y en la que ayer pasó su segunda noche, Rufina aseguró tener en su poder el contrato original y los recibos de pago de renta que hacía a la dueña, a quien identificó con el nombre de Rosario Fernández y Fernández.
Recordó que la propietaria promovió un amparo en contra de la expropiación del inmueble cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador fue jefe de Gobierno, porque el edificio pasaría a beneficio de los residentes de los 24 departamentos; sin embargo, señaló que con el juicio de desafuero en su contra “ya no procedió y se revocó la expropiación”.
Los residentes del edificio sabían que la propietaria vivía en la colonia Del Valle, por lo que cuando dejaron de verla fueron a buscarla para pagar las rentas, pero se enteraron de que se la habían llevado a Huixquilucan, ya que no tenía hijos, y luego había fallecido.
Entonces apareció Francisco Ricardo Piñeirua, quien dijo ser el heredero, aunque tiene otros apellidos, por lo que los inquilinos solicitaron ver el testamento para reconocer la firma, lo cual no se les permitió.
Desde 2016 empezó el acoso, por lo que desalojaron poco a poco a cada una de las 24 familias y la última fue Rufina Felisa. Desde 2019 en el inmueble habitan invasores y los “inquilinos originales”.
Sus vecinos compraron una lona azul que colocaron como techo y pared improvisada en el lugar en el que hasta el momento resguarda algunas cosas, ya que otras han sido robadas, unas más vendidas como el refrigerador y la estufa entre 200 y 300 pesos, y regaladas, como su mesa de entretenimiento donde colocaba su televisor.
Rufina Felisa lamentó la indiferencia con la que fue atendida en la agencia del Ministerio Público la tarde del pasado martes, cuando quiso presentar una denuncia por despojo, pues recibió como respuesta del personal que no procedía porque se cumplió una orden judicial, por lo que sólo le tomaron declaración ante la denuncia que levantó por el delito de robo en contra de quien resulte responsable.
Con un dejo de nostalgia, afirmó que del rumbo se acuerda cuando veía las películas del Piporro que ponía el párroco en la iglesia de la Santísima Trinidad y Perpetuo Socorro.