A juzgar por las primeras reacciones de plumas y medios alineados contra la llamada 4T, Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz se constituyó en la opción bullanguera que estaban esperando. Apenas se dio a conocer el manejable sistema de elección interna de Va por México (PRI, PAN Y PRD), y luego que este martes por la mañana la senadora panista anunciara que sí buscará ser la presidenta de México, se esparció una narrativa coincidente en destacar su origen indígena, las dificultades que habría enfrentado para salir económica y escolarmente adelante y su compromiso con algunos aspectos del obradorismo, como los programas de asistencia social.
Con sesenta años cumplidos en febrero pasado y nacida en Tepatepec (11 mil 135 habitantes, según el censo del Inegi de 2020), cabecera del municipio Francisco I. Madero de Hidalgo, en el Valle del Mezquital, Xóchitl Gálvez es licenciada en computación por la UNAM, con “especialidades en robótica, inteligencia artificial, edificios inteligentes, sustentabilidad y ahorro de energía” (https://goo.su/GfieDy). Es empresaria, “en 1992 fundó la empresa High Tech Services, especializada en el diseño de edificios inteligentes”, y tres años después creó “Porvenir, asociación que apoya a niños con problemas de desnutrición en zonas indígenas de México”.
Pero el resorte que la ha impulsado a ser figura pública ha sido la política. Ha ocupado cargos gubernamentales (con Vicente Fox, la Comisión Nacional de Desarrollo de los Pueblos Indígenas), fue candidata derrotada al gobierno de Hidalgo, es senadora por la vía plurinominal y sólo ha gobernado la entonces delegación Miguel Hidalgo en la Ciudad de México. Sus características principales son el desenfado, el lenguaje “popular” o populachero y un ejercicio político ligero, sin profundidad.
Hasta días atrás, sus expectativas estaban centradas en contender por la jefatura del Gobierno capitalino, pero, a partir de que no le fue permitido ingresar a la mañanera a ejercer su derecho de réplica (en un acto violatorio de la orden de un juez federal), se desató una conjunción de factores de poder que consideran que es la alternativa ideal al movimiento llamado Cuarta Transformación, sobre todo si la abanderada para 2024 es Claudia Sheinbaum.
El razonamiento que busca llevar a Gálvez a la candidatura de Va por México es de una naturaleza de presunta replicación adversa, desde la derecha. Sus impulsores reales (el presidente López Obrador asegura que Carlos Salinas de Gortari es quien ha tomado la decisión de quién será candidato o candidata de la oposición) consideran que con Xóchitl pueden instalar una campaña propagandística que contravenga al obradorismo o a la 4T porque la senadora, afamada por el uso de botargas en protestas públicas, se parece de alguna forma a ciertos distintivos guindas.
En el colmo de la desesperación, los constructores de la candidatura de Gálvez pretenden crear una especie de pejismo superlativo, pero de derecha. Ella es indígena, AMLO no; ella conoce las penurias socioeconómicas porque las vivió, él no. Y el discurso se extiende a los precandidatos de la 4T: ella es chaira de derecha en cuanto a su biografía oficial, ellos y ella (Claudia) son fifís. ¡Los genios de la estrategia política le estarían arrebatando banderas al tal obradorismo o cuatroteísmo!
Los exaltadores de una especie de lucha (electoral) de clases olvidan que la conciencia de clase y el compromiso social no se generan necesariamente a partir de un lugar de nacimiento o de un estatus socioeconómico de origen. La historia política del país está repleta de personajes provenientes de circunstancias económicas adversas que luego se convirtieron en rapaces conservadores del sistema injusto.
Ya se verá si la cargada que ha sido vista de inmediato significa la instalación de la senadora hidalguense en la candidatura en disputa y cuáles son las reacciones del representante de una oligarquía histórica, Santiago Creel, y de la voxista Lilly Téllez. ¡Hasta mañana!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero