El titular del Kremlin, Vladimir Putin, reconoció ayer, por primera vez, que el Estado financiaba por completo el grupo de mercenarios Wagner, que el pasado fin de semana se rebeló contra la cúpula militar, en tanto que el dueño de esta compañía militar privada ilegal en Rusia, Yevgueni Prigozhin, se encuentra ya en Bielorrusia, confirmó el mandatario esta nación, Aleksandr Lukashenko.
Al reunirse con un grupo de soldados y oficiales del ejército ruso, Putin dedicó parte de su breve discurso al grupo Wagner: “Siempre tratamos con mucho respeto a los combatientes y comandantes de este grupo porque, de verdad, dieron muestras de valentía y heroísmo, igual que los militares y voluntarios del ejército”.
Discurso elogioso
Tras el elogio, subrayó: “quiero que se sepa que el Estado asumía por completo el costo del grupo Wagner, que era financiado por completo por el ministerio de Defensa y el presupuesto federal”.
Reveló: “tan sólo de mayo de 2022 a mayo de 2023, el grupo Wagner recibió del Estado en el rubro de salarios y pagos de estímulo la cantidad de 86 mil 262 millones de rublos (equivalente a 17 mil 463 millones de pesos)”.
Y añadió que “el propietario del consorcio Konkord (el propio Prigozhin), además de que el Estado asumía toda la manutención del grupo Wagner, cobró al Estado otros 82 mil millones de rublos (equivalente a 16 mil 500 millones de pesos) por suministrar alimentos al ejército y espero que nadie haya robado nada o, por así decirlo, haya robado menos (de lo habitual), pero sin duda nos vamos a ocupar de aclarar eso”.
Cuando Putin daba a entender que ordenará investigar si Prigozhin –por cierto, sin mencionarlo por su nombre, como suele hacer con quienes borra de su lista de amistades o los considera abiertos enemigos como el encarcelado opositor Aleksei Navalny– pudo haberse embolsado dinero público, el avión de su antiguo protegido aterrizaba en un aeródromo militar de Bielorrusia.
Lo confirmó su anfitrión, Aleksandr Lukashenko, el presidente bielorruso que desempeñó un papel determinante para frenar la rebelión de Prigozhin. Al hablar en Minsk en una ceremonia de ascenso a general de su ejército, Lukashenko se refirió a su labor de mediación, en coordinación con el Kremlin: “Por ningún motivo hay que hacer de mí un héroe, ni de mí ni de Putin ni de Prigozhin, porque la situación se nos escapó de las manos, creímos que se solucionaría por sí misma, pero no fue así”, empezó con estas palabras su relato, según la crónica de la agencia noticiosa oficial Belta.
Pero sí quiso destacar que Prigozhin le juró que había tomado el cuartel general del grupo de ejércitos Sur de Rusia en Rostov del Don sin disparar un solo tiro. “¿Mataste a alguien?”, le preguntó Lukashenko. “No, como cree”, respondió Prigozhin.
El jefe de la milicia, “influenciable”
“Esto era muy importante para mí –prosiguió el mandatario bielorruso–, en caso contrario no podría seguir intentando buscar un punto de acuerdo. Lo noté muy alterado, de cada 10 palabras suyas nueve eran insultos, y me dio la impresión de que los comandantes de las unidades de asalto (del grupo Wagner) ejercían mucha presión sobre él, que se ve un hombre fortachón, hasta brutal, pero se deja influir por sus cercanos.”
Cuando los destacamentos de Prigozhin estuvieron a 200 kilómetros de Moscú, se encontraron con 10 mil soldados rusos dispuestos a abrir fuego si daban un paso más y, en ese momento, de acuerdo con Lukashenko, el jefe de los Wagner empezó a ceder en sus exigencias de renuncia del ministro de Defensa, Serguei Shoigu, y del jefe del Estado Mayor, Valeri Guerasimov, y contactó al director del Servicio Federal de Seguridad (FSB, por sus siglas en ruso), Aleksandr Bortnikov para negociar las condiciones del retiro de los sublevados.
Exilio es temporal
Ante los rumores de que el grupo Wagner estaría negociando trasladar su base a Bielorrusia, Luka-shenko dio a entender que el exilio de Prigozhin y de los hombres que quieran acompañarlo, como les ofreció Putin al darles la opción de escoger si se integraban al ejército ruso o se iban a su casa o a Bielorrusia, podría ser temporal.
“Les dije si quieren venir por un tiempo, les ayudamos. Eso sí, por su cuenta y se pagan todo”, aclaró el jefe de Estado bielorruso.
Desmintió que los mercenarios de Wagner vayan a custodiar las armas nucleares tácticas que Rusia está instalando en Bielorrusia. “Los Wagner no van a custodiar ningún arma nuclear, como dicen los polacos y otros (…)
“Es tarea nuestra. Y antes que nada, personalmente soy responsable por la seguridad de las armas. Por tanto, nunca se lo encomendaría a terceros. Tenemos suficiente gente preparada, junto con los rusos, para proteger ese arsenal”, subrayó Lukashenko.
Mensaje del líder del Kremlin, cada vez más corto
Para los observadores del quehacer político ruso no pasó inadvertido que, tras el intento de rebelión de Prigozhin, Putin lleva tres días dirigiéndose a la nación con el mismo mensaje, pero cada vez más corto.
En su primer mensaje a la nación, de cinco minutos y 34 segundos, el sábado, calificó de “traición y puñalada por la espalda” la insurrección; en su segundo mensaje la noche del lunes, de cinco minutos y 15 segundos, ya no hizo referencia a que serían “castigados con dureza” los organizadores de la rebelión y, en cambio, les ofreció la opción de irse a su casa o al exilio o firmar un contrato con el ministerio de Defensa.
Y en su discurso de ayer ante 2 mil 500 militares, policías, agentes de seguridad y miembros de la Guardia Nacional, formados en la plaza de las Catedrales dentro del Kremlin, el presidente ruso necesitó tres minutos para agradecer a los presentes que, con su “solidaridad cívica” y “eficaz trabajo coordinado”, hayan evitado un “baño de sangre”.
Porque “ustedes defendieron el orden constitucional, la vida, la seguridad y la libertad de nuestros ciudadanos, salvaron de conmociones nuestra patria y, de hecho, detuvieron una guerra civil”, señaló Putin.