La forma en que los países árabes han decidido incursionar en el deporte llama la atención. Uno de los ejemplos más claros fue la celebración del campeonato mundial de futbol en Qatar en 2022. La decisión de su gobierno de ofrecer una imagen de modernidad y resarcirla de las acusaciones por violaciones a los derechos humanos fue determinante para que canalizar millones de petrodólares en la “compra” del torneo mundial de ese deporte. Con el contubernio de los dirigentes de la FIFA, otros países que tenían más derechos a celebrar el campeonato fueron excluidos. Los petrodólares fueron argumento suficiente. Qatar apareció ante el mundo como nación en plena transición a la modernidad, incluida su “determinación a respetar los derechos humanos”.
También controvertida fue la forma en que Arabia Saudita entró de lleno al negocio del golf, “deporte” conocido como excusa para concretar negocios en extensiones regadas con agua, tan necesaria en actividades más nobles. La incursión causó desasosiego entre quienes consideran que el golf debe ser manejado exclusivamente por un cónclave de millonarios aristócratas. Con una carretada de petrodólares, los sauditas crearon una federación paralela a la que tradicionalmente ha detentado el derecho a organizar el millonario Abierto de golf. Sabotearon a la dueña y principal organizadora de ese deporte. La compra de algunos de los más cotizados profesionales incorporándolos a su naciente federación fue suficiente para concretar la maniobra. Al final, forzaron a la fusión de ambas federaciones creando una nueva en la que los saudíes tendrán mano en su orientación. En un mundo en que el dinero y la influencia parecen estar al servicio del mejor postor, la actitud de los árabes no debía armarlos. Juegan con las mismas reglas de los que hoy gritan y se indignan por su forma de incursionar en el deporte. Lo que sí debería alarmarles son las violaciones contra los migrantes, los derechos de las comunidades gay, los de las mujeres a decidir sobre su cuerpo.
En una nota reciente, el New York Times da cuenta de la intención de los saudíes de contratar a Leonel Messi como promotor turístico de esa nación; sugiere la nota que sería interesante preguntarle si los millones que recibirá serán suficientes para ignorar las graves violaciones a los derechos humanos, como el del alevoso asesinato del periodista del Washington Post Jamal Khashoggi.