El periodo reciente de inflación en México se inició en abril de 2021. El índice nacional de precios al consumidor, mensual anualizado (respecto al mismo mes del año anterior) fue, entonces, 6.08 por ciento, mientras en abril de 2020 había sido 2.15. El INPC se mantuvo por encima de 6 por ciento de modo constante entre septiembre de 2021 y abril de 2023; el pasado mayo registró 5.84 por ciento. El INPC tuvo su registro más alto, 8.70 por ciento en los meses de agosto y septiembre de 202.
La parte del índice que corresponde a la inflación subyacente, que considera la medición de aquellos bienes y servicios que se comportan de modo más estable y, por ello, se toma como una mejor aproximación del comportamiento de los precios en el mediano plazo, registra de modo consistente un valor mayor que la no subyacente.
El Banxico define como objetivo permanente de la inflación anual 3 por ciento, con un rango de variación de más-menos 1 por ciento. Los precios crecen aún muy por encima del objetivo. La cuestión que está detrás de todos estos números es que mientras la alta inflación persiste, las condiciones de las familias, según sus ingresos; los negocios, según su tamaño; las instituciones financieras, y el gobierno, por el impacto monetario sobre la tasa de interés y el tipo de cambio se alteran y con ello su interrelación.
La inflación subyacente es especialmente resistente, se ha quedado colgada. Desde octubre de 2021 está por encima de 5 por ciento; alcanzó su nivel máximo en noviembre de 2022, con 8.51 por ciento y ha disminuido lentamente hasta mayo pasado, llegando a 7.39 por ciento. El componente de los precios de mercancías de este segmento del índice de los precios registra 9.04 por ciento, mucho más alto que el de los servicios (5.43 por ciento).
La inflación no subyacente (los bienes y servicios que fluctúan más), tuvo su nivel más alto en abril de 2021 (12.34 por ciento), desde entonces estuvo en niveles por encima de 9 por ciento para iniciar una baja significativa desde septiembre de 2022 (9.96 por ciento) hasta mayo pasado (1.24 por ciento). En este caso, la inflación de los productos agropecuarios ha descendido rápidamente (conforme a la tendencia mundial) desde las tasas más altas registrada en septiembre de 2021 (10.41 por ciento) y febrero de 2022 (16.7 por ciento), hasta 4.94 por ciento en mayo pasado.
La inflación de los productos energéticos también ha ido cediendo, pero es el caso de las tarifas autorizadas por el gobierno en donde la caída ha sido más notable. En abril de 2021 la inflación correspondiente fue 19.30 por ciento, se mantuvo en niveles elevados hasta noviembre de ese mismo año y progresivamente ha ido bajando, hasta casi cero en marzo de este año y con registros negativos en los dos meses posteriores.
La reducción de ambos rubros se apoyó en la concesión de subsidios. Estos son de diversa naturaleza: por sus objetivos y por la incidencia de su asignación. Hay subsidios directos o explícitos y otros indirectos, que se otorgan de modo general y no necesariamente a las personas que lo requieren, como ocurre, por ejemplo, con la gasolina. Los subsidios los pagan todos los ciudadanos, pues se usan recursos presupuestales. Hay un costo real, dinerario y elevado en la bajada de este componente de la inflación.
Todavía es grande la resistencia a la baja en el nivel general de los precios y prevalece la inflación subyacente, con sus repercusiones en la manera en que se apropian los recursos. Tal situación se da, en especial, por el grado de control que tienen ciertos productores y distribuidores sobre el mercado; se trata del margen que logran imponer en los precios por encima de los costos. Las ocasiones para hacerlo se aprovechan.
La resistencia de la inflación subyacente que se registra en México y muchos otros países impacta en las decisiones de política monetaria que toman los bancos centrales sobre la tasa de interés de referencia. El reciente anuncio de política monetaria del Banxico (22706/2023) señala este hecho directamente y en esencia basa en él su determinación de mantener el objetivo para la tasa de interés interbancaria a un día en 11.25 por ciento. La junta de gobierno ha dicho que el nivel de la tasa permanecerá alto hasta final del año.
La tasa actual es, ciertamente, muy elevada y habrá que ver la capacidad que tiene para abatir la inflación subyacente. Esta situación podría llevar eventualmente a la aceptación por parte de los bancos centrales de operar en un entorno de inflación más alta de la establecida como el objetivo.
Una tasa alta pretende reducir el nivel de la demanda para bajar los precios, incluso propiciando una recesión económica. Pero mientras se mantiene muy alto el costo del crédito, la economía crece con el impulso del gasto de consumo y según los datos de la actividad de la banca comercial, la deuda de los hogares está aumentando de modo notorio y eventualmente habrá un reconocimiento de tal situación.
La tasa de interés local mantiene un elevado margen respecto a la tasa en dólares que fija la Reserva Federal y sigue favoreciendo la pauta de tomar prestado en dólares y colocar los fondos en inversiones en Cetes. Se está “subsidiando” la atracción de capitales al país. El tipo de cambio seguirá barato (más dólares por los mismos pesos) con una carga para los importadores y el incentivo para el gasto en el extranjero (el turismo, por ejemplo).
Las remesas entretanto siguen llegando en abundancia, pero alcanzan para un menor gasto de quienes las reciben. En el primer trimestre del año los ingresos por remesas fueron 13 mil 948 millones de dólares y representó 18 por ciento del ingreso laboral de quienes las remitieron. ¿Qué sería de los programas sociales en curso si las remesas dejaran de llegar?