Antes de la invención de la fotografía, los pintores eran los ojos de las excavaciones arqueológicas, quienes registraban los hallazgos en el lugar de los hechos. El artista Fernando Aceves Humana (Ciudad de México, 1969) ha retomado desde un punto de vista personal esta tradición histórica –caída en desuso frente al avance de la tecnología– en diferentes sitios arqueológicos del país, desde Monte Albán y Atzompa, en Oaxaca, hasta la cueva de Balamkú, Yucatán.
Desde 2009 Aceves Humana ha laborado en las excavaciones del Proyecto Templo Mayor, en la Ciudad de México, a cargo de Leonardo López Luján y, a partir de 2019, el pintor registra los trabajos en torno al descubrimiento del Huei Tzompantli (muro de cabezas, en náhuatl) en un predio de la calle de Guatemala número 24, excavación encabezada por Raúl Barrera Rodríguez.
Aceves Humana muestra por primera vez dichas series juntas, en la exposición Ofrendas ocultas, en el marco del 80 aniversario de El Colegio Nacional. La exhibición, curada por López Luján, miembro de la institución, comprende 33 obras de diferentes formatos realizadas en varias técnicas, como óleo, litografía y acuarela, producidas desde 2009.
“Mi oficio es pintar y busco la experiencia. Qué mejor experiencia que estar viendo el pasado. Soy nómada, con mi mochila voy a todos lados y pinto”, dice el artista radicado en Oaxaca. Aceves Humana trabaja en directo, sin boceto: “Son paneles rígidos al óleo, de formatos pequeños. Cuido mucho de no salpicar ni ensuciar nada porque son contextos de investigación científica.
“Interpreto lo que veo. Lo que me interesa es el gesto, la manera en que se aborda, son asuntos puramente pictóricos. Pretendo transmitir el ambiente que generan los sitios arqueológicos, algo difícil de hacer con la fotografía fija, tal vez en video sí. Son contextos difíciles de presentar en un museo.”
Enfrentarse al pasado conlleva diversas emociones: “En el caso de las ofrendas –hasta el momento se han exhumado 68– de la excavación del Templo Mayor me sorprende la cantidad de esqueletos de animales que hay, desde jaguares hasta changos, que aportan conocimientos en cuanto a qué especies había y cómo llegaron allí. También hay vestigios de plantas, corales y estrellas de mar”.
Arena, barro y cráneos
Respecto del Huei Tzompantli el sentimiento es aún más poderoso porque se trata de una torre de cráneos de personas que fueron sacrificadas. “Les sacaban el corazón en la pirámide del Templo Mayor, tiraban el cuerpo; una parte era para comer y la otra, se cree, para un criadero de animales que posiblemente eran sacrificados. Los cráneos eran expuestos en las trabes del Huei Tzompantli, después los usaron como material de construcción para levantar dos torres aledañas a este monumento. Trabajé en una de ellas hecha a base de cal, arena, barro y cráneos”.
La sensación de pintar allí es “muy fuerte”. “No puedes no sentir empatía por la gente que murió en condiciones muy difíciles. No se entiende bien cuál era la función del muro de cráneos porque no hay cronistas que hablen al respecto, sólo del miedo que generaba. Se emana una gran energía”.
Para Raúl Barrera Rodríguez, la pintura de Aceves Humana aporta “otra visión al trabajo arqueológico, ya que ve los detalles de estos cráneos humanos y establece una comunicación con ellos. De cierta manera llena de vida a estos individuos. No es fácil que alguien externo al trabajo arqueológico pueda tener ese acceso. Fernando ha entendido el trabajo arqueológico, porque somos muy cuidadosos, celosos de nuestro trabajo, pero hemos logrado trabajar bien juntos”.
La exposición Ofrendas ocultas, de Fernando Aceves Humana, permanecerá hasta el 19 de agosto en El Colegio Nacional (Donceles 104, Centro Histórico).