Salina Cruz, Oax., “¡Es mi novio!”, sentenció María Cecilia sin dar lugar a dudas. Esta istmeña de 64 años aguardó más de tres horas bajo un inclemente calor matutino para ver de cerca, por primera vez, al presidente Andrés Manuel López Obrador.
A las afueras del hotel donde pernoctó la noche del viernes, por la mañana decenas de personas lo esperaban en este punto del istmo, donde el mandatario realizó una visita de trabajo, cuyas actividades cerraron más tarde en la capital del estado, donde se reunió con algunos gobernadores para evaluar el avance de caminos artesanales.
Entre todos los presentes, Maricecy destacaba por dos razones: sujetaba un ramo de flores y era evidente su nerviosismo por pensar que en breve podría ver al Presidente.
Días atrás, esta profesora jubilada pensó en el vestido “perfecto”: uno rojo con un tradicional bordado en la parte superior. Se emperifolló con doradas pulseras y grandes aretes; lució un vistoso tocado con una enorme flor roja que resaltaba en su peinado; aun cuando el sol no daba tregua, su maquillaje estaba impecable.
Desde las siete de la mañana se paró frente al hotel –detrás de una de las vallas que delimitaban la entrada– y, paciente con las flores en sus manos, esperó más de tres horas hasta la salida del Presidente.
Por un instante pensó que no podría entregarle las flores –rosas y margaritas–, pues se había colocado cerca de la camioneta dispuesta para el tabasqueño, pero ésta no encendió y la ayudantía tuvo que emplear otra ubicada metros atrás, lejos de Maricecy, quien se mantuvo ahí aun cuando el resto de la gente se movió hacia donde estacionaron el otro vehículo.
En el istmo, el Presidente concita apoyos, pero las corcholatas generan diferendos. Las paredes hablan con la propaganda. No hay barda sin pinta: “Marcelo sí”, “Es Claudia” o “Ahora es Adán Augusto”, se lee a lo largo de toda la región.
En medio de la espera se dio una acalorada discusión: “Es tiempo de las mujeres”, dijo una simpatizante de Sheinbaum. En respuesta, una adherente a Ebrard le respondió: “No se trata de mujer u hombre, sino de capacidades”. La primera fue hasta donde estaba la otra y soltó algunos reclamos, pero la situación no pasó a mayores.
Cuando la figura del mandatario se asomó por la puerta, el júbilo dominó la escena. Se acercó hasta las vallas y comenzó a saludar a la gente. De reojo, vio las flores que la profesora jubilada estiraba para llamar su atención y se dirigió a ella.
Las recibió con la mano izquierda, con la derecha sujetó a María Cecilia y le plantó un beso en la mejilla. La mujer lo atrajo para decirle: “Tenía tantos deseos de conocerlo”. Por segundos se aferró a la mano del mandatario hasta que finalmente decidió soltarlo.
Junto a ella otro hombre, más o menos de la edad del jefe del Ejecutivo, le soltó admirado: “¡Te ves fuerte viejo, te ves bien chingón!”, provocando que una sonrisa asomara en el semblante del Presidente.
López Obrador siguió abriéndose paso entre abrazos, besos y estrechones de manos con niños, mujeres, hombres y adultos mayores.
Al final, Maricecy reveló el que dijo es su nombre completo: “María Cecilia Hernández Sandoval de López Obrador” y después del beso auguró que no se bañaría en varias semanas.
Horas más tarde, ya en la ciudad de Oaxaca, el Presidente informó a través de Twitter: “Hoy supervisamos obras en el istmo y evaluamos el avance de caminos artesanales, así como la construcción de puentes y carreteras. Me acompañaron servidores públicos del gobierno federal, los gobernadores de Oaxaca y Veracruz y la de Guerrero”.
Acompañó el mensaje con una fotografía junto a los mandatarios de Guerrero, Evelyn Salgado; de Veracruz, Cuitláhuac García, así como el anfitrión Salomón Jara.