Ciudad de México. El próximo título de la Compañía Nacional de Ópera (CNO), Madama Butterfly, de Giacomo Puccini, marca el regreso tras ocho años de la directora escénica Juliana Faesler al Palacio de Bellas Artes, el escenario más importante del país.
En 2015, su versión de La Traviata, de Giuseppe Verdi, causó polémica e incluso le valió fuertes críticas y hasta abucheos en la función de estreno.
“Ya ves, me crucificaron, pero fueron los críticos de la obra, no el público; hay en México un grupo de personas, no quiero decir conservadoras, que desean ver lo mismo siempre”, señala la también dramaturga, escenógrafa e iluminadora en víspera del estreno de aquel título, uno de los más representados y gustados del repertorio operístico, que tendrá lugar mañana y con tres funciones más hasta el 2 de julio; todas con las localidades agotadas.
¿Regresa usted con temor?, se le pregunta a Juliana Faesler, quien responde: “No, regreso feliz, porque ya pasó mucho tiempo y si algo está en escena no es un discurso personal, sino colectivo. Es decir, no se hace lo que yo digo, sino lo que todos pensamos. Esa es la diferencia.
“Hay una concepción errónea de lo que es un director escénico. En escena no sucede lo que el director quiere como una voluntad impuesta, sucede lo que el colectivo quiere decir. El papel del director es de aglutinante. Eso es lo que he tratado de desarrollar en mi carrera: formar un grupo con un discurso político y estético, porque lo que pasa en el escenario es lo que somos, y yo tengo que avalar lo que estoy diciendo porque, si no, estoy mintiendo, y en escena no mientes nunca.”
En entrevista con La Jornada, efectuada en uno de los recesos del ensayo general de Madama Butterfly, la creadora destaca que en este montaje busca acentuar el lado humano, atemporal y sin geografías de la protagonista, Cio-Cio san, como un homenaje a las mujeres de todos los tiempos.
“No es la historia de una mujer específica de 1900 en Japón, sino una historia que nos mueve y entendemos todas profundamente. Las que hemos sido madres, que hemos perdido amores, que hemos perdido todo, pero que seguimos luchando por la vida.
“Es, entonces, algo atemporal. Las grandes obras, como ésta de Puccini, o las de Shakespeare, siempre nos hablan a todas las generaciones y a todos los tiempos, porque van más allá. La historia humana no es ficción. Lo que estamos viendo no es ficción, sí ocurrió; como en Hamlet, sí hay un niño que está furioso con su mamá porque se casó con su tío; sea común o no esa historia, sí existe.
“La ficción es la experiencia humana recuperada, y lo que tiene esta ópera muy específicamente es que es profundamente humana. Puccini es un músico que conocía, como decían los presocráticos, los humores del alma, las pasiones, la esperanza, el amor profundo, el dolor de la pérdida.”
Además de la dirección escénica, en este montaje Juliana Faesler se encargó de la escenografía, con un diseñó minimalista, que se va haciendo aún más de esa manera conforme avanza la obra.
La directora reitera que la de esta ópera de Puccini “es una historia muy complicada, compleja emocionalmente, que creo nos habla a todos y todas; y sí, tengo que decirlo, a las mujeres nos to-ca profundamente”.
–¿Qué tan desafiante o difícil es dirigir una ópera tan conocida y gustada?
–Si no es la primera en el gusto del público, Madama Butterfly sí es una de las principales. Eso explica que ya se hayan agotado los boletos de todas las funciones en cuatro días. Está en el top del gusto del público, al lado de Carmen, Tosca y La Traviata. Hacerla es igual que cuando te enfrentas a un texto clásico como Shakespeare. Los grandes clásicos siempre hablan y hay miles de versiones. Madama Butterfly es una de esas obras que te puedes sentar horas a pensar en la historia, a oír la música con mucho detenimiento, a observar la vida misma.
“Hay un toque contemporáneo en la puesta, una intención de la dirección de traerla a este mundo, para que todos podamos relacionarnos con esta historia que es nuestra historia. Y al hacerlo a través de la música, como dirían los clásicos, llega directo al corazón. Sabemos que la música tiene un poder absoluto sobre el alma humana.”
El elenco del montaje lo conforman en su totalidad cantantes mexicanos. El papel protagónico está encarnado por la soprano Maribel Salazar (Cio-Cio san), acompañada por el tenor Andrés Carrillo (Pinkerton), la mezzosoprano Itzeli Jáuregui (Suzuki), el barítono Jesús Suaste (Sharpless), el tenor Gerardo Reynoso (Goro); los barítonos Óscar Velázquez (Bonzo) y Édgar Gil (notario/Yamadori), entre otros. Participan también el Coro y la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, con Iván López Reynoso en la dirección concertadora.