Desde los años veinte, Tijuana era ya uno de los centros jazzísticos más importantes del país. Huyendo de la ley seca, infinidad de músicos estadunidenses llegaban al jam en el Casino de Agua Caliente (donde hasta Al Capone llegó a echarse unos tragos). Con el tiempo, la avenida Revolución empezó a llenarse de centros nocturnos y los músicos locales empezaron a comulgar con la música sincopada.
Grandes saxofonistas como Cheché Sánchez y Miguel Bravo, pianistas como La Foca Esquer o el célebre trompetista Jesús Avilés El Panchón fueron los primeros en celebrar los rituales del jazz. Poco después llegaría el saxofonista Raúl Lizárraga, y tras él, su hermano menor, Neto Lizárraga, quien figuraría como uno de los más grandes músicos que ha parido este país.
Neto Lizárraga falleció el pasado 10 de junio, a causa de problemas cardiacos, dejando una sólida escuela entre la multitud de músicos tijuanenses que lo habían seguido a lo largo de siete décadas.
Ernesto Lizárraga Osuna nace el 30 de enero de 1942 en Tijuana, Baja California. Su papá, José Lizárraga Lizárraga, saxofonista y director de su propia orquesta, le había dado las primeras lecciones de música. Después estudió Arreglos y Composición en un curso por correspondencia a cargo del Berklee College of Music.
A los 13 años había empezado a tocar saxofón alto en la orquesta de don José, y fue este saxofón su instrumento central durante toda la vida, aunque también tocaba el tenor, el soprano, el clarinete y la flauta.
“Recuerdo que tocábamos standards norteamericanos –me contaba el maestro allá por 2016–, como It had to be you, Misty, Blue moon, todo eso; además de uno que otro chachachá o danzones. Pero ahí estaba la influencia del jazz, que viene de mi hermano mayor. Entonces, tocara lo que tocara, yo le daba la influencia del jazz; ejecutaba una cumbia, me agarraba un solo y ahí le metía a Charlie Parker.”
A los 22 años se integra al grupo Los Moonlights, que tuvo mucho éxito en toda la República Mexicana. “Después de Los Moonlights hice mi primer grupo de jazz y ya de ahí pa’l real a seguir practicando el jazz; porque en la música uno nunca aprende todo, hay que estarle macheteando”.
Primero se presentaban como Los Auténticos, después como Combo Caliente y a partir de los años setenta todo mundo los conoció como el Grupo de Neto Lizárraga. “Tocamos en varios lugares de la Ciudad de México –continúa el maestro–, con Chinto Mendoza, Esteban Favela y yo en los saxos, acompañados de piano, bajo y batería, y hacíamos jam con músicos de allá. Luego venían ellos a Tijuana. Yo tocaba en el Fiesta Americana y ahí llegaba Chilo Morán, también La Negrita, Tomás Rodríguez.
“Para tocar jazz en Tijuana y en cualquier parte de México hay que meterle muchas ganas, porque si se aleja uno en esto de la música de jazz, se queda uno atrás; entonces tienes que ir al paso, actualizándote. Y cuando no hay mucho trabajo, aprovecho para estudiar más. Aunque en el trabajo está uno practicando, no necesitas tanto estudio personal.”
Arturo Arrizon, escritor, historiador y amigo personal de Lizárraga, nos da su testimonio: “Don Ernesto fue uno de los grandes músicos de México, fue un saxofonista de primer nivel. Por sus grupos desfilaron extraordinarios músicos tijuanenses y otros lugares. Tijuana llegó a tener la mejor sección de saxofones de la República Mexicana durante los años que la Orquesta Lizárraga unió a Neto Lizárraga (sax alto), Miguel Bravo (sax alto), Esteban Favela (sax tenor), Elías Gil (sax tenor) y Joaquín Ríos (sax barítono)”.
En los últimos tiempos, Neto Lizárraga tocaba con su grupo en el Praga, un club de jazz de avenida Revolución; tenía también su propia big band, la Orquesta de Neto Lizárraga, y era además director de la Banda de Músicadel Municipio de Tijuana. Hasta que en 2019 sufrió un accidente que le lastimó irreversiblemente la mano y no pudo volver a tocar. Aunque su enorme legado artístico ya estaba ahí, había quedaba grabado con todo el carácter y la entrega y la intensidad que caracterizaron siempre a este artista de la luz y de la síncopa.
Descanse en jazz.