El último libro de Luis Hernández Navarro, La pintura en la pared: Una ventana a las escuelas normales y a los normalistas rurales (Fondo de Cultura Económica, 2023), supera su propósito original de ser un ejercicio de memoria histórica hilado a través de personajes (y en ocasiones instituciones) de un sector fundante del gremio magisterial, transmutándose, a lo largo de sus 363 páginas, en una perspicaz y penetrante crónica del México contemporáneo, con sus más de 70 años viviendo un régimen corporativo y corrupto de partido de Estado, con sus crímenes impunes de lesa humanidad, que van de Tlatelolco a Ayotzinapa, con sus transiciones democráticas frustradas, y, en paralelo, el autor entreteje, en su cautivante narrativa, las resistencias y los movimientos sociales en que los profesores egresados de estas escuelas, con mucha frecuencia, se convierten en intelectuales orgánicos de estos procesos.
Así, Hernández Navarro –Premio Nacional Carlos Montemayor 2023– reflexiona, diagnostica, interpreta, a través de sus impactantes testimonios y sus logradas historias de vida, sobre temas actuales de la realidad y de los grandes problemas nacionales de nuestro atribulado país, contribuyendo a la profundización de temáticas, como la cuestión étnico-nacional, con sus procesos asimilacionistas en el ámbito de la educación desde el Estado, como la castellanización de los pueblos originarios, o las prácticas del racismo institucional y societal, así como sus antípodas: la reconstitución de los pueblos, la forja de procesos autonómicos, y, sobre todo, el papel de las escuelas normales rurales, fundadas hace 100 años, como instrumento de transformación social, especialmente en lo que refiere al campo y a los campesinos. Los normalistas rurales –señala Hernández Navarro– “encarnan procesos sociales y el ‘espíritu de su época’. Sus vidas son como una ventana hacia acontecimientos clave en las luchas desde abajo y a la izquierda”.
Ciertamente, el autor “ofrece una mirada amplia de la política, que se desvía de las cúpulas para centrarse en la vida real de los subalternos y en la vasta red de instituciones y poderes fácticos a los que se enfrentan”. Asimismo, sostiene que “si la obligación de la memoria es construir un sentido, dar a ese pasado un significado que sirva al presente; si la memoria social es una destilación moral del pasado, este libro busca recuperar trozos de la justicia histórica y apelar a su función reparadora. No hay en sus páginas neutralidad ni equidistancia. […] En una era en la que nos deslumbramos ante los ardides inescrupulosos, nos embelesamos con las excentricidades, nos rendimos a la dictadura de la fama y la ostentación, estos maestros y maestras rurales escapan de esa ratonera. Muestran que es posible tener un sistema diferente de valores y de jerarquía en los criterios y prioridades. No permiten que les vendan gatos empresariales por liebres pedagógicas. Escapan de la complacencia con el poder. Se burlan del aristocratismo social. Se inspiran en la rebeldía originaria que mueve la historia. Desacralizan y desmitifican”.
El recorrido por la fundación y el desarrollo de la escuela normal mexicana lo lleva necesariamente al cardenismo. El profesorado surgido de esta experiencia fue pieza clave durante el sexenio del general Lázaro Cárdenas “para instrumentar la reforma agraria, llevar el ideario de la Revolución Mexicana a sus últimas consecuencias, combatir el clericalismo fanatizante y promover una educación liberadora (socialista) en el campo”. Este es el contexto en que se va forjando el tipo de maestro que se necesita en las regiones más apartadas e inhóspitas del territorio nacional. Se requiere de “un maestro especial, hijo de campesinos o crecido en las orillas miserables de las grandes ciudades, acostumbrado a enfrentar la precariedad y la pobreza y a lidiar con la adversidad, hecho a la disciplina y dotado de las herramientas del trabajo comunitario. Un docente surgido de las normales rurales. […] Esas experiencias en su centro escolar fueron la matriz desde la cual fecundaron sus trayectorias como dirigentes populares y revolucionarios, promotores de movimientos sociales, artífices de proyectos pedagógicos alternativos, sindicalistas democráticos y forjadores de la reconstitución de los pueblos originarios”. Hernández Navarro sustenta que las normales rurales, lejos de ser un lastre del pasado (como sostienen sus enemigos de clase), “son una necesidad para otro futuro. Hoy, más que nunca, se requiere de más escuelas de este tipo y de un mayor número de maestros y maestras egresadas de ellas”.
Con este libro, de lectura imprescindible, Hernández Navarro se consolida como uno de los analistas más rigurosos y comprometidos del movimiento magisterial, trascendente sujeto político del devenir nacional para la transformación social, la resistencia anticapitalista y los proyectos emancipatorios en marcha. ¡Tarea cumplida, camarada!