Una parte de los opositores a la llamada Cuarta Transformación se han alegrado ante la posibilidad de construir una candidatura presidencial para 2024 que, según sus estimaciones, contendría elementos supuestamente parecidos al obradorismo: ¡un “chairismo” de derecha, con lenguaje “popular” y un aire “osado”!
En el diario Reforma, donde se encarga de desarrollar nuevos negocios y alianzas estratégicas, Jorge A. Meléndez Ruiz (https://goo.su/UGm4mBO) ha publicado una columna titulada “Es Xóchitl, ¡chingao!” (https://goo.su/e036fP), en uno de cuyos párrafos explica: “López Obrador conoce a los pobres, pero Xóchitl viene de la pobreza. A ella no le cuentan chiles respecto a lo que sufren los que menos tienen. A ella no le pueden hablar de las penurias indígenas, las vivió. Su lenguaje llano y desenfadado conecta con la base de la pirámide. Por definición, cualquiera que compita contra Xóchitl será el/la fifí”.
Agrega: “Porque fuera de Lilly Téllez, los demás contendientes no darían batalla real a Morena. Y a mí me gusta más el perfil de Xóchitl que el de Lilly. La veo más completa mercadológicamente, posee experiencia de gobierno y, como ya expliqué, conectaría mejor con la base”. Otros artículos publicados en el diario empresarial han insistido en la postulación de la panista hidalguense (“ha devuelto la alegría y la esperanza” a Va por México) e incluso en la columna institucional han rebatido indicativamente la congruencia política de la citada Téllez.
Las penurias de la oposición para encontrar una candidatura presidencial más o menos aceptable han llegado al extremo de inflar una opción de adulterada homeopatía política: combatir al obradorismo con una copia falsa de él, un “pejismo” de derecha.
La proyectada habilitación de Xóchitl, quien originalmente sólo aspiraba a pelear por el gobierno capitalino, pasa por un argumento impropiamente usado en varios casos, el más reciente el de la profesora Delfina Gómez, al pretender que por sí mismos el origen popular, la cuna con estrechez socioeconómica, asignan virtudes y garantizan compromiso social.
La política mexicana, sobre todo en las filas priístas, está repleta de personajes que, desde “abajo”, se convirtieron en grandes depredadores del presupuesto, sin mayor compromiso que con sus cuentas bancarias. En el caso de Delfina Gómez, su biografía y perspectivas políticas deben valorarse más allá de las estampas familiares, al igual que en cuanto a Xóchitl.
La nueva probeta en el laboratorio de la derecha obedece a que no han cuajado las fórmulas hasta ahora experimentadas: a Lilly Téllez no le ceden el paso las estructuras dominantes del panismo, que además de advenediza no la consideran de fiar y sí propicia a traicionar, así que hasta ahora se había preferido al “institucional” Santiago Creel, quien lucha en vano por quitarse el acartonamiento, la etiqueta foxista y la evidencia “fifí”.
En la Suprema Corte de Justicia de la Nación se cumplió ayer lo previsto: el golpe final al plan electoral llamado B, cuya primera parte ya había corrido similar suerte adversa. Por nueve votos contra dos (éstos de Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz), los ministros reiteraron que en los textos aprobados por el Congreso hay “vicios legislativos con potencial invalidante”.
Tal resolución judicial ya era esperada por Palacio Nacional y la clase política 4T en general, con previa argumentación de que la Corte invade y sustituye funciones del Poder Legislativo. Pero, en esencia, el palo dado por los ministros ya estaba plenamente convertido en pancarta de campaña 2024, pues Morena y sus aliados tienen la vista puesta en el llamado plan C: obtener la Presidencia de la República, obviamente, pero en particular una mayoría calificada en las cámaras, para impulsar así una reforma judicial a fondo, que entre otros puntos implique la elección directa de los ministros. ¡Hasta el próximo lunes!
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