En cafeterías o en bares, ciertos ciudadanos avientan, espontáneos y sin engolar la voz, lecciones de sentido común e incluso de sabiduría, cada vez más escasas en las aulas y en las casas, donde hace años televisor y celular fueron adoptados como miembros favoritos de la familia, con consecuencias imprevisibles pero catastróficas al sustituir el arte de la conversación con imágenes y metalenguajes tan limitados como el grueso de los usuarios.
Televisión y redes sociales seguirán haciéndole el juego al enajenante “sistema social que nos mata de a poquito”, y la demencial fórmula capitalista –una mayoría consume, se endeuda y sobrevive al día; una minoría acumula fortunas hasta la náusea– vuelve cada vez más incierto el futuro individual y colectivo, ya sin los ilusorios asideros de un progreso medio tranquilizador. Locutores y comentaristas perdieron credibilidad mientras algunos sencillos ganan en reflexión. Pude escuchar, apuntar o recordar conceptos como estos: “Es una estupidez a nivel mundial la hipocresía de tantos países de no legalizar y agilizar el derecho a una muerte digna, al suicidio asistido y a la eutanasia debidamente reglamentados, no burocratizados, como opciones que eviten prolongar agonías innecesarias, a menos de que el paciente y nadie más decida lo contrario”… “La educación se vuelve apostolado infructuoso cuando se topa no sólo con la Iglesia, sino con la familia y los medios electrónicos; falta enseñanza testimonial en casa, la escuela y el trabajo, mayor congruencia entre lo que recomendamos y hacemos”…
“Con padres mal educados y alumnos y profesores mal educados, el problema entonces no es la falta de educación, sino algo más complicado: la falta de conciencia”… “Llevamos 100 años invirtiendo en armas y ejércitos, controlando sindicatos y manteniendo embrutecida a la población con muy dudosas distracciones; los poderes no quieren tomar en cuenta que si el pan es malo y caro y el circo fraudulento y monótono, la bomba social puede adelantar su estallido”…
“No podemos sanitizar el planeta ni inmunizar a la especie humana de los bombardeos tóxicos a que hace tiempo es sometida, pero conforme vaya desvelándose el trasfondo de la pandemia y se comprueben modificaciones en el ADN, será el mayor escándalo en la historia de la medicina y sus dóciles agentes: OMS, farmacéuticas y gobiernos”. ¿Una colorida celebración equivale a una convencida aceptación?