Guadalajara, Jal., “Seamos la pesadilla de los que pretenden robar nuestros sueños”, se lee en una manta pintada con letras rojas y negras dejada el pasado 28 de octubre, junto con otras lonas con mensajes, en las escalinatas de acceso a la sede central de la Secretaría de Educación de Jalisco (SEJ), al final de una marcha de alumnos de la Escuela Normal Rural de Atequiza (ENRA) Miguel Hidalgo por el centro de Guadalajara.
Los normalistas, quienes interrumpieron sus labores académicas el 11 de octubre, pidieron respeto a su organización y transparencia en el uso de recursos que el gobierno federal, por conducto de la SEJ, destina para la alimentación de los estudiantes: 75 pesos diarios para cada uno, alrededor de 40 mil pesos en total para los casi 520 alumnos de la ENRA, que además les ofrece alojamiento.
“Comer no debería ser un logro”, dice otro lienzo que también fue desplegado durante horas, mientras los jóvenes permanecían en plantón ante la SEJ, protestando contra las condiciones en que se encuentran la cocina, el comedor, las camas, los baños y la alberca del plantel, entre otras áreas.
“El 15 de octubre se suspendió el servicio de alimentación. Es una respuesta represiva porque denunciamos malos manejos y desvío de recursos del presupuesto destinado al comedor”, señaló una integrante del comité estudiantil de la ENRA.
Los inconformes asimismo aseguraron que hay aviadores en la nómina de su normal, y realizar los trabajos de mantenimiento que no hacen quienes cobran sin trabajar se suma a la carga académica de los estudiantes y a sus labores de apoyo a la comunidad de Atequiza, poblado del municipio de Ixtlahuacán de los Membrillos, ubicado 45 kilómetros al sur de Guadalajara.
Por ello demandaron una restructuración y que los cerca de 100 trabajadores de la ENRA cumplan con sus obligaciones laborales y académicas. Expusieron que nunca se ve a muchos supuestos empleados, y cuando acuden no realizan las labores para las que fueron contratados.
Dos funcionarios de la SEJ, no el titular de la dependencia, Juan Carlos Flores –egresado de la Universidad Panamericana–, atendieron a los jóvenes, luego de su movilización del viernes. Se comprometieron a ir este lunes a la escuela, para revisar las instalaciones y el mobiliario.
No hay muchas esperanzas de que ahora sí se resuelvan peticiones añejas. En octubre de 2019, el gobernador Enrique Alfaro, del partido Movimiento Ciudadano, se comprometió a invertir 20 millones de pesos en la ENRA, en “una primera etapa”, pero llegó la pandemia de coronavirus, la escuela fue cerrada y hoy las condiciones de muebles e infraestructura son precarias.
La ENRA sorteó presiones durante tres sexenios estatales panistas, que menoscabaron la educación pública en general y la del plantel de Atequiza en particular. Alfaro igualmente les escamotea recursos.
“Quieren desaparecer todas las normales rurales del país. Somos una piedra en el zapato para los gobiernos de todos los colores, porque nuestra intención es realizar cambios sistémicos”, dijo un miembro del comité estudiantil de la ENRA, que como todos los normalistas rurales pidió anonimato.
Con casi 90 años de existencia, la escuela mantiene su vocación combativa, al igual que su membresía en la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, a la cual pertenecen 15 de las 17 normales rurales que sobreviven de las 35 que una vez hubo en México, impulsadas por el presidente Lázaro Cárdenas.
Una queja recurrente entre los estudiantes de la ENRA es que se ha perdido el ánimo de admitir en la normal sólo a hijos de campesinos o familias de escasos recursos, y en la actualidad casi 70 por ciento del alumnado no cumple ese requisito, según el comité estudiantil.
Esto repercute en que a la mayoría de los normalistas ya no les importa sembrar la tierra o mantenerse en lucha, no acuden a mítines ni hacen trabajo más allá de lo que solicita el currículo escolar.
Esto prevalece no obstante que en su convocatoria de este año la SEJ estableció que los aspirantes a estudiar en la ENRA deben presentar “constancia expedida por la autoridad municipal del lugar de residencia permanente que certifique que la madre, el padre o tutor del interesado es de escasos recursos económicos y apegarse al reglamento del internado en la institución”.
Ingresar como alumno a la ENRA da derecho a hospedaje y alimentación, y en algunos casos a un apoyo pecuniario, en caso de comprobar la carencia de fondos.
“Es parte de la vida estudiantil aquí eso de estar sufriendo por la comida. En 1988 se exigía el aumento de la ración, ya que se mencionaba que un caballo del Ejército Mexicano comía mucho mejor que un estudiante de la ENRA; por eso estamos exigiendo que nos muestren documentos oficiales para saber en qué se gasta el recurso que llega a la escuela, el comedor y áreas asistenciales”, explicó uno de los alumnos.