Ciudad de México. Luego del primer trimestre de 2020, con la ciudad desolada, la sociedad aislada y el inmenso número de contagios de covid-19, a Juan Carlos Rulfo le interesó lo que ocurría en la Clínica 27 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), donde “la mensajería con cartas y videollamadas entre enfermeros y familiares para formar un puente con los hospitalizados” le permitió crear un relato íntimo, desde lo colectivo.
En el documental Cartas a distancia, Rulfo recurrió a la ayuda del personal de salud de ese hospital convertido en su totalidad para atender los casos de covid-19. Otra parte del material fílmico fue proporcionado por las familias en formatos de celular; además, la producción documentó las historias de los pacientes desde las áreas destinadas a ellos. “Esta película narra lo que transcurre en una semana en el hospital”, se informa al inicio de la cinta.
Sobre el conmovedor relato, que se proyecta en salas de cine y refleja la comunicación que hubo durante el pico de la pandemia, el director contó a La Jornada: “En la clínica, ubicada en Tlatelolco, había esta suerte de mensajería entre los enfermeros y los familiares. Jorge Gómez Calavera y otras personas del sector salud construyeron este puente de mensajes escritos, como un homenaje a lo más básico de la comunicación; esto es, palabras inscritas en una servilleta, en pedazos de papel, en fotografías, botellas de agua, en lo que fuera, las cuales iban dirigidas a los hospitalizados”.
Así es como se “documentó un ejercicio de comunicación ideado por el personal de salud en un hospital público para paliar el distanciamiento entre enfermos covid 19 y sus familiares”.
“Las pequeñas cosas son las más grandes”
Esta película, destacó Rulfo, “es la comprobación de que las pequeñas cosas siempre serán las más grandes; creo que nunca, como ahora, habíamos sido testigos de la fuerza regeneradora de la imagen y el audio entre pacientes contagiados por covid-19 y sus familiares que, por fuerza, tienen que separarse. Es entonces, cuando un fragmento de video o de audio, acompañado de la voz de un hijo o una esposa, tienen la capacidad de salvar vidas”.
Además, resaltó el director, “los enfermeros sufrían ataques con cloro, entre otras agresiones y estaban muy asustados; entonces contactamos a Calavera e hicimos un grupo de WhatsApp donde con audionotas nos contaban cómo se sentían e iban llevando todo eso. Al escucharlos en su angustia, cansancio y desazón, pero con ganas de ayudar, buscamos complementar este asunto, pero con videomensajes los cuales también llegaron a los enfermos. Hicimos una especie de red social”.
Lo más bonito, compartió, “es que la gente se abrió de corazón y expresó su sentir desde lo más profundo; de hecho la cercanía con las personas la tuvimos abierta desde un principio; querían acercarse a sus enfermos de la mejor manera y así comenzó a configurarse el relato audiovisual, que tuviera que ver con esta serie de emociones, las cuales dieron certezas y disminuyeron la desinformación”.
Finalmente, “la película está hecha por ellos, con los videomensajes y con las cámaras que usaron los enfermeros para grabar en el interior; después tuvimos un permiso de la clínica para hacer tomas fijas y filmamos en las casas de 10 familias que a lo largo de mayo a septiembre tuvieron distintas suertes: unas eran felices de tener a su familiar con vida, otras no la tuvieron y otros esperamos hasta que salieran”.
Crisis mundial en la que nadie sabía el camino
Cartas a distancia, explicó el realizador, “es sobre una crisis de comunicación, pues los medios no supieron qué hacer; su información era sólo estadística, pero no hablaban de la gente. Lo cierto es que en esta crisis mundial nadie sabía el camino. Sin embargo, de nuevo la sociedad civil logró encontrar un canal para comunicarse con sus enfermos. Esa fue la mejor medicina”.
Rulfo sostuvo que las emociones se multiplicaron en el exterior de la clínica, pues “existía una gran tradición; por ejemplo, el Día de las Madres fue una fiesta y había ocasiones en que llevaban mariachi. Lo que ocurría alrededor era toda una historia: la señora que vendía cubrebocas, los franeleros y barrenderos, todas esas personas invisibles eran los cronistas de la ciudad”.
En el documental “más allá de la tristeza de perder a un ser querido o las angustias vividas, se corroboró que las soluciones a las que puede llegar la sociedad civil son fantásticas; hay que hacer un altar o un homenaje a estas voluntades que encuentran soluciones para resolver sus carencias”.
Otro aspecto que cuidó Rulfo en la cinta es que “no fuera amarillista, escandalosa o torturara a las personas, sino pudiéramos sentirnos parte de ella, pues a todos nos pudo ocurrir o a muchos nos pasó perder a alguien o contagiarnos”.
El documental es también “un recorrido por las vidas de familias mexicanas que se enfrentaron a la pandemia más dolorosa hasta ahora, en contextos sociales, económicos y políticos adversos, movidos por la esperanza y el amor”.
La obra está musicalizada por Philip Glass y Leonardo Heiblum, quienes se sumaron al proyecto dadas las características y poder de las historias. Ambos hicieron uso de sonidos ambiente del hospital, los silencios de las calles y la incertidumbre que se daba a las afueras de la clínica. El diseño sonoro fue ejecutado por Martín Hernández, quien realizó el relato de las familias y las voces de quienes participan en el documental.
Cartas a distancia, que se presentó hace un año en el Festival Internacional de Cine de Morelia, entre otros encuentros, hace un recorrido por salas de la Cineteca Nacional y Cine Tonalá, además de Cinemex. También se proyectará en otras entidades del país.