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Cultura

2022-10-31 06:00

Cuando todo está en tu cabeza

Periódico La Jornada
lunes 31 de octubre de 2022 , p. 8a

Una buena reportera, o reportero, resultan peligrosos hasta cuando se enferman. Peligrosos, quiero decir, para la ignorancia y la mentira. En Mariposa negra, Mónica Mateos nos conduce, con la claridad y el entusiasmo que la caracterizan, nada menos que al más recóndito lugar de su cabeza: la silla turca. Más precisamente, la hipófisis. Y desde allí nos imparte una lección de resistencia, azoro, curiosidad, agradecimiento y denuncia muy necesaria para estos tiempos de cánceres, degeneraciones cerebrales y corporales, pandemias.

Mariposa negra: Diagnóstico: tumor cerebral (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2022) recoge el testimonio de la propia Mónica, quien durante el recorrido va cruzándose con otras personas enfermas de cosas tan o más espantadoras que la suya. Con enfermeros y burócratas eficientes, y con otros casi diríase que miserables. Una de las historias que acompañan la suya es la del querido tío M; sufre y muere por un cáncer maligno de hígado pésimamente atendido, mientras ella participa tanto en las gestiones de su propio adenoma hipofisiario no funcionante como en las desventuras burocráticas y de atención médica de su tío.

Mariposa negra cuenta una experiencia personal afortunada. La dedicatoria lo establece sin rodeos: “Con gratitud, por las decenas de vidas que salvan todos los días, a mis cirujanos Gerardo Guinto Balanzar y Raúl Neri Alonso”, que en lo sucesivo serán sólo doctores G y N. El lugar de los hechos claves será la Unidad Médica de Alta Especialización del Centro Médico Nacional Siglo XXI del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), “el mejor hospital de ese nivel en el país”. Y “todo gratis”, celebra la reportera, quien no deja de registrar los abusos de los servicios privados de salud y las criminales carencias que puede tener el sistema público de salud.

Con detalles terribles, interesantes o chuscos, el relato deviene polifónico al integrarse la autora a una “comunidad”. Cada enfermedad es un mundo, pero la compañía ayuda para la tranquilidad y la recuperación. Testimonios como este documentan nuestra empatía, la educan, ponen lo racional por encima del miedo. No busca referencias literarias, filosóficas o históricas, pero viene al caso mencionar el alegato de Susan Sontag en favor del racionalismo científico y la normalización de la enfermedad, opuestos a la mitificación romántica de la tuberculosis y la satanización del cáncer. La enfermedad y sus metáforas (1978) dio pie a una continuación necesaria 10 años después al aparecer la pandemia de sida.

Mónica se limita, en principio, a registrar su “mariposa negra”, como describen los neurocirujanos la imagen de resonancia magnética del tumor no maligno alojado en el centro de su cabeza. Medicamentos, procedimientos, el culminante y magistral momento de la intervención por vía supranasal, obra de finísima relojería quirúrgica. No nos ahorra la anestesia, el apagón, el alucine y el retorno. Trae a la mente el memorable Segundo sueño de Bernando Ortiz de Montellano. En su explicación, el poeta describe: “una máscara de cloroformo, verde y olorosa a éter, cae sobre mi cuerpo angustiado, horizontal sobre la mesa de operaciones erizada de signos como un barco empavesado”. Entonces el poema:

Batas blancas y manos como encías Pasos leves de goma de ratones Luz hendida, amarilla, luz que hiere bisturí del más hondo hueco de sombra oculta Luz de paredes blancas, anémicas, de mármol Nidos de algodón para lo verde y negro de la vida y la muerte

Como el poeta, Mónica Mateos resulta la última testigo de su cuerpo. Desde el primer momento (“el hallazgo”, o sea la noticia) le gana el instinto de reportera y acude a Internet y a las fuentes posibles para documentar qué chingados le pasa, ante el críptico lenguaje de los médicos. En actitudes menos objetivas, tales búsquedas son fuente de ansiedad, miedo irracional, mala comprensión e hipocondría.

Ya nos enterará de su problema, de los medicamentos buenos, los chistosos (aquellos que aumentan la euforia o el deseo sexual) y los dañinos. Las estadísticas. Los métodos de diagnóstico, cirugía y tratamiento. Inquiere para así participar en su curación. “Está decidido. En mi siguiente vida seré médico”, revela. Además de sus admirados cirujanos, Mónica cuenta a lo largo del viajezote con la cercanía de un hermano médico, parte del peso que mantiene en tierra sus pies.

Recuerdo otro testimonio reciente de una reportera, mi querida amiga y colega Gloria Muñoz Ramírez, ante los avatares y abismos de la enfermedad, los diagnósticos erróneos, el temor, los recuentos existenciales contra la resignación mortal, el valor de la sobrevivencia. Su intensa relación de males no llegó a libro, sí a las redes sociales y las extendidas derivaciones de Desinformémonos.

El reportaje íntimo de Mónica Mateos aspira a ser útil. Se alimenta de hechos y testimonios. Aporta datos necesarios. Es claro en las exposiciones puntuales. Sirva pues como guía de forasteros para quienes arriban a la tierra incógnita de una enfermedad “seria”.

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