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Cultura

2022-10-31 06:00

Como parte del FIC, Wynton Marsalis y su orquesta cerraron su paso por México en el Auditorio Nacional

Periódico La Jornada
lunes 31 de octubre de 2022 , p. 10a

Wynton Marsalis junto con la Jazz at Lincoln Orchestra dejó tras de sí, en su paso por México, una estela de swing, bebop y blues, el ADN del lenguaje universal que es la música. La raíz negra, la música de las plantaciones, del ritual y la fiesta, la elegante tradición de la orquestación a la Duke Ellington revivieron en el Auditorio Nacional, con la presentación, la noche del sábado, que cerró su gira por nuestro país, después de tocar tierra en Guadalajara y en el Cervantino de oro en Guanajuato.

“Dicen que la música es el lenguaje internacional. Si esto es cierto, seguramente el ADN de este lenguaje es el blues”, dijo Wynton Marsalis, de 61 años, director de la orquesta y trompetista en la tercera ocasión que toca en el coloso de Reforma, esta vez llegó como parte del Circuito Cervantino que se extendió en la Ciudad de México, invitada de honor en la celebración por los 50 años del festival internacional en Guanajuato.

Marsalis y su banda salieron elegantes, todos en traje negro, camisa blanca y corbata a rayas con los mismos colores. El segundo tema fue un homenaje a la tierra latina, con arreglos que hicieron florecer la salsa y el chachachá, con The Crave escrito por “el primer intelectual del jazz, Jelly Roll Morton”. La tercera encendió al público, que aplaudió y gritó, con un tema del gran Thelonious Monk, Stuffy Turkeyv, con el tsturum tsturum coqueto y clásico del jazz.

La avenida Reforma, revestida con flores naranjas, preparada para el peregrinar de las almas, recibió al público que llegó al edificio de fachada escalonada de piedra.

Marsalis ya no vería la festividad mexicana, pues al día siguiente pisó suelo texano, en su país natal, con un concierto en Galveston.

En Guadalajara recorrió admirado los murales de José Clemente Orozco y en las jardineras de las calles de Guanajuato hizo voltear la mirada a los paseantes ante su improvisado concierto frente a los fotógrafos que acudieron a su rueda de prensa.

Wynton Marsalis lleva el blues y el jazz en su ADN, pues nació en la mítica ciudad de Nueva Orleans. Después de su formación en la Escuela Julliard, uno de los grandes representantes del jazz, el perfecto sucesor de Louis Amstrong, comparado con Miles Davis, además de impulsor de esta música que ha regresado a sus orígenes más tradicionales del género y educador de generaciones. A él se debe que el Lincoln Center, el corazón cultural de la gran manzana neoyorquina, abriera un foro destinado al jazz, con su propia orquesta.

Cada uno de los 10 temas que tocó incluyó solos de algunos de los 15 músicos de la orquesta, incluido Marsalis y su esperada trompeta, ganador de nueve Grammys (en dos ocasiones, a mejor músico de clásico y jazz en el mismo año).

La pasarela incluyó a alguno de los cuatro saxofones, el trombón, las trompetas o la tuba, lo que permitió reconocer el virtuosismo de los músicos del extraordinario ensamble de jazz, integrado por los mejores solistas de Estados Unidos. Cuando queda una vacante, una convocatoria da vuelta por las escuelas de música más renombradas de ese país.

El baterista Obed Calvaire, el saxofonista Sherman Irby y el pianista Dan Nimmer destacaron fulgurantes. Sin duda, la gran estrella de la noche fue el bajista Carlos Henríquez, sonriente, con rostro satisfecho, sabedor de su oficio, que recitó el fraseo al momento de lucirse con la habilidad ante el corpulento aparato de madera y cuerdas.

Wynton Marsalis fue escueto ante el micrófono, sentado en uno de los extremos, como parte de la orquesta. Soltó un par de “muchas gracias”, se dedicó más a presentar cada canción y a los solistas, que luego era traducido al español para dar cuenta de la “arreglación” de cada uno de los temas. Cada vez que ocurría la palabra mal trasladada a nuestro idioma, se oía la corrección entre las butacas: “¡arreglos!”, ya al final una mujer apuntó: “¡Caray, qué desesperancia!”

Tras los aplausos que le pedían regresar al escenario, volvieron para agradecer haber sido parte del 50 aniversario del Festival Internacional Cervantino.

Temperance, del pianista Winton Kelly, cerró la noche, la más reciente de Marsalis y su conglomerado brillante con alma de swing y genes de blues.

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