Más allá de las ocurrencias y los futiles intercambios entre el Presidente y sus opositores está la coyuntura económica y social. Sobre ella descansan nuestras pretensiones de buen gobierno, estabilidad y conversación democrática. Poco caso se hace desde el nirvana democrático de dicha situación. En algunas ocasiones, que no son infrecuentes, más bien se le niega, acusando de exagerados, cuando no de instigadores de campañas contra el Presidente, a quienes evalúan el desempeño del país y del Estado con métricas diferentes a las que se pretenden únicas. Bravatas sobre el desempeño van y vienen y, de paso, la información producida por un organismo del Estado queda cuestionada.
Por su parte, los representantes populares hacen caso omiso de cualquier indicador o información estadística y no sin cierto desparpajo, caen en un autismo legislativo que los lleva a apresurar las votaciones sólo para cumplir con la fecha prevista por la ley. En esas estamos y, como dicen los personeros de la mayoría, todo está listo para terminar la faena antes del 15 de noviembre. Hora señalada para, cumplida su misión, prepararse para una larga temporada de especulaciones miles sobre “la buena” del 24.
Así las horas y los días siguen pasando y pesando, con un Presidente que presume de su ignorancia en los asuntos cruciales de laeconomía y la existencia social, y encarala crítica con las peores invectivas imaginadas por el más fiel de los presidencialistas. Mientras, muchos apuestan a que, con todo y los anuncios sobre la inversión a la baja, las nuevas predicciones del Inegi sobre el crecimiento económico se hagan realidad permanente, a pesar de que no se compadezcan con las cifras preocupantes que hablan del mal empleo que tiene la mayoría y, que, de mantenerse, anuncia una tragedia laboral y humana de grandes proporciones.
No me atrevo a reiterar la convocatoria a ver el panorama en su conjunto, y a mediano y largo plazos, sólo insistir en que, para naciones como la nuestra, con economías frágiles y con pocas capacidades instaladas para algún tipo de autosostenibilidad, traer al presente ese largo plazo es cuestión crucial.
De aquí la importancia vital del proceso de inversión que el Fondo Monetario Internacional (FMI) nos anuncia reducirá su participación en el PIB en más de un punto porcentual. Algunos expertos han dicho ya que es fruto de la incertidumbre o, de plano, la desconfianza en un gobierno que los empresarios ven poco comprometido, errático, con una economía mixta basada precisamente en la confianza.
No se trata de reditar las revueltas que han conmovido a otros países en estos ya largos años de crisis que se intersectan y arrojan visiones catastrofistas; en particular para una economía que lleva ya demasiados años de letargo, propiciando un mercado laboral desfigurado, bifurcado por la informalidad y cruzado por los bajos ingresos de la mayoría.
Para muchos jóvenes con diferentes niveles de educación y formación, investigadores y técnicos, la famosa y tristemente célebre “salida” del sabio Hirschman se reactualiza ante los planes de reconversión industrial y similares en Estados Unidos. Muchos de estos jóvenes adultos parecen estar en punto de fuga, dado el mutismo de las “voces” institucionales de la política y el endeble estado que hoy guarda aquella “lealtad” que tanta fama le dio al “sistema mexicano”.
Ninguna renovación de las élites del poder y el dinero; casi todo se dejó a aquella “magia del mercado” de la que hablaba el presidente Ronald Reagan y que México asumió dócil y fielmente en todos los niveles y sectores. La gran apuesta no resultó y “qué le vamos a hacer”... aquí estamos diría Ixca Cienfuegos, el gran personaje de Carlos Fuentes, en nuestra región sin transparencia.