El concierto de Gustavo Dudamel y la Filarmónica de Los Ángeles en el Auditorio Nacional, el viernes pasado, cerró con la Primera sinfonía de Gustav Mahler, primera pieza que dirigió el músico venezolano, cuando tenía 16 años.
Sin partitura, dirigió de memoria. La parte inicial del programa también fue impactante y emotiva, porque se estrenaron en México Kauyumari (venado azul en la lengua wixárika), de Gabriela Ortiz, y Fandango para violín y orquesta, de Arturo Márquez, quien se encontraba entre el público.
El concierto, que se presenta en el contexto de la 50 edición del Festival Internacional Cervantino (FIC), comenzó con la pieza escrita por Gabriela Ortiz en 2021. Es una obra comisionada por la Filarmónica de Los Ángeles, que se inspira en la leyenda huichol del venado azul.
La segunda pieza del programa fue Fandango para violín y orquesta, que interpretó la violinista Anne Akiko Meyers. Dudamel, con entusiasmo desbordante a la batuta, dirigió la pieza compuesta por Márquez para Meyers.
Fue un fandango mexicano que conservó los principios capitales del maestro Márquez: tonalidad, modalidad, melodía, ritmo, tradición folclórica imaginaria, armonía y color orquestal.
La violinista bailaba con su instrumento mientras de sus finos dedos brotaban las notas. Su rostro reflejaba el esfuerzo que demanda la pieza, que el público aplaudió con delirio.
El movimiento de apertura, Folia tropical, es de ritmo rápido, que tiene la forma de la sonata o del concierto clásico tradicional. El segundo movimiento, Plegaria, es un tributo al huapango-mariachi y al fandango español, tanto en su parte rítmica como en la emocional. La violinista se ganó una fuerte ovación por este movimiento, que dejó al auditorio extasiado.
Después, en completo silencio, Meyers colocó el violín sobre su hombro y empezó a tocar el tercer movimiento, Fandanguito, elaboración totalmente libre que rinde homenaje al famoso Fandanguito huasteco y a los sones.
Al finalizar la obra, Dudamel invitó a Márquez a subir al escenario para recibir los aplausos del público junto a Meyers y la orquesta. Posteriormente, en el intermedio, decenas de personas se acercaron al compositor mexicano para felicitarlo por su pieza y para tomarse una fotografía con él.
La segunda parte del programa fue fenomenal, con Mahler. El público pedía más con gritos y aplausos, pero después de varias entradas y salidas de Dudamel, las luces del Auditorio Nacional se encendieron y la gente tuvo que abandonar el lugar.