La Ciudad de México ha perdido a uno de sus mejores cronistas. Hace unos días falleció Édgar Anaya Rodríguez, quien hace 15 años fundó Mexicorrerías, empresa especializada en viajes artesanales que iba desde las alturas de Milpa Alta, en el sur de la capital, a las Barrancas del Cobre, en Chihuahua, o el Cañón del Sumidero, en Chiapas. También impartía cursos y conferencias y daba acceso a su rico archivo fotográfico.
Hizo muchos reportajes para televisión y radio, pero sobre todo viajes, que eran un verdadero disfrute. Siempre buscaba sitios novedosos e interesantes y enriquecía los paseos con originales experiencias gastronómicas, con viandas e ingredientes del lugar de la visita.
En 2011 publicó el libro Ciudad de México desconocida. Me voy a permitir transcribir lo que publiqué en estas páginas a raíz de la presentación: “Esta urbe, a la que en muchas ocasiones nos hemos referido como ciudad de ciudades, guarda innumerables secretos: sitios naturales, monumentos, tradiciones, vestigios arqueológicos, fiestas y mucho más, que son prácticamente desconocidos. O, más bien, debo decir eran, ya que recientemente salió a la luz el libro de Édgar Anaya Ciudad de México desconocida.
“A lo largo de un lustro, el autor, junto con su solidaria compañera de vida, Elba, y su cámara fotográfica, caminaron, subieron y bajaron por una diversidad de lugares capitalinos y sus alrededores. Platicó con los vecinos y con los conocedores de los tesoros locales. Los grabó, sacó fotos y fue conformando esta guía incomparable de la gran ciudad, con 100 sitios muy poco conocidos.
“En el prólogo, Elena Poniatowska nos cuenta cómo de niño Édgar iba con sus padres a hacer recorridos por la capital, de los que su padre tomaba transparencias que luego proyectaba en una pared blanca. Así es que en realidad las andanzas del cronista por los rincones secretos de la urbe tienen larga historia.
“La obra nos descubre sitios y eventos en lugares poco frecuentados, como los petroglifos de Cuahilama, los baños del Peñón, los Museos Históricos Navales, los tubos de lava del volcán Xitle, el monumento al perro callejero, los martes de amapolas en Iztacalco o el nuevo lago de Texcoco.
“Pero también nos hacen ver riquezas en lugares por los que pasamos con frecuencia y no tenemos idea de que las resguardan o no las sabemos ver. Algunos ejemplos: los restos de pirámides debajo de edificios como el Palacio Nacional, el Arzobispado o la Catedral; el lujoso Salón de Cabildos en el Palacio del Ayuntamiento, las criptas de los arzobispos en el subsuelo de la Catedral, rodeados por 10 mil criptas con restos de personas desde el siglo XVI o la antigua Estación de Tren de la Villa, ahora convertida en un museo sobre el tema.
“Increíblemente, ninguna editorial ni autoridad capitalina se interesaron en publicar el libro, por lo que su autor lo editó por su cuenta, a color, con muchas fotos y un buen diseño. Creó un novedoso sistema para su venta. Lo distribuyó con 20 amigos por distintos rumbos de la ciudad y Édgar le decía dónde lo podía comprar cerca de su domicilio...”
Ahora se puede comunicar con su viuda Elba Hernández, al teléfono 553111 9820 o a [email protected]. Ella nos comentó que Édgar dejó prácticamente terminado el libro Saclhipulpos. Anécdotas sabrosas de viajes. Espero que ahora sí se interese alguna editorial o autoridad para que pronto lo veamos publicado; seguro será un agazajo que nos va a descubrir más riquezas culturales y gastronómicas de nuestro país.
Para brindar por la memoria de este muy querido amigo cronista, vamos a la pulquería La Canica en Insurgentes 60, norte, muy cerquita del Monumento a la Revolución. Édgar nos descubrió este lugar recién estrenado por una familia de pulqueros de tradición, que tienen un antiguo local por la Villa.
En el impecable y simpático lugar con su papel picado, mural y gran molcajete, se saborean pulques de excelencia. Mi favorito es el natural, que es originalmente blanco y permite apreciar a plenitud ese néctar que era bebida de dioses en la época prehispánica. Por supuesto, hay deliciosos curados de frutas, que cambian con la temporada: piña, guayaba, apio, fresas con crema o mamey, acompañados de una generosa botana que es una comida completa.
Además, hay una carta con lujitos como tacos de tuétano con chapulines, quesadillas de birria o esquites con tuétano.
Salud, querido Édgar, tu amado México siempre te recordará.