1. El miércoles pasado, tras una larga lucha contra el cáncer, murió Mike Davis, autor, militante, teórico marxista y profesor emérito de UC Riverside (véase: bit.ly/3DcD3lT). Tenía 76 años. Davis ha sido un historiador pionero de la clase obrera estadunidense, del desarrollo urbano y crítico feroz de los aparatos económicos, políticos y militares. Uno de sus argumentos principales era que los desastres naturales (sequías, inundaciones, calentamiento global, etcétera) no tienen nada de “natural”, sino que son generados o exacerbados por acumulación desenfrenada, codicia y racismo.
Era un intelectual público y “pensador de la calle” fundamental para la acción política radical. Un autor que entendía su obra como contribución a la causa de la liberación humana y del “socialismo de la vieja escuela” con su centralidad en el trabajo, en la organización y en la necesidad de “calibrar” las posiciones según la coyuntura (bit.ly/3DFhYSG). Comenzó trabajando en un matadero y de camionero, luego se fue a la universidad y se interesó por el marxismo. En tradición del propio Marx, los asuntos centrales para él siempre han sido la propiedad y el poder económico (no por ejemplo la “desigualdad”). En los 80 vivió en Irlanda y en Gran Bretaña, donde fue editor en New Left Review ( NLR).
2. Autor de unas dos decenas de libros, es mejor conocido por su tratado sobre Los Ángeles, City of Quartz (1990), un bestseller que diagnosticó una situación urbana a punto de estallar (y que estalló dos años después con el asesinato de Rodney King). Una edición que cambió la perspectiva de toda una generación de investigadores, abrió nuevas sendas en estudios urbanos y fue seguido por Ecology of Fear (1998). En Late Victorian Holocausts (2000) argumentó de modo contundente que las hambrunas en India decimonónica y la muerte de decenas de millones de personas eran consecuencias directas del gobierno colonial, de la fanática implementación de la ideología del libre mercado y las nuevas tecnologías (ferrocarril, etcétera), mientras en Planet of Slums (2005) estudió las realidades urbanas de la mayoría de la humanidad. Los que leyeron The Monster at Our Door: The Global Threat of Avian Flu (2005) sabían qué se podía esperar cuando salieron las primeras noticias sobre el coronavirus. Otra gran parte de su trabajo no está en sus libros, sino en incontables artículos e innumerables entrevistas (que valdría la pena editar en un tomo).
3. Su diagnóstico sobre la profundidad del colapso capitalista resultaba devastador. La etiqueta “profeta de los catástrofes” no le gustaba nada (bit.ly/3zjhjDC), pero reflejaba el meollo de su análisis y lo desesperante de los tiempos en los que estamos y en los que “ya superamos muchos puntos de inflexión”. “Nunca se había puesto tanto poder económico, mediático y militar en tan pocas manos”, enfatizaba Davis, fustigando, de paso, a la clase dominante, por carecer de cualquier visión y enfocarse sólo en gestionar la multifacética crisis en curso −económica, ecológica, etcétera− (bit.ly/3W99kmk), que no es nada coyuntural, sino “el fracaso del capitalismo para generar empleos e ingresos sostenibles, lo que hace que una gran mayoría de la humanidad sea excedente y desechable” (bit.ly/3zdG7gk).
4. Davis, famosamente, no tenía pelos en la lengua, algo que, según muchos, conservó de su época de camionero. Su tiempo en NLR, por ejemplo, fue lleno de “travesuras” (pero, también, los ingleses se escandalizan con todo). En una ocasión causó desmayo en el equipo cuando a uno de los colaboradores rechazados e inconformes le mandó una carta que decía: “Estimado profesor Genovese: fuck you!”; en otra, en una reunión, derramó al piso la colección de sus mascotas del escritorio: una serpiente de liga, un ajolote y un sapo africano carnívoro (bit.ly/2LYAGrD). Pero cuando una vez a alguien de la oficina se le ponchó la llanta, era el único que sabía qué hacer con ello. Su animosidad con Fredric Jameson −en muchos sentidos la antítesis de él−, otro gigante del marxismo estadunidense a quien no le ahorraba críticas, reflejaba la peculiaridad de su figura. Solía ser excesivamente honesto con los compañeros que, según él, se ablandaban −implementando la “crítica despiadada de todo lo que existe” marxiana a la vida cotidiana (bit.ly/3zmHHfT)−, pero a la vez era extremadamente generoso como académico y como mentor.
5. Aparte de autor −aunque él mismo subrayaba que no era un escritor, apenas “un contador de historias” ( lat.ms/3sC5vJ3 )− era un incansable organizador que a pesar de su desolador análisis mantenía optimismo y esperanza, subrayando que “había que luchar con o sin ella” (bit.ly/3gP40o7). En los meses pasados, compartiendo sus últimos mails con jóvenes colegas, decía que se iba en paz, sabiendo que deja toda una nueva generación de luchadores. Su principal consejo a jóvenes activistas: “nunca ceder las calles” (bit.ly/3DINq2t). En una de sus últimas entrevistas le preguntaron cómo era posible que se mantuviera tan optimista, decía: “he visto suceder milagros. He visto a gente corriente hacer cosas heroicas. Cuando has tenido el privilegio de conocer a tantos grandes luchadores no puedes deponer la espada, incluso si las cosas parecen objetivamente sin esperanza”. Y añadía: “lo que nos mantiene en marcha es nuestro amor mutuo y nuestra negativa a inclinar la cabeza, a aceptar el veredicto, por poderoso que parezca. Es lo que la gente común tiene que hacer. Hay que amarse unos a otros. Hay que defenderse unos a otros. Tienes que pelear” (bit.ly/3zhv3yX). ¡Mike Davis, presente!