El caso del cártel inmobiliario de la alcaldía Benito Juárez, que debería llamarse el cártel azul, por el tinte panista de su ADN, no deja de sorprender. Aun y cuando no se ha echado el guante a ninguno de los peces gordos señalados, los datos que ofrece la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México van de escándalo en escándalo.
Casi dos centenares de denuncias, que van desde delitos ambientales hasta el fraude, son los ilícitos que ha podido identificar la dependencia que encabeza Ernestina Godoy, y los detalles de las pesquisas son más que indignantes porque muchos de ellos fueron cometidos por funcionarios públicos emanados, hasta donde se nos ha dicho, del Partido Acción Nacional.
También sabemos que la Fiscalía ha citado a declarar a un muy buen grupo de personas para obtener datos sobre el caso y que ya se tiene una batería importante de información que puede dar mayores resultados muy pronto.
De todas formas, la fiscal ha tenido el cuidado de vigilar cada paso de todas las acciones de la investigación para que no queden cabos sueltos, y hasta ella misma se ha sorprendido de algunos hallazgos.
Así las cosas, no tardará mucho en conocerse algún trozo importante de las investigaciones y de los resultados penales a que puedan conducir, pero el asunto es lo que pasa en Acción Nacional y en la alcaldía que está convertida, aun ahora, en el bastión de ese partido.
Y es que no hay ninguna justificación para el blanquiazul que, como se ve, ha golpeado –por decir lo menos– a su militancia, a la gente que no ha querido abandonar la bandera azul pese a Calderón y a Fox, y a pesar de Romero y Tabe, pero que ya muestra cansancio.
Mejor dicho, la gente en Benito Juárez se siente usada para el enriquecimiento de los políticos en los que ellos creyeron, pero seguramente el término no es el más adecuado. Decir que fueron traicionados tal vez describa con mayor exactitud lo que ha hecho el PAN con la gente que le dio su confianza.
Porque hoy el planteamiento es que la forma de gobernar de los azules es sacar provecho de la gente. No se trata de cumplir con un servicio a los ciudadanos, sino de ejercer el poder para obtener de él beneficios particulares, y es muy probable que la prueba irrefutable del asunto sea lo ocurrido con los desarrollos habitacionales en la alcaldía Benito Juárez. La medición no es exagerada si se toma en cuenta que en la demarcación florecieron los edificios departamentales que se convirtieron en el negocio azul.
De pasadita
Hoy en la mañanera, y tal vez antes de que usted lea esta líneas, se habrá enterado del desmentido que Alejandro Encinas, encargado entre otras tareas del caso Ayotzinapa, propinará al diario estadunidense The New York Times.
El caso es que ese periódico publicó una pieza en la que supuestamente Encinas señala que los datos que acompañan las investigaciones que presentó hace algunas semanas no eran tan seguros ni confiables.
Pero el asunto es que la indagatoria que encabezó el propio Encinas fue a fondo y no dejó que hubiera dudas sobre lo que ahí se escribió, por más que se haya tratado de golpear ese trabajo.
El jefe de investigación, como ya es sabido y se cita en la publicación, viajó a Israel y ahí se entrevistó con Tomás Zerón, a quien ofreció –es también sabido– que se convirtiera en testigo protegido o algo así, pero se negó.
Hoy Encinas volverá a la mañanera a decir su verdad, la versión que no se publicó. Vamos a ver qué pasa.