Falta impulsar y fomentar empresas cooperativas. ¿Por qué? Un lema de campaña de 2018 fue “Por el bien de todos, primero los pobres”. Ganada la elección, el propósito se convirtió en acciones valiosas y efectivas: nuevos empleos en obras públicas; programas sociales, el más exitoso, la pensión para los adultos mayores; caminos de mano de obra local; Sembrando Vida; Jóvenes Construyendo el Futuro, y otros. Tampoco podemos soslayar que el gobierno logró vacunar varias veces a toda la población, para vencer a la pandemia. Todo, para defender una economía dinámica, a contrapelo de pandemias y guerras internacionales.
Con eso, con un aumento significativo al salario mínimo, se cumple la consigna preferencial por los pobres; se ha logrado mucho: evitar que el contexto mundial negativo nos llevara al desaliento y frustración; se previno la recesión; los efectos más visibles de las medidas tomadas son nuestra moneda fuerte y estable frente al dólar y paz social. Todo se ha conseguido sin nueva deuda y con austeridad en el gasto.
Pero todo esto, que es muy bueno, no es suficiente; van cuatro de los seis años de este gobierno y, como es natural, se necesita consolidar los cambios, no sólo en materia económica, sino también en el tema más profundo de la ética política y de la participación ciudadana. Lo que sigue es asegurar que la meta de disminuir la amplia brecha entre ricos y pobres acabe de cerrarse.
No podemos olvidar que una de las ideas que han servido de inspiración y modelo al actual gobierno se encuentra en el documento con que Morelos invitó a formular la Constitución de Apatzingán: “la buena ley modera la opulencia y la indigencia”.
El diagnóstico que comparten pueblo y gobierno es que el mayor problema y causa de los demás, del que aún hay rescoldos que pueden encenderse nuevamente, es la corrupción. También, hay consenso en el diagnóstico de este mal, la corrupción. Su ambiente propicio, el caldo de cultivo en que medra, es el sistema neoliberal; la creencia de que el libre mercado todo lo resuelve automáticamente y el énfasis en poner como valor central de lo social a la libre competencia. El neoliberalismo, que tanto daño ha causado, generó las grandes empresas sin ningún sentido social y cuya única meta es la ganancia; el valor más alto en la vida social del neoliberalismo es la competencia; si no compites, no eres nadie; si compites y no triunfas, eres “un perdedor”, el peor estigma para el modelo de sociedad capitalista; los perdedores son los pobres, los descartados, los migrantes y otras personas cuya única propiedad es su fuerza de trabajo, que son explotados y desplazados y por tanto y discriminados y vistos como extraños.
El gobierno no es, por supuesto, marxista-leninista, ni siquiera socialista; se trata de un gobierno que se define de izquierda y lo es, que sin decirlo expresamente, coincide con la frase de López Mateos: “izquierda dentro de la Constitución” y así es, sencillamente, porque nuestra Constitución, que recibió muchas influencias del socialismo utópico, de Marx sin duda y de la doctrina social de la Iglesia, adoptó un modelo que por años resultó positivo y que se ha denominado de economía mixta.
Ese “ejemplar” híbrido es el que describe y ordena el capítulo económico de la Constitución mexicana. Para que no quede duda, transcribo para mis amables lectores, el párrafo cuarto del artículo 24, que establece lo siguiente:
“Al desarrollo económico nacional concurrirán con responsabilidad social el sector público, el sector social y el sector privado, sin menoscabo de otras formas de actividad económica que contribuyan al desarrollo de la Nación”. Más adelante el mismo precepto establece: “Bajo criterios de equidad social, productividad y sustentabilidad se apoyará e impulsará a las empresas de los sectores social y privado de la economía, sujetándolas a las modalidades que dicte el interés público y al uso, en beneficio general, de los recursos productivos, cuidando su conservación y el medio ambiente”.
Dentro del sector social, se encuentran, al lado de los ejidos, de las tierras comunales y las empresas de trabajadores, las sociedades cooperativas que se distinguen de las empresas por acciones en que, en las cooperativas, los trabajadores son simultáneamente propietarios de los medios de producción; en la empresa capitalista, las ganancias son para los inversionistas, en las cooperativas las ganancias son para los trabajadores.
Al actual gobierno le falta, para redondear su obra, entre otros pendientes, impulsar a sociedades cooperativas, como lo hicieron en México la Iglesia, con las cajas populares y las cooperativas de artesanos, y Lázaro Cárdenas con cooperativas pesqueras, cementeras y otras. En ambos casos, la ola del neoliberalismo barrió con estas empresas y para lograr superar el cáncer de la corrupción es necesario fomentar, al lado de la empresa privada, a la empresa cooperativa.