La abreviatura del peso mexicano en los mercados es MXN. Así se lo conoce en las cotizaciones con respecto a otras monedas, especialmente el dólar estadunidense.
La tendencia del valor del peso frente al dólar en poco más de dos años ha sido notable. Durante este gobierno alcanzó su valor mínimo 18.54 pesos por dólar el 10 de febrero de 2020; en abril 20 de ese mismo año el dólar costaba 24.98 pesos y desde entonces la tendencia, en medio de fluctuaciones periódicas, ha sido a la baja hasta una cotización de 19.56 en mayo 30 de este año. El viernes pasado, el dólar se cotizó a 19.92 pesos.
Este comportamiento es muy destacable en el marco de muchas otras monedas en el mundo que han tenido depreciaciones significativas desde a la irrupción de la pandemia y, luego, con el actual entorno de alta inflación y el severo ajuste de las políticas monetarias de alzas de las tasas de interés emprendido por la Reserva Federal (Fed).
En general, los analistas de los mercados de divisas esperan que la estabilidad de la paridad peso-dólar se mantenga. El factor más relevante que sostiene esta postura es la política que se ha aplicado en materia fiscal, es decir, que se ha mantenido el balance de las cuentas públicas, sin déficit elevados, ni niveles de deuda insostenibles.
Además, se han impuesto medidas de contención monetaria con altas de tasas de interés que replican las que se imponen en el terreno del dólar. Este es el mismo énfasis que destaca de modo constante la Secretaría de Hacienda y que se exhibe en las previsiones presupuestales y, también, afirma el Banco de México con la fijación de las tasas de referencia.
Las expectativas en general apuntan a que el peso seguirá siendo una de las monedas más estables entre las denominadas, quizás ahora equívocamente, economías emergentes. En fin, que se prevé que la paridad ronde en los 20 pesos por dólar al fin de este año y en 2023. No se excluye de este escenario que haya complicaciones con las políticas del gobierno, como las referidas a la política energética.
El MNX ha sido incluso llamado el “superpeso”. No obstante, el Banco Mizuho de Brasil ha estimado recientemente que podría estar sobrevaluado en alrededor de 13 por ciento, o sea que el dólar estaría barato y eso apuntaría a un eventual ajuste de la paridad.
Esto mismo lo advirtió hace apenas unos días la calificadora Moody’s. Señaló que ante las fuertes alzas de las tasas de interés que aplica la Fed se ha restringido el acceso a los recursos, al contrario de lo que ocurrió durante más de 10 años cuando la tasa era de prácticamente cero y fluían los dólares en los mercados de dinero y capitales. Estima, por lo tanto, que el ajuste del tipo de cambio podría llegar a 24 pesos por dólar en los próximos meses. Esta declaración ha provocado controversias. Pero no puede descartarse.
Un dólar barato, o bien, un peso caro, ofrece una enorme ventaja puesto que previene una presión adicional sobre los precios internos (la inflación). Los productos importados cuestan menos con una baja paridad del peso; no sólo los muchos que se importan para producir manufacturas y que se exportan cada vez más (un caso especial es, por ejemplo, las del sector automotriz).
La ventaja de la paridad es ahora particularmente grande puesto que se compran fuera gran cantidad de productos alimenticios y materias primas que mantienen contenida la inflación, especialmente en los rubros que crecen ahora de modo más rápido (la inflación no subyacente, que comprende los precios de productos alimenticios y energéticos, además de aquellos regulados por el gobierno). Sirve más la apreciación del peso que los programas de sujeción de precios internos pactados con productores y comerciantes. Así que una depreciación del peso frente al dólar sería muy costosa social y económicamente.
La política pública del gobierno no resiste un ajuste mayor al realizado en términos de contención del gasto y de la deuda. Los programas sociales que se impulsan tienen comprometidos muchos recursos y se anuncia que crecerán hasta el fin de esta administración. Por otro lado, crecen constantemente los recursos destinados a las obras más señalas como la refinería y el tren en la península de Yucatán, el istmo de Tehuantepec y la terminal AICM. Es posible que nos encontremos con que las finanzas públicas estén más tensadas de lo que se admite.
La variable particularmente relevante de la estabilidad financiera del país es la paridad y no el crecimiento productivo. Este no se dio el primer año del gobierno y ahora ha sido insuficiente luego del fuerte tropiezo con la pandemia. Está en falta una política explícita de crecimiento del nivel de la actividad económica y en este caso se ubica el aprovechamiento de las condiciones que surgen en el marco del T-MEC